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Inclusión, ¿para cambiar o seguir igual?

Ojo con la inclusión. Cuidado.

Me resulta increíble que gente a la que nunca le ha interesado vivir bajo los preceptos de Dios, pretenda saber cuál es la voluntad de Él, mejor que lo que ya está establecido en su Palabra.

Muchos se atreven hasta decir, ‘si Jesús estuviera aquí ahora, haría esto, o haría aquello’.

Hasta el mismo Job, que pensaba que conocía a Dios a la saciedad, tuvo que reconocer en medio de su quebrantamiento y miseria, que solo lo había conocido de oídas. Es otra manera de decir, de lejos, superficialmente. (Job 42:5-6) “He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza”.

Sin embargo, hoy nos encontramos con gente a la que no le importa la voluntad de Dios ni su Palabra, sino que paradójicamente, sin referirse a ella, creen saber mejor que los hijos de Dios cuál sería la manera de actuar de Jesús en cada situación cotidiana.

La pregunta es, ¿si no te interesa relacionarte con Dios, ni creer en Él, ni obedecer la Palabra, ¿por qué pretendes saber mejor que nadie lo que es su diseño y su voluntad? Si ni siquiera te quieres relacionar con Él, cómo puedes saber ¿cómo piensa Dios?

Esa actitud se me parece a la de algunos aspirantes a médicos que pagan sobornos para obtener sus licencias fraudulentamente, la de ingenieros que quieren ejercer si tener el título propiamente, y tantos otros ejemplos. Es querer pretender saber, sin pasar por el proceso de estudiar, de esforzarse como otros sí lo hacen. 

Ahora, bien. Mucho más grave es tener a líderes cristianos de todas las denominaciones cristianas, pretendiendo suavizar la Palabra de Dios con tal de querer ser más simpáticos que nadie, y dárselas de más buenos que Dios mismo. Aquí no estoy señalando a una denominación en particular. Estoy señalando a todos los que pretenden tergiversar la Palabra. Y de esos los hay en todas las denominaciones.

Toda esta introducción la hago por los repetidos casos que se han dado últimamente en todas las esferas del cristianismo a nivel mundial, de líderes influyentes que ante los medios de comunicación han adulterado la Palabra de Dios alineándose con el sistema del mundo para llevar un mensaje supuestamente de parte de Dios, de lo que según ellos debe ser inclusión.

No soy un erudito de la Palabra, pero para obedecer a Dios y su Palabra, lo primero que hace falta es humildad en reconocer que la Palabra de Dios es infalible. No lo que digan los hombres y mujeres, sino la Palabra de Dios.

Muchos, por temor de perder seguidores, y de que sus megaiglesias se vacíen al escuchar una predicación confrontadora y transformadora, lo que han hecho es mezclar y adulterar la Palabra con otras corrientes de pensamiento. Para ellos es más importante mantener sus iglesias llenas, que hablar la verdad de Cristo.

Se olvidan o ignoran muy fácilmente que Jesús nunca tuvo miedo de perder seguidores, ni lo tendrá. El mejor ejemplo fue cuando algunos de sus simpatizantes comenzaron a dejar de seguirlo, y Jesús no les respondió al resto ni con ay bendito ni con paños tibios.

“Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Como resultado de esto, muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce discípulos: “¿Acaso también ustedes quieren irse?” (Jn 6:65-67)

Pedro, que entró en razón, tuvo que responderle humildemente, “Señor, a dónde iremos, si solo tú tienes palabras de vida”.

Hoy día algunos líderes están respondiendo a presiones externas, como la corriente popular y la cultura, y si alguien se les queja o se manifiesta ofendido por la verdad de la Palabra, enseguida quieren cambiar lo que dijeron. En lugar de mantenerse firmes en la única verdad, como hizo Jesús, pretenden cambiarle el significado a la Palabra de Dios.

A Jesús no le preocupa en lo más mínimo perder seguidores. Él no está buscando formar clubes. Y la iglesias no deberían actuar como tal. Jesús busca discípulos. Ese fue su mandato, haced discípulos. No formar clubes para agradar a todo el mundo. Y no es que el mensaje de salvación no se quiera llevar a la masa. Pero la realidad es que la verdad de Dios no es aceptada por todos, aunque se le presente a todos.

Quienes debemos preocuparnos somos nosotros si le dejamos de seguir. Dios no está con estrés ni con ansiedad. La Iglesia ha sido perseguida por siglos, en unas épocas más que en otras, y aunque la persecución de los últimos tiempos sea la más fuerte de todas, comoquiera su propósito en la tierra se va a cumplir; con muchos o con pocos. ¿Acaso va a estar Dios preocupado por el odio de muchos hacia su Iglesia, cuando el mismo Jesús profetizó que vendría persecución?

Volviendo específicamente al tema de la inclusión, muchos líderes cristianos están siendo tentados y han caído públicamente en la tentación de querer hacer ver que Dios es inclusivo al punto de aceptar que la gente siga viviendo en pecado, sin transformación. Han pretendido hacer ver que no importa el camino que escojas vivir, puedes llegar a tener la aceptación de Él sin cambiar nunca tu estilo de vida.

Para empezar, no toda religión o todo tipo de espiritualidad tiene acceso a Dios. Sí tiene acceso a Dios toda religión o toda persona que confiese a Jesús, y que crea en que, siendo Dios mismo, vino a la tierra como hombre, que murió por nuestros pecados y que por medio de su obra es el único camino que nos guía hacia el Padre, hacia Dios.

Mucha gente, incluyendo cristianos, se han dejado engañar con el tema de la inclusión haciendo ver que Dios acepta a todos sin importar la condición en que escojan vivir. Hay que hacer una aclaración muy importante en este punto.

Yo mismo he postulado en este espacio anteriormente que Dios sí quiere que se acerquen a Él los pecadores. Que como dice la Biblia claramente, Él vino al mundo a salvar lo que se había perdido. Vino a salvarlo, no a condenarlo. Por lo tanto, las puertas de las iglesias tienen que estar abiertas para los pecadores. No se olviden los que se creen más religiosos que nadie, que también son pecadores. Deben agradecer que por su gracia, Dios los alcanzó para perdonarlos, y que antes de eso, su condición era la misma que de aquellos a quienes tal vez has despreciado.

Pero Jesús siempre fue claro, y la Palabra de Dios lo sigue siendo, en que esa inclusión no es la misma que está pregonando el mundo hoy día, y lamentablemente, algunas iglesias también. 

Jesús dio ejemplos de que se acercaba a los pecadores, o dejaba que se acercaran a Él. No solo eso, sino que se sentaba con ellos a comer. Hasta fue criticado por los líderes religiosos de la época.

Pero si bien es cierto que amó y ama a los pecadores y quiere seguirse acercando a ellos, también es cierto de que siempre fue claro en que esos pecadores debían y deben todavía hoy cambiar su manera de vivir.

El verso favorito de los no creyentes para tratar de hacer ver que los cristianos tenemos un discurso de odio y no de amor, es el pasaje de la mujer sorprendida en adulterio. Tratan de estrujarnos en el rostro que Jesús mostró amor al aceptarla y perdonarla, y que nosotros que decimos imitarlo, no somos capaces de hacer lo mismo.

¿A sí? Qué fácil es aplicar la Palabra cuando quieren, pero aplicársela a otros, y no a sí mismos. Porque los que usan ese verso con esa intención, obvian muy convenientemente la parte en que Jesús le dijo a la adúltera,  “vete en paz, y NO PEQUES más”.

El Señor nos llama a arrepentimiento. Solo así hay perdón. Lucas 3:8 establece: “Por tanto, den frutos dignos de arrepentimiento”. Y en Juan 3:3 Jesús dijo: “En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nacer de nuevo implica una nueva vida, una regeneración. Y solo necesita nacer de nuevo o regenerarse lo que está muerto, en este caso espiritualmente. Necesita levantarse lo que está muerto en pecado.

Pero hoy la moda es confesar, ‘yo soy así, y así me tienen que aceptar’. Lo interesante es que invocan a Dios alegando que Él los acepta así y no hay por qué cambiar. Pero cuando se les corrige y se les advierte que la Palabra no dice eso, entonces la reacción es que la Iglesia se está metiendo en su vida.

Hoy la gente pretende solo una cosa. Quieren el perdón, pero no abandonar su vida de pecado. Ignoran que si la Palabra les señala el pecado, en realidad no es para condenarlos. Es para mostrarle el camino incorrecto que llevan, pero también para mostrar que porque Dios es amor, dio una salida. Dio a su Hijo. Y quiere perdonarte, no condenarte.

1Corintios 11:32 dice que “cuando somos juzgados, el Señor nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo”. Esa es una de muchas muestras de que Dios, ni la Palabra, ni su Iglesia quieren señalarte el pecado para condenarte. Sino para sacarte de la condenación que provoca el pecado.

La semana que viene concluyo este tema, mencionando entre otras cosas, que el Señor no espera que llegues a Él siendo perfecto, pero sí con un corazón dispuesto al cambio, a la transformación para tu redención.

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