La melodía
El acento de una lengua es como la melodía propia de una cultura o una región. Hay quienes versátilmente lo modulan e incluso hasta adoptan otros acentos cuando se expresan en otro idioma. En mi caso, cuando enseño español a estudiantes norteamericanos me veo obligada a eliminar algunos regionalismos o expresiones para evitarles confusiones.
Sin embargo, cuando converso en otras lenguas—como el inglés y el francés—se manifiesta poderosa esa melodía caribeña que otros identifican mejor que uno mismo.
Hace casi diez años que visité a la ciudad de París con intenciones de poner a prueba mis conocimientos del francés. Para entonces, había tomado varios cursos de ese idioma en la UPR y me había memorizado una serie de expresiones coloquiales que, según los profesores, serían útiles para interactuar con los francófonos.
Recuerdo que, a falta de planes de telefonía internacional que fueran económicamente viables, recurrí al infalible y antiguo método del correo para enviar tarjetas postales a familiares y amigos. Acudía al correo con bastante frecuencia y en una ocasión se me presentó la oportunidad anhelada: la de conversar con un francófono que no hablara español. Un señor que trabajaba en la oficina del correo me preguntó sobre los dibujos que hacía en cada postal. Quiso saber si era estudiante de arte o algo relacionado. De ahí, la conversación pasó a otros temas que no recuerdo bien. Lo que sí todavía recuerdo es la emoción y el vértigo producidos por el reto de articular cada palabra y oración, siempre tomando en cuenta los significados y cuidando la pronunciación. Los silencios entre oraciones eran terrenos fértiles para cambiar el giro de la conversación y tocar diversos temas que cubrieran el abanico de posibilidades de mi competencia lingüística. Así estuvimos casi una hora.
Al despedirnos, le agradecí su paciencia y el tiempo que me dedicó. Y justo antes del adiós, aquel señor me preguntó que si provenía del Caribe. Vous êtes de la Caraïbe? N’est-ce pas?
Le contesté que sí. Entonces me dijo que lo había adivinado porque yo cargaba con el sonido del Caribe. Un sonido bonito.
Oui, vous avez le son de la Caraïbe. Très beau son.
Al principio sentí que había fracasado en el examen de pronunciación. Luego reí para mis adentros y seguí caminando.
En estos días, casi una década después y de visita debido a mis estudios, un taxista me preguntó por mi nacionalidad. Le dije que era de Puerto Rico. Para mis sorpresa, el taxista había visitado la isla. Le pregunté por el motivo de su visita y me contestó que los padres de su novia eran de Bayamuán.
De Bayamón? Quise aclarar su respuesta. Oui. De Bayamuán—insistió.
Así son los acentos. Se escapan y hay que dejarlos ser. De lo contrario, perderíamos nuestra melodía.