Un sonido distinto
The Sound of ILL Days es una película filmada con premura en tiempos de urgencia.
Hace más de diez años que el director, escritor y productor, Rojo Robles me invitó a formar parte de su obra, “El sonido de los días perdidos”. En aquel entonces, me dijo que en el futuro haría una película basada en esa obra. Ese futuro llegó hace unos meses y la película independiente The Sound of ILL Days se estrenó en una plataforma online a la se puede acceder a través de distintos formatos digitales como Smartphones, tabletas o computadoras.
Me remonto al 2005. Recuerdo los ensayos en diversos espacios prestados, por lo general en salas y cuartos de amigos entusiasmados y participantes del proyecto. Primero, presentamos una lectura en Casa Cruz de la luna en Mayagüez y de ahí comenzamos a montar la obra que finalmente se exhibió en el ahora desaparecido teatro experimental Yerba Bruja, en Río Piedras, durante tres semanas en el año 2007.
Rojo y parte del elenco se reinstalaron en la ciudad de Nueva York. Y con ellos, también viajó la obra.
Producida por El Kibutz del deseo, la película es un contrapunto tanto del cine mainstream como del cine independiente, absorbidos por un modelo de negocio industrializado. No hay efectos especiales ni presupuestos exorbitantes privados o públicos. Tampoco tiene pretensiones narrativas que buscan un impacto específico en el público. Todo lo contrario. La película, filmada al estilo “guerrilla”, fue confeccionada por manos solidarias y respaldada financieramente por la comunidad online. La trama es un pie forzado para repensar el acto de hacer cine como un acto político. Contando con un presupuesto mínimo y un equipo pequeño para su realización, la película supera todas sus limitaciones porque las asume. Ese es uno de los mayores atributos que visibiliza esta película: aceptar las imperfecciones. Al hacerlo, los potenciales desperfectos técnicos se convierten en componentes vitales de una estética que se distancia de los regímenes visuales convencionales que buscan agradar a la audiencia y generar ganancias. No es una apología de la imperfección sino un deliberado enunciado de ella.
De modo que The Sound of ILL Days se alinea con propuestas cinematográficas que en el pasado plantearon la realización de un cine “contracorriente” e “imperfecto” que supone una “estética del hambre”. Sin embargo, lejos de buscar conmiseración en los espectadores, este tipo de cine temerario enfrenta su propia adversidad y la transforma en objeto artístico.
Fueron varios los obstáculos vencidos durante el proceso de creación de esta película que tomó cerca de dos años. Desde equipos de producción que fueron relevados por otros, filmaciones que fueron pospuestas por el cambio de estación, como la llegada del invierno, hasta procesos de post-producción que fueron retrasados por la escasez de presupuesto. Además, todos los que participaron en la producción, lo hicieron en sus momentos libres de sus respectivos trabajos formales. Los obstáculos fueron retos que se convirtieron en espacios de rebeldía para concretar un proyecto en el que creían.
Ahora resta un nuevo reto: la distribución.
Me sorprendo al ver el desarrollo y transformación de la trama. Mientras miro la película me fijo en que los diálogos han cambiado, así como su contexto. Ya no estamos en Río Piedras, sino en Brooklyn. El referente no es la Avenida Ponce de León sino la Bedford Avenue. A través de los encuadres, a veces filmados con cierta mano temblorosa y ligera por la falta de permisos para filmar en la calle, percibo lo inamovible. La trama que rodea al que parte y se inserta en otros espacios o diásporas. Su esencia que permanece intacta.