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En un lugar de Guanajuato

La ciudad de Guanajuato muestra una gran pasión por las figuras de Don Quijote y Sancho Panza. Como si hubieran cruzado el Atlántico para descansar en tierra mexicana, la ciudad luce por doquier estatuas de ambos personajes literarios. Son de variados tamaños; desde miniaturas colocadas en las entradas de las casas hasta colosales esculturas de bronce o cobre que obstaculizan el tráfico vehicular.

Andaba yo con una amiga y decidimos contarlas y tomarnos fotos –como todos los turistas—frente a cada una de las que viéramos en nuestro recorrido. Perdimos la cuenta.

Además de las estatuas, nuestra mirada se topó con restaurantes con nombres alusivos a la obra de Cervantes. Tampoco faltaron los souvenirs de pequeñas estatuillas de los personajes. Encontramos letreros que decían: “Guanajuato: Ciudad Cervantina”. Supimos que en el otoño se celebra aquí el famoso Festival Internacional de Teatro Cervantino.

En un momento dado, le envié a otra amiga un text con fotos para comentarle mi asombro. Le dije que me sentía como en una especie de Disney World cervantino. Mi amiga me contestó el text confesándome que pasó por una experiencia similar y que lo más curioso fue que su guía turístico le dijo: “Guanajuato es la ciudad cervantina porque a Miguel de Cervantes le gustaba mucho viajar hasta aquí”. Dato difícil de comprobar por no decir imposible.

Al cabo de varias horas, las estatuas tomaron cierto sentido práctico. Luego de perdernos siguiendo el googlemaps, descubrimos que podíamos orientarnos a través de ellas. La ciudad resultó preciosa. El empedrado de las calles me recordó a los adoquines del Viejo San Juan. Con el crepúsculo comenzaron las callejoneadas. Estas se componen de grupos de personas vestidas al estilo del siglo 17—época en que se publicó el libro de Cervantes— que pasean por la ciudad entonando música típica mexicana. Aunque también vimos pasar algunos de estos grupos cantando baladas de Menudo y Justin Bieber

Luego, revisando todas las fotos que nos tomamos frente a las estatuas dedicadas a Don Quijote y Sancho, me vino el pensamiento de que estos monumentos cumplen con un propósito particular: el de crear una especie de geografía de la ilusión en la que el viajero traza su propio rumbo aunque sea una fantasía. Aunque los gigantes no fueran gigantes sino molinos, Don Quijote veía gigantes.

Y así como algunos locales creen fervientemente que Miguel de Cervantes pisó tierra mexicana, a mí me gustaría pensar que tal vez la ínsula prometida a Sancho era Puerto Rico.

Al partir de su tierra natal y emprender su célebre viaje, Don Quijote le dijo a Sancho:

“Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar ser el cronista de esta peregrina historia!”

No se equivocó Don Quijote al predecir el alcance de su historia. La ciudad de Guanajuato ha sido como un cronista que ha esculpido su imagen en cada esquina para la perenne memoria de sus aventuras.

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