Asunto perspectiva
Noto las sonrisas en sus caras arrugadas. Algunas llevan el cabello teñido, otras prefieren dejar al claro el paso de los años.
“Tan pronto me jubilé, decidí que ya no me iba a pintar más el pelo. Eso es una esclavitud, nena. Y como ahora están de moda las canas, pues ya tú sabes”—me dice doña Ramona sonriendo, mientras acaricia su cabello color ceniza, con cierto orgullo y tono de emancipación. La conocí hace apenas unas horas en la excursión de la que soy parte. Es un viaje de quince días y me estoy familiarizando con todo un demográfico distinto del habitual. En mi caso, no comparto diariamente con mis abuelos o con personas de la llamada tercera edad. En total, somos ciento cincuenta y dos personas. Diría que la mayoría sobrepasa los 75 años o está cerca. Otros pocos rondan los 60. Una minoría no superamos los 30 años. He contado seis de nosotros.
Las señoras y los señores, a su vez, me han asignado diversas categorías. Entre ellas no faltan la nena, la jovencita y la bebé. Supongo que se trata de un asunto de perspectiva. Hasta ahora, me había sentido todo lo contrario. Es algo en que han insistido mis familiares cercanos: “Ya no eres una nena. Ya mismo vas a cumplir los 30. Ponte pa’ tu número”. Contrariamente, en esta excursión me han bautizado como la nieta o la energía del grupo.
Compartir con viajeros viejos es una experiencia particular. El humor no se les agota ni el genio se extingue. El ritmo se apacigua poniendo a prueba la paciencia de cualquiera. No hay prisa, porque no tiene por qué haberla. Las visitas al baño son más frecuentes, al igual que los tiempos de comida y los períodos de descanso. Nos encontramos en el extranjero, sin embargo, ello no les priva añorar su arrocito con gandules y otras delicias típicas. “A este cochinillo, lo que le faltó fueron unos tostones por el lao’, porque así pelao’ con ensalada…”— exclama a viva voz una señora en Segovia.
He sido testigo de su relación de amor y odio con sus celulares y demás dispositivos electrónicos. Además de nieta, me he convertido en su IT o consultor de tecnología personal. De nuevo, otro asunto de perspectiva. Confieso que de mi generación soy probablemente la menos versada en temas tecnológicos, pero bueno… en este viaje manejo todas las configuraciones de Wifi y fotos tanto en iphones como en androids. También resuelvo problemas de cámaras desechables y digitales.
Todos andan con una farmacia a cuestas: Vicks, Bengay, Claritin, manteca de ubre, Peptobismol, una infinidad de remedios. Gracias a eso, pude curarme de una alergia repentina.
Durante las horas que pasamos en el autobús, imagino sus hijos y nietos que no están aquí con ellos. Por alguna razón me siento como si fuera parte de sus familias.
Este encuentro con los más viejos se ha convertido también en un desencuentro. Es decir, contradicen mis expectativas. Su vitalidad, energía y valentía me atrapan en un estado de perpetua sorpresa, una epifanía. Entonces comprendo que sentirse viejo o no, es cuestión de perspectiva.