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Vigencia caduca

Llegué con el syllabus equivocado. Llevo 4 años enseñando y es la primera vez que, por asuntos burocráticos, llego al primer día de clases presentando un temario que no corresponde al curso. Los estudiantes me miran confundidos. Huelo el papelón. Por suerte, ya había preparado ciertas actividades que se ajustaban al nivel del curso y todo salió bien.

Pero ahí no acaba la historia. Introduzco el tema de la clase. Estamos practicando las formas en español para expresar una opinión utilizando el modo indicativo. “Yo creo que la tecnología no va a cambiar”, “pienso que los relojes no desaparecerán”, entre otras frases que el libro de texto asignado dicta y que hay que seguir al pie de la letra.

Hablamos de tecnologías. La actividad del libro propone que los estudiantes predigan el límite de la existencia de una serie de objetos como el libro, el cassette, el VHS, el reloj, los CD’s y el orden alfabético. La idea es que el estudiante practique las siguientes expresiones: “Creo que _____ dejará de existir porque creo que ______.”

Es bastante sencilla la actividad y perfecta para calentar los motores.

Me desplazo por el salón para cotejar que los estudiantes, organizados en parejas, discutan sus impresiones sobre estos objetos.

Lo que sigue es la discusión grupal. ¿Qué pensó cada pareja en cuanto a la duración de vigencia de estos objetos tecnológicos?

Repasamos la existencia del CD. Todos concuerdan en que ya dejará de existir porque el IpodSpotify han sustituido la funcionalidad del mismo. Me deprimo un poco y me siento vieja, al reconocer que he presenciado el nacimiento y casi el entierro de esta tecnología. Evoqué cuando iba con mi madre a La Gran Discoteca y a Casa de los Tapes a comprar el último CD de la banda que estuviese de moda en ese momento.

Luego se presentó el tema de los cassettes. Repasé nuevamente mis recuerdos. Todos concordaron en que ya había muerto. Que los únicos que lo utilizaban eran los hípsters que siempre quieren distinguirse de la masa.

El VHS fue percibido como los cassettes. Apenas se utilizan. El DVD y Netflix, así como la modalidad de los torrents para bajar vídeos o música, los han desbancado. Esta vez evoqué las idas a Video Avuenue, Block Buster, La Garita Videoclub y Lamour Video… Horas buscando la película que quería alquilar o esperando a mi madre que se sumergía bajo el montón de películas catalogadas como Thrillers. También recordé cuando finalmente, después de casi 10 años de la existencia del DVD, el dependiente de Lamour Video le dijo a mi mamá: “Señora, lo siento mucho, pero tendrá que comprarse el aparato para reproducir DVD’s porque ya no traeremos más videocassettes”.

El tema del reloj de mano o de pared no fue tan difícil para mí. Lo cierto es que ya me he acostumbrado a utilizar el celular para ver la hora o poner una alarma.

Ahora bien, el mundo se colapsó ante mis ojos al discutir el tema del orden alfabético. Le pregunto a una de las parejas de estudiantes, “¿y qué piensan sobre el orden alfabético?, ¿desaparecerá o seguirá existiendo?”….

Un estudiante interrumpe mi pregunta con una mirada escalofriante. Preocupado. No por no entender la pregunta que le hice en su segunda lengua, sino por simplemente no comprender su contenido. Me dice: “profesora, perdone, pero ¿qué es el orden alfabético?”

Quedé de una pieza. Por mi mente pasaron las competencias de la escuela elemental que consistían en buscar con celeridad la mayor cantidad de palabras en el diccionario. Busqué miradas cómplices que supieran la respuesta. Pero todos me miraban con cierta timidez y confusión. “Yo no soy tan vieja, sólo les llevo 10 años de diferencia”—me dije.

Les ofrecí el ejemplo del diccionario y logré que varias caras asintieran. Una estudiante argumentó que el orden alfabético no era relevante porque ahora todo se busca en google y se utilizan palabras claves (keywords). Intentando defender el orden alfabético, les conté toda la historia de cómo durante el período medieval tanto el orden alfabético como el índice fueron tecnologías muy avanzadas para organizar el conocimiento y que incluso perduraron por lo menos hasta mi generación… Porque probablemente el libro sea una especie en peligro de extinción pero aún sigue en pie, batallando en la misma guerra tecnológica que perdió el telégrafo, el teletipo, el floppy y el zip.

Avisté miradas de lástima y me sentí como un dinosaurio. Los millenials sufrimos de un salto cuántico particular. Es decir, el internet aceleró todo. Yo sí escuché discos de pasta y cassettes de mis padres. Antes, 10 años de diferencia generacional no significaba reconstituir el modo en que percibimos la información musical, visual y escrita.

Luego de reponerme de la sorpresa, decidí no hacer más preguntas al respecto y cambié de actividad. Temí preguntarles lo que pensaban de la enciclopedia por miedo a recibir como respuesta otra pregunta más dolorosa… algo así como “¿profesora, se refiere usted a Wikipedia?”

 

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