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Ecos del fantasma

Aquí en la Ciudad de México me resulta ineludible el tema de la Junta de Control Fiscal. Como un espectro que de pronto se asoma y te pone la piel de gallina, así la Junta aparece en medio de la conversación. Claro que, la información que circula internacionalmente es una versión masticada de los hechos.

Cuando uno intenta indagar y exponer los datos, entonces surgen los contra argumentos que desconocen un sinnúmero de antecedentes históricos, cifras y hasta sentimientos o afectos que constituyen nuestra historia. Un click en la red te lleva a dicha historia generalizada: una foto del Presidente Barack Obama firmando el proyecto de ley PROMESA y una breve nota que por lo general resalta la “generosidad” del norteamericano para con nosotros los puertorriqueños.

Me preguntan en México:

“¿Pero entonces, ya todo se va a resolver por la promesa de los gringos, no?”, “Qué bueno que por lo menos ustedes cuentan con ese apoyo externo”, “Capaz y con eso los hacen estado”, “Es que esa deuda que ustedes acumularon parece que no tiene más salida, ¿no?”

A lo que contesto rotundamente: no.

En primer lugar, PROMESA es otra promesa más. Sus siglas no son lo único que transmite ambigüedad. Las palabras que le conforman también: “Puerto Rico Oversight Management and Economic Stability Act”. ¿Es un oversight en qué sentido? En el sentido del descuido y error o en el sentido de supervisión y vigilancia? Quién sabe. Irónicamente, ambas acepciones de la palabra oversight en español remiten a la misma idea de un país infantilizado, que descuidó sus finanzas o que requiere de supervisión adulta.

Por mi parte, no soy niña ni me gustan las promesas. Tampoco creo en los regalos desinteresados o en cuentos de hadas que lo resuelven todo con una varita mágica.

No es que crea que en Puerto Rico se haya hecho una gran labor administrativa. Ciertamente, la pobre administración y los esquemas de corrupción han propiciado la actual crisis fiscal. Pero también han habido otros factores, otras leyes, decisiones y momentos en la historia que han contribuido a una noción pueril de Puerto Rico.

Luego del no rotundo con el que respondo a preguntas sobre supuestas “bondades” de la Junta, me toca clarificar ciertos puntos: “no, la Junta es algo mucho más complejo que una simple ayuda. De hecho, los miembros de la Junta pueden recibir regalos o servicios privados  (Sec. 104 e); ellos nunca podrán ser demandados por alguna decisión que tomen (Sec. 105); tienen todo el derecho a privatizar o vender servicios esenciales (Sec.503), los empleados de las corporaciones públicas perderán su derecho a huelga (Sec.104 h); al país le costará muchísimo dinero mantenerla, el primer año costará $200 millones (Sec. 107) y estará por un período de tiempo indefinido (Sec. 209)… Tampoco viene a arrestar a los políticos corruptos ni a resolver el tema del estatus…”

Y sigo, “para los más jóvenes, los menores de 25 años, la Junta podrá imponer hasta una baja de 40% en su salario mínimo. No me quiero imaginar a un joven de 22 años, que ha invertido en una preparación, salir al mundo laboral y que le ofrezcan un salario cuyo pago por hora sea menor de lo que le cuesta un galón de leche”.

“¿Entonces para qué es la Junta?”—me preguntan con asombro.

Comprendo entonces que parte del problema aquí y en Puerto Rico es la desinformación. Las preguntas son muy parecidas a los mitos que se han propagado dentro de la isla. Esa desinformación se me parece a la mentirilla en la que los adultos mantienen a los niños para proteger la ilusión de que todas las personas son buenas y los Reyes Magos Santa Claus traen regalos desde el Oriente y el Polo Norte.

Sin embargo, en este caso, sospecho que no existe alguna buena intención. Tampoco creo que la Junta sea un regalo de navidad.

Otro detalle: la ley está escrita en inglés. Eso me evoca a mi infancia, cuando mi madre y sus amigas se decían frases en inglés para asegurarse de que yo no entendiera su contenido y tampoco me inmiscuyera en los asuntos “de adultos”.

No obstante, existen iniciativas—como el Campamento Contra la Junta, entre otros—que han puesto sus esfuerzos en traducir y divulgar información pertinente sobre la ley. Esté uno o no de acuerdo con la Junta, sí es importante exponerse a todos los datos posibles para así generar una opinión que no esté basada exclusivamente en repeticiones al papagayo o frases ancladas en intereses partidistas.

Eso es lo que trato de explicarles a todos los que aquí me preguntan sobre la Junta. Confieso que no puedo eludir el tono emocional.

Y es que la Junta es como un fantasma que pone la piel de gallina porque finalmente es una materialización de la situación colonial que vivimos.

La Junta es un papelón. Papelón de papelones.

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