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Explosión en la 23

Esta vez no fue un fuego en el edificio 23, sino una explosión en la calle 23. La bomba se activó en el interior de un contenedor de basura. Yo no supe de la noticia hasta que comencé a recibir mensajes de texto de familiares y amigos en Puerto Rico que querían asegurarse de que me encontrara bien. Me alarmé. Inmediatamente busqué online más información sobre el incidente.

Para mi sorpresa, había menos información publicada en la red que la que recibí por los mensajes de texto. Más allá de los 29 heridos, las calles aledañas que fueron cerradas y la conexión con otros artefactos explosivos encontrados en New Jersey y Virginia, no descubrí nada más. Al parecer, se trataba de una bomba anónima. En ese momento, el alcalde de la ciudad declaró que no era un acto terrorista puesto ninguna organización o grupo terrorista había reclamado autoría.

Al día siguiente, uno de los periódicos principales de la ciudad hizo hincapié sobre el desconocimiento que rodeaba el suceso. No sabemos quién fue el responsable de la explosión, cuál fue el motivo, cuál es la naturaleza de la bomba y por qué se seleccionó el barrio de Chelsea como escenario. Es decir, no se sabía nada.

Sentí temor. Caí en la trampa. Pensamientos como no debo salir de casa, qué bueno que casi nunca voy a Chelsea porque es muy caro inundaron mi cabeza. Ninguno de mis amigos de Nueva York parecían estar alarmados. “Qué extraño”—me dije. Recordé el estribillo de la famosa canción que alude a un fuego sobre el que no había certeza.

Hay fuego en el 23, en el 23

Unos dicen que fue a la una

Y yo les digo que fue a las 3

(…)

Unos dicen que fue a Jacobo

pero eso yo no lo sé…

No fue hasta dos días después que se supo sobre el principal sospechoso, Ahmad Rahami. Luego de un violento altercado con la policía, finalmente el joven de mi edad fue arrestado y procesado.

La versión oficial es muy parecida a la del atentado perpetrado por Omar Mateen en el club nocturno Pulse en Orlando hace unos meses. Es decir, durante el 2014 el FBI investigó a Omar Mateen y a Ahmad Rahami pero no hallaron evidencia fehaciente de que ambos tuvieran inclinaciones extremistas.

Entonces no sé qué me produce más miedo: el pensar que en cualquier momento se puede producir otro atentado o que aquellos que han logrado efectuarlos, han burlado la mirilla de las instituciones a cargo de prevenirlos.

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