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Un niño pobre con ricas experiencias de Vida

Un niño pobre, rico en experiencias. Nací justo al lado de una Central Azucarera, la San Francisco, en el Barrio Boca de Guayanilla. El humo que salía de la Caldera servía de escondite efímero para jugar “a las escondías”, lo llamábamos el “Fun”.  Eran 7 casas en hilera, la nuestra era la cuarta, de madera y techo de zinc, con ventanas del madera que abrían hacia afuera y tela metálica para evitar la entrada de los mosquitos. Mi papá le pagaba a los que cortaban caña, yo iba al cañaveral, los obreros de la caña decían: “llegó el hijo de don Pedrito”, y me mondaban una caña 10~12, que era la de calidad máxima, le dejaban un cabito para no ensuciarla. Temprano iba a buscar el purrón de leche, que como empleado de confianza le correspondía y esperaba que enyuntaran la primera carreta de bueyes para montarme atrás con mi purrón al lado. Una vez en casa,mi madre hervía la leche y acumulaba la nata gruesa que colectaba de la leche hervida por 3 días, para luego con un poco de sal hacer mantequilla de nata, untada en una galleta export soda o de manteca, Umm! Sabrosa!
El palo de mangoes era fructífero, mi madre hacia pastas de mangó para venderlas a peseta, yo lamía lo que quedaba en las orillas del caldero. Cuando tenía hambre me trepaba en el palo de quenepas a comer quenepas.
No había mangó que se perdiera. El día de Pago ayudaba a mi padre a repartir los sobres, siempre caía alguna pesesitita de algún amable obrero. Los domingos esperábamos a Don Dionisio el cual venía con su Calesa y su quincalla, un Colmado ambulante, recuerdo los marrallos, los pilones y otras golosinas apetitosas.
Un niño pobre con ricas experiencias de Vida. Recuerdo el fogón alimentado con carbón, la cisterna de agua, la carbonera…  y aquellos sabrosos sorullos de harina de maíz confeccionados a la brasa, sin olvidar los de harina de trigo que hacía la amable vecina doña Mónica y compartía conmigo. Mi padre nos hacía una réplica de la Grúa de levantar la carga de caña para nosotros jugar con ella en el Patio… y caminaba descalzo. Mi plato favorito: arroz blanco pintado de amarillo con yemas de huevo del país y algún jíbaro envuelto frito con jugo de limón de compañía. Nunca pasé hambre, éramos 9 comensales. A los 5 años nos mudamos a Yauco, siempre, por varios años pasábamos el Verano y la Navidad en aquel bien recordado barrio y su Central Azucarera.
El martes 5 de abril llegué a los 73 años: 876 meses, 3,809 semanas… Gracias a la Vida, que me ha dado tanto!
Sigo: Al Rescate de la Esperanza, que anda realenga… y hay que atraparla!

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