Con los pies descalzos
De niño llegué a caminar por varios años descalzo, me gustaba sentir la tierra bajo mis pies. Los primeros 5 años residí justo al lado de una Central Azucarera, la San Francisco, del Barrio Boca de Guayanilla. Mi papá, don Pedrito, le pagaba a los Obreros de la Caña y velaba por la calidad de la producción del azúcar. Recuerdo que de vez en cuando tomaba muestras del azúcar que bajaba por un toldo mecánico. Horizontal a la Central había 7 casas, la casa era de madera, tenía garaje y una carbonera, además de una gran cisterna de agua. Había un palo de mangó, de quenepas, jobos, guayaba pera, guayabo roja y hasta uno de achiote. Fui un niño con limitaciones económicas, pero con riquezas naturales y rodeado de mucha gente buena.
Supe lo que era chuparme una caña 10/12, que era de calidad, comer grosellas, mangoes de leche, de avispa, de piña y mangotines. Recuerdo la mantequilla de nata que mi mamá confeccionaba luego de hervir la leche de vaca que ordeñaba Ramoncito. Caminaba a pie como 400 metros para buscar el purrón de leche que le correspondía a mi papá, al ser empleado de confianza.
En aquella casa de madera pintada de amarillo, éramos 9 los habitantes, mis padres, 4 hermanos y 3 hembras. Mi mamá, Victoria, siempre se las ingeniaba, hacía pasta de mango para luego venderlas a 25 centavos. Frente al horno de 4 hornillas era una chef. No olvido los sorullos de harina de maíz que se hacían en aquel fogón. En mi casa había un perro negro, Goering, gallinas y… mucho amor. Los vecinos eran de una calidad excepcional. Eran los tiempos en que todo se compartía.
El olor a caña, el humo de las calderas, el guarapo de caña, la miel de purga, los caramelos de azúcar, los nísperos de la casa del administrador, don Mihiel Gilormini, las ensaladas de papa del Cocinero Alicea, los jueyes que mi papá buscaba junto a un grupo de amigos de noche… tantas cosas buenas y tantos recuerdos buenos.
A los 5 años llegué a vivir en Yauco en el 1948, en un viejo carro Chevrolet a, los primeros tiempos, en 2 cuartos de la casa del tío Manolo, todavía no entiendo como cupimos en esos 2 cuartos.
Recordar los buenos momentos y tener memoria de la gente buena que me rodeó siempre, es imperativo para mi, porque soy agradecido a la Vida y a la gente. Ha pasado el tiempo, al terminar hoy el mes de mi cumpleaños 77, quise compartir algo del Album de mi Vida, lo que ha pasado luego de esta primera etapa, será tema de un próximo Blog. Gracias a la Vida, que me ha dado tanto.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros, que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado…”
Prof. José Antonio Giovannetti Román 787 644 8818
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