La tragedia de dos volcanes enamorados
Los volcanes activos siempre me han parecido inverosímiles. Por su cercanía a la Ciudad de México, el Popocatépetl ha sido con el que más he convivido. Hace unos días, nuestra relación se vio más intensificada mientras yo me encontraba en un avión de regreso a la capital.
El Popo o Don Goyo, como la gente cariñosamente se refiere al volcán, hizo erupción varias horas antes de que mi vuelo despegara. El escenario se complicó con la llegada de unas tormentas eléctricas que deterioraron las condiciones climáticas para el aterrizaje. Luego de sobrevolar durante una hora, esperando a que la situación mejorara, tuvimos que aterrizar de emergencia en un aeropuerto alterno para poder recargar combustible. Nuestro avión no había sido el único, así que tuvimos que esperar nuestro turno para el combustible y para poder despegar nuevamente. Tres horas más sin aire acondicionado y con bebés llorando en la cabina. Señoras rezando mientras sujetaban con sus manos estampitas de la virgen de Guadalupe. Pronto la sed invadió la cabina. Entonces fuimos advertidos por los altoparlantes del avión, que ya se habían agotado los suministros de agua. El aeropuerto no nos podía proveer agua, debido a la congestión inesperada de aviones que habían aterrizado allí de emergencia. Estalló en las redes la noticia de la erupción del Popo. Todos admiraban en sus Smart-phones los vídeos y las fotografías del volcán, mientras hablaban orgullosamente de su despertar inesperado. Yo no entendía bien lo que estaba sucediendo. Sólo sabía dos cosas: que un volcán había hecho erupción acompañado por tormentas eléctricas y que yo me encontraba en el peor medio de transporte posible durante dicha situación.
Uno de los mitos del volcán Popocatépetl cuenta la historia de su relación con otro volcán inactivo aledaño llamado Iztaccíhuatl, conocido coloquialmente como la mujer dormida. Según la leyenda, Popocatépetl era un guerrero indígena quien antes de marcharse al combate le prometió a su amada, la princesa Iztaccíhuatl que regresaría por ella. Un rival de sus amores, le comunicó a la princesa la falsa noticia de que Popocatépetl había muerto. La princesa, murió de tristeza. Al enterarse de la muerte de su amada después de la batalla, Popocatépetl decidió recoger su cuerpo inerte y enterrarlo en una tumba frente al sol, construida en la cima de una montaña compuesta por 10 cerros. El joven guerrero tomó una antorcha y se arrodilló frente al cuerpo de la princesa para velar su sueño eternamente. Cada vez que Popocatépetl se acuerda de su amada, su corazón, que aún preserva el fuego de aquella pasión, tiembla y hace que la antorcha se ilumine echando humo y material incandescente. Hoy en día, desde la distancia, se pueden apreciar los volcanes cuyas siluetas se asemejan a los cuerpos de estos personajes.
La antorcha iluminada es precisamente lo que hoy conocemos como la exhalación del volcán. Fuimos testigos de una escena más de la trágica historia de Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
En la cabina caótica del avión, recordé que el suelo de las islas del Caribe es de origen volcánico. Me pregunto entonces qué leyendas habrán quedado sepultadas bajo el suelo del archipiélago.