Lo incontenible
Antes de tomar café, busqué los resultados de las elecciones presidenciales. Ya sabía que Ricky había ganado en Puerto Rico pero me tomó por sorpresa la victoria abrumadora de Trump y la derrota de los valores esenciales que constituyen cualquier sociedad saludable, como lo son el respeto, la tolerancia e igualdad de derechos constitucionales.
Salí de casa y me topé con una multitud transeúnte silenciosa. Llegué al trabajo y nadie decía nada. Se respiraba una atmósfera de animosidad contenida. Entré al salón de clases y noté que mis estudiantes se encontraban en una especie de trance. Al preguntarles sobre el origen de su desánimo, para calentar los motores y motivarlos a hablar en español, una estudiante me contestó que estaba muy frustrada y molesta. Los demás asintieron con la mirada baja. Aproveché el comentario para practicar la diferencia entre el tiempo presente e imperfecto del modo verbal subjuntivo cuando se quiere expresar un deseo. “Quizás así no se les olvida para el examen”, pensé.
Escribí en la pizarra:
Yo no quiero que gane Trump porque…
Yo no quería que ganara Trump porque…
De ahí se extendió la discusión y todos comenzaron a dar sus razones. Porque yo quería que Estados Unidos fuera… Porque yo no quiero que los inmigrantes sientan miedo… Porque…
Después de clase, me topé con varios amigos y todos coincidieron en varios aspectos. En algún momento se les escapó una lágrima ante la noticia, sintieron rabia, impotencia o frustración. Una amiga al saludarme, me dijo: “Señores, no tengo nada que decir. No hay nada de qué hablar”.
Supongo que en este tipo de circunstancia, las palabras no bastan.
Además de mi clase de español avanzado, me tocó cubrir en la tarde la clase de un compañero. Fortuitamente, la discusión giró en torno a una novela de la posguerra civil durante el periodo franquista. Los estudiantes identificaron los temas principales de la novela, haciendo hincapié en la represión, en la intolerancia, en la misoginia, en la desigualdad de derechos, entre otros. Cada tema fue analizado como producto del contexto histórico español, que de pronto les pareció lejano y sobre todo ajeno a su realidad actual. Un estudiante dijo: “claro, todos esos valores y tradiciones correspondían a toda la idea de nacionalismo franquista que asignaba y promovía un modelo específico para el ciudadano español…”
Lo miré y noté que aún no había concluido su pensamiento. En eso, otra estudiante saltó a la discusión y agregó: “eso fue lo que pasó ayer, eso es lo que nos espera ahora”. El debate continuó. La novela, publicada en el 1945, se convirtió entonces en un presagio para la sociedad norteamericana.
Eso es lo que tiene la literatura: esa capacidad de contener lo incontenible, y en este caso, de enunciar el silencio y predecir lo que ni las encuestas, ni las estadísticas pueden precisar.
Quizás los pronósticos no sean favorables. Ni siquiera para los que le dieron su voto a Trump. Sin embargo, hoy mis estudiantes me recordaron que no todo está perdido porque siempre podemos volver a la literatura y reencontrarnos con nuestra sensibilidad.