Gracias por la lucha
¿Dar gracias? ¿A quién? ¿Por qué?
La idea de dar gracias a Dios puede parecer como un chiste de mal gusto para muchos. Este ha sido un año durísimo para nuestro pueblo, tanto para los cientos de miles que han emigrado de nuestra Isla como para quienes han decidido permanecer, luchando por la vida diariamente.
Sí, porque la vida es una lucha diaria por conseguir los recursos necesarios para asegurar tanto nuestras propias vidas como el bienestar de los nuestros. Todos conocemos personas que, aunque se matan trabajando, no pueden darle a su familia el techo, alimento, educación, transporte y cuidado médico que necesitan.
El hecho es que la vida es dura, todos los días, para todo el mundo. No importa la cantidad de recursos que usted tenga a su disposición o la riqueza que pueda acumular a lo largo de su vida, usted seguramente pasará por tiempos malos donde la enfermedad, el sufrimiento y el dolor tocarán a su puerta.
Entonces, ¿por qué vamos a dar gracias?
Cada vez son más las personas que dicen no creer en Dios, o por lo menos en el Dios que proclaman las distintas iglesias. No creen en el Dios que predican los católicos, los protestantes, o los pentecostales. Mucho menos creen en el Dios que predican los musulmanes, particularmente aquellos que siguen a los líderes extremistas. Como tampoco creen en el Dios que reclaman aquellos “cristianos” que abogan por la “supremacía blanca”.
Pues si usted no cree en Dios, aunque crea en algún tipo de fuerza espiritual, ¿a quién va a darle gracias?
Del mismo modo, hay quienes no encuentran por qué dar gracias a Dios. Son muchas las personas que están convencidas de que sus vidas están en sus propias manos, no en las manos de Dios. Por eso piensan que, si Dios no les da nada, ¿por qué han de darle gracias?
Todo depende, pues, de su concepto de Dios.
Si usted ve a Dios como un dictador cósmico, no hay razón alguna para dar gracias.
Si usted ve a Dios como un viejito celeste retirado en algún tipo de “nursing home” cósmico, no hay razón alguna para dar gracias.
Si usted ve a Dios como una fábula forjada por buscones religiosos para agenciarse la buena vida, no hay razón alguna para dar gracias.
Empero, hay otra forma de ver a Dios. Yo entiendo que, leída correctamente, la Biblia presenta a Dios como la fuerza vital del universo, como el soplo de vida que da razón a todo lo creado. Dios es, pues, la vida misma. Por eso Jesús de Nazaret dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14.6).
El Dios que se ha revelado a la humanidad por medio de la persona histórica de Jesús de Nazaret no es el causante de nuestro sufrimiento. ¡Todo lo contrario! Es el Dios de la Vida que sufre con nosotros. Por eso, el símbolo principal de la fe cristiana es la cruz, donde Jesús—la encarnación de Dios en el mundo humano—sufre la muerte para solidarizarse con todo aquel que sufre y para librarnos del sufrimiento. Nuestro símbolo central no es triunfalista, sino uno que entiende que el poder de Dios se muestra en la debilidad (2 Corintios 12.9).
Las personas de fe saben que Dios está con ellas en medio del sufrimiento. Por eso, ven los problemas y las dificultades que les plantea la vida como exámenes o pruebas que pueden ser superadas con la ayuda de Dios. El Apóstol Pedro escribió lo siguiente sobre este tema:
6 Por eso, aun cuando por algún tiempo tengan que pasar por muchos problemas y dificultades, ¡alégrense! 7 La confianza que ustedes tienen en Dios es como el oro: así como la calidad del oro se pone a prueba con el fuego, la confianza que ustedes tienen en Dios se pone a prueba con los problemas. Si ustedes pasan la prueba, su confianza será más valiosa que el oro, pues el oro se puede destruir. Así, cuando Jesucristo aparezca, hablará bien de la confianza que ustedes tienen en Dios, porque una confianza que ha pasado por tantas pruebas merece ser alabada.
1 Pedro 1.6-7 (Traducción en Lenguaje Actual)
Sobre esta base, hoy yo quiero darle gracias a Dios—quien es la vida misma—por acompañarme en la lucha por la vida. Y sí, le doy gracias a Dios por la lucha, porque es el fuego que nos refina, como se purifica el oro.
Del mismo modo, hoy le invito a dar gracias a Dios por el privilegio de vivir, por acompañarnos por los caminos de la vida y por capacitarnos para seguir luchando por la vida, en el nombre de Jesús, el Cristo.
Gracias por la lucha, oh Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com