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Las cosas por su nombre

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Las horas más largas

El vuelo de Alemania a San Juan dura cerca de diez horas, un poco más, un poco menos, dependiendo de la ciudad de allá de la que se salga hacia acá. Ese fue el vuelo que hizo ayer, sábado, el gobernador Alejandro García Padilla, después de una semana por Europa. Considerando los dilemas que a esta hora habitan el alma del gobernante, deben haber sido diez de las más largas horas de su vida.

Acá, no le espera mucho, sólo los días más críticos de su carrera política y tal vez de su vida. En los próximos días, Alejandro García Padilla tiene que decidir si volverá a aspirar a la gobernación.

Y tiene que tomar tan grave decisión estando hasta el cuello en un ambiente de pánico, de ruido, de miradas de soslayo y de conversaciones susurradas en cuartos oscuros.

Mientras él estuvo por allá, mucha gente del Partido Popular Democrático (PPD) salió corriendo despavorida por la calle gritando “derrota, derrota, oh, derrota” y “David Bernier, David Bernier, oh, David Bernier”.

Nunca se había visto, en un partido, tal desdén hacia un gobernador incumbente. Cuando Aníbal Acevedo Vilá, en el 2008, quizás. Pero eran otros tiempos. Había un gobernador con una mano atada por una legislatura extremista dominada por el Partido Nuevo Progresista (PNP). Además, el gobierno federal lo enlazó con una acusación de corrupción. Con todo y eso, no había una animosidad como la que se siente ahora contra García Padilla y, a fin de cuentas, logró quedarse con la candidatura, aunque el premio de la osadía fuera la derrota más grande en la historia del PPD.

Contra García Padilla hay alcaldes, legisladores y expresidentes del partido que manifiestan abiertamente que el pueblo no lo quiere y que debe dejarle la candidatura a David Bernier, a quien le ven un futuro menos borrascoso. El alcalde de Comerío, Josian Santiago, y el senador Ángel Rosa llegaron hasta a decir que hubo alivio y entusiasmo en la huestes del PPD cuando se regó que García Padilla consideraba no volver a aspirar.

Ha tenido quien lo apoye también, pero son los más leales de los más leales.

La principal figura en su favor es el exgobernador Rafael Hernández Colón, pero ese no cuenta. Su influencia es cero. Hasta que no deje las escoltas nada que diga tendrá valor.

Hubo turbulencia, pues, en el vuelo de García Padilla, si no literal, sin duda en su espíritu. No es bonito sentirse despreciado, menos en público y menos García Padilla, que es muy orgulloso. A nadie se le ocurriría confundirlo con el mejor gobernador que ha tenido Puerto Rico. Pero a pesar de los desaciertos, que son muchos, e independientemente de los resultados, que, en honor a la verdad, no podrán medirse con toda justicia hasta dentro de unos años, le metió el pecho sin miedo a gobernar en el periodo más crítico de nuestra historia. Ha pasado sinsabores y noches sin dormir y ha visto poblársele de canas la cabeza.

Sentir que, después de todo eso, en su partido, figuras que hasta los otros días le hacían cucamonas y lo exhibían orgulloso por el país, lo tratan así. Eso, caramba, seamos justos, tiene que dolerle a cualquiera.

Hace unas semanas, era un hecho que había decidido no presentarse a la reelección. Le había puesto hasta fecha al anuncio. Decía gente bien cercana a él que había comprendido que no le iba a ser posible gobernar en medio de posibles cierres de gobierno, reducción de jornada e impagos y hacer campaña a la misma vez. “¿Tú te imaginas al gobernador montado en una caravana por la isla con el gobierno cerrado?”, le preguntaba a este periodista un cercano colaborador de García Padilla no mucho atrás.

También le ensombrecía el ánimo, decían por ahí, el rumbo que pueda tomar la investigación federal en curso sobre su campaña, que ha llevado a rendir cuentas ante un gran jurado a varios jefes y exjefes de agencias, a algunos amigos cercanos y colaboradores y hasta a un hermano.

Pero algo pasó de allá hacia acá que sembró la duda en la conciencia de García Padilla y, en este momento, dice gente cercana a él, no está descartada una candidatura.

Abundan las teorías con las que se intenta explicar esta súbita ambivalencia. Primero, hay gente de su círculo cercano susurrándole al oído que no se deje vencer por los que lo desprecian, que aspire. El gobernador también parece que cree que si Washington lanza un salvavidas a la Isla, o se logra en los próximos días un acuerdo relacionado a la deuda, aumentan sus posibilidades, en este momento casi nulas, de dar una batalla nivelada por la gobernación.

El diablillo de esta duda se coló en la maleta en el viaje de ayer desde Alemania de García Padilla, correteó a saltitos los pasillos de La Fortaleza durante la madrugada y está a esta hora mirando fijamente al gobernante. “No pienso mucho en el futuro, porque llega muy pronto”, le dijo, citando a Albert Einstein.

Queda justo un mes para que cada cual se acomode en lo que quiera aspirar. Temprano esta semana hay reunión del Gobierno con los bonistas. Hace días hubo señales que permiten cierto optimismo con relación a las posibilidades de un buen acuerdo. Esta semana, también, hay audiencia en el Senado de Estados Unidos sobre la crisis fiscal de la Isla. La próxima semana, el Congreso debate su presupuesto y ahí se intentará echarle alguna agüita a Puerto Rico.

El desenlace que tengan esos eventos, por lo visto, está siendo incluido por el gobernador en la ecuación de su futuro, cosa, según muchos, sin sentido, pues pueden encontrar petróleo y diamantes mañana en la Cordillera Central y el ánimo que arropa al PPD es que con él a la cabeza hay como quiera derrota al derecho y al revés.

Mas al final del día, ¿qué importa lo que piensen muchos o pocos? Lo único que importa es lo que, iluminado por quien él se quiera dejar iluminar, en la soledad de su espíritu, como se lo dicten su inteligencia y su madurez, decida García Padilla qué es mejor para él y para Puerto Rico.
Falta poco para eso.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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