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Yo uso uber

Marco Antonio es conductor de Uber en la Ciudad de México. Muy atento, vestido de gabán, me recogió en su vehículo personal. Inmediatamente identificó mi acento y entabló conversación. Como me había recogido en una biblioteca pública, quiso saber si era maestra o estudiante. Le contesté, de manera escueta, que era ambas cosas dentro del campo de las Humanidades. Generalmente, no le doy mucha conversación a desconocidos. Sin embargo, con Marco Antonio fue distinto. 

Al enterarse de que estudiaba y enseñaba “letras”—como le llaman aquí a los estudios literarios—le noté un breve nudo. “Verá señorita, yo llevo poco en este negocio de Uber. Apenas unos meses. En realidad yo era librero, pero ese mercado cada vez está más difícil de sostener”, me dijo. Me sentí conmovida.

Marco Antonio fue distribuidor de libros en el Estado de México por más de 30 años. Picando los 60 años, decidió cambiar de profesión. Lleva apenas unos tres meses, según él, trabajando más de 14 horas al día para poder reunir una “cuota” decente. Conducir un vehículo en la ciudad de México no es tarea fácil. El tráfico y la cantidad exorbitante de vehículos a todas horas parece transformar a los conductores en depredadores de la selva, bajo la ley del más fuerte.

Marco Antonio, no obstante, maneja con extrema precaución. No busca situaciones hostiles en la carretera.

A pesar de los señalamientos a favor y en contra de Uber, me siento cómoda utilizando su servicio. El tejido urbano de la Ciudad de México es un tanto caótico e inmenso por lo que el uso del transporte público es poco menos que una pesadilla. Por otro lado, mi condición de extranjera se adivina casi de inmediato. Creo que por ello me he visto en situaciones en las que, como machina de feria, algunos taxistas me han paseado por toda la ciudad en aras de subir el monto de la tarifa. No muy distinto de lo que le pasaría en Puerto Rico a los turistas que cayeran en manos de taxistas sin escrúpulos.

Y como está pasando ahora en la isla, también aquí los sindicatos de taxistas protestaron contra Uber. Hay que decir que las tarifas de Uber no son estables. Estas dependen de diversos factores que van desde el clima y la severidad del tapón hasta la demanda de carros-Uber en el momento que se pide uno desde el teléfono celular. Por otro lado, la plataforma de Uber facilita la comunicación con los conductores. Debido a mi despiste, en varias ocasiones, he olvidado artículos en sus carros y los he recuperado sin mayor dificultad. 

Mi experiencia con Uber es satisfactoria. Me encuentro con todo tipo de personas que, como Marco Antonio, se dedicaban a otra profesión y ahora trabajan para Uber a tiempo completo o parcial.

Llegamos a mi destino. El trayecto no ha sido largo pero suficiente para notar remiendos en el raído gabán de Marco Antonio. Se despide con un ademán que versa entre la esperanza y la melancolía. Me desea mucha suerte en el campo de las Humanidades. Le devolví el adiós a sabiendas de que posiblemente no lo volvería ver, pues nunca me he topado dos veces con el mismo conductor.

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