Séptima palabra
“¡Mi espíritu en tus manos encomiendo!»
De tu Padre en las manos invisibles,
cimientos y techumbres del abismo,
manos que nos hicieron a tu imagen,
¡recostaste en sus manos hacedoras
tu espíritu al rendirse de dolor!”
Miguel de Unamuno
Los seres humanos cuando nos damos cuenta de nuestra dependencia que tenemos los unos de los otros, al aceptar que en primera instancia dependemos del Padre Celestial, podemos sobrellevar mejor las dificultades y superar los obstáculos que se presenten. En el Madero el Cristo creía oportuno que la separación del Espíritu de la carne fuera recibido por el Hacedor de maravillas. Le encomendó al Padre su espíritu con la satisfacción de haber cumplido su Misión
“Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal. Y te he respondido al oído: toma sobre tus hombros una partecita de esa cruz, sólo una parte pequeña. Y si ni siquiera así puedes con ella,… déjala toda entera sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora, repite conmigo: Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. Y quédate tranquilo”.
Sanjosemaría Escrivá
Al día de hoy estamos viviendo en un Mundo que está paralizado, estamos enclaustrados, en aislamiento. El momento es propicio para volver a reflexionar sobre nuestros pensamientos y acciones. Las prioridades, aparentemente, tienen que cambiar. Nuestra actitud debe tener un nuevo enfoque, teniendo como ejemplo lo que aquel joven dijo en el madero.
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara una gota”
Madre Teresa de Calcuta
Lo interesante del Caso que nos ocupa es, que el Cristo de la Cruz fue bajado de la Cruz, lo colocaron en una Cueva donada por José de Arimatea, al tercer día de estar allí, la piedra fue removida por un Angel, salió vivo, resucitó. Para que no quedase ninguna duda, estuvo por 40 días en la Tierra, antes de subir al Trono. Su Resurrección es lo que da sentido a la Vida Cristiana de cada uno de nosotros, toca a uno, aceptarlo en una Profesión de fe.
Profesión de fe es: Invitar al Padre para que intervenga a nuestro favor, sea quien guíe nuestras vidas, pidamos perdón por aquello que hicimos mal y seamos, de aquí en adelante, mejores seres humanos.
Al leer estas líneas, si quieres hacer Profesión de fe, repite: “Padre, te acepto como mi Salvador personal, se mi sostén y guía, perdona mis viejos pecados, aléjame del mal, Amén.
“Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino, salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”.
Santiago 5:20
Prof. José Antonio Giovannetti Román 787 644 8818
@AntonioGiovan13 en Twitter
Tony1943able en Youtube
Al Rescate de la Esperanza, que Anda Realenga… y hay que Atraparla