Se nos han ido… ausencia, nostalgia.
Al pasar del tiempo se nos han ido muchos seres queridos, uno los extraña. “Mamita”, así le decian hasta los que no eran sus hijos, por lo amable que era. Logró alcanzar solamente estudiar hasta el tercer grado, su madre murió siendo muy niña, las hermanas se criaron unas a otras, la mayor era la Tia Adelina. Victoria, mi madre, fue una mujer victoriosa, trabajadora incansable y si huiese podido estudiar Cursos de Cocina, hubiera sido una magnífica Chef Latina. Sus manos para cocinar eran prodigiosas, por lo buenos platos que confeccionababa, incluyendo aquellos sorullos de harina maíz al carbon y el arroz con jueyes… y los postres: la pasta de mango y el cristal de guayaba eran su especialidad. Las de mango las vendía, para ayudar al sustento de 4 varoness y 3 hembras.
La Tía Paquita viajó a Cleveland, donde vivió un tiempo… al regreso vivió en los bajos de la Tía Adelina donde luego de trabajar como secretaria en el Colmado de don Paco, confeccionaba dulces de leche cortaditos a cuadritos, para venderlos y ayudar al sustento de 5 crios, el piso era de tierra, la laboriosidad era de oro,
Se nos han ido… el tío Francisco bajaba de la altura donde cultivaba en la Finca de Domingo Alameda, esposo de su hija América, la cual fue Reina de Belleza en Yauco, su visita siempre era agradable, nos traía al menos dos manos de guineos maduros, a nosostros, nos brillaban los ojos… vivíamos en un espacio limitado con dos cuartos y nueve habitantes.
Cuando llegamos del campo, fue el Tío Manolo quien nos concedió dos cuartos de su casa en lo que encontrabamos donde alquilar. Su bondad es recordada.
No había quien subiera al palo de quenepas con la habilidad que mi padre Pedro lo hacía, le decían don Pedrito, era quien pagaba la jornada a los trabajadores de la caña en aquella Central Azucarera San Francisco, de gratos recuerdos y vivencias. Cuando bajaba los racimos de quenepas nos daba instrucciones para quitarle las hoijas y hacer ramilletes los cuales se les repartía a los vecinos, el ultimo era para casa… nos enseño a compaertir.
La Tía Adelina quedó viuda con cinco hijos, se las ingeniaba hacienda dulces, pilones y la especialidad de la casa, yemitas de coco. Era una mujer campechana, alegre, a pesar de las limitaciones. Su fogón siemore estaba encendio, para quien llegara tuviera un buchito de café al menos. Recuerdo que siendo niño tuve la travesura de meterme una habichuela en la nariz y ella con su ingenio natural mandó a buscar un pedazo de Tabaco donde Yeyo, el vecino, para que lo oliera y las fosas nasales abrieran y dejaran salir la habichuela. Durante largos años no salió de su casa y vestía de negro, por su viudez, pero con el espíritu y cordialidad al máximo.
Al presente, soloamente me queda la Tía Mercedes, elegante siempre y amable en el trato, pasa los 90… los tíos paternos y la Tía Lucya, descansan hace tiempo… se nos adelantaron.
Miss María Luisa, después de ocultar por mucho tiempo sue edad, al final de la Carrera soltó prenda, fue la que me enseño a declamar, a escribir y hablar con corrección… cuanta falta me hacen sus sabios consejos y su conocimiento.
En el scenario de la Vida han hecho mutis seres queridos especiales, su ausencia es notable, tal vez, ahora los valoramos más… ausencia!