Sin notas al calce
Como dijo el ex Secretario de Justicia de Puerto Rico, Lic. Roberto Sánchez Ramos: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. En mi caso, una cosa es un ensayo académico y otra cosa es una columna de opinión.
La diferencia principal entre estas formas literarias es la rigurosidad académica. Un ensayo requiere de un aparato crítico donde la persona que hace la investigación revele todas las fuentes que informan su escrito por medio de notas académicas. Esas notas pueden colocarse al pié de la página (“footnotes”) o al final del escrito (“endnotes”). Hay varios formatos académicos que permiten identificar recursos tales como libros, ensayos y artículos en revistas especializadas, diccionarios o enciclopedias, entre muchos otros. Dado que la mayor parte de los ensayos académicos se publican en revistas especializadas donde un grupo de “pares”, es decir, de personas expertas en el tema de estudio, pueden revisar el escrito. Este tipo de revisión es crucial para asegurar tanto la confiabilidad del contenido del escrito como la integridad de la investigación. Conozco ese proceso, dado que he publicado varios ensayos académicos a lo largo de mi carrera.
Por su parte, una columna de opinión, al igual que un artículo publicado en una revista popular, no requiere de notas académicas. Como los “blogs”, estos son escritos cortos donde los autores y las autoras expresan puntos de vista personales sobre temas variados. La investigación requerida para redactar este tipo de escrito no es tan rigurosa como la que demandan otros tipos de obras.
En mi caso, el nivel de investigación de mis columnas varía de acuerdo a su tema. Los cuentos no necesitan investigación alguna, fuera de alguna consulta al diccionario. Las columnas sobre temas religiosos, por lo regular, son resúmenes de otros escritos para los cuáles consulto libros de referencia sobre temas bíblicos y religiosos. Ahora bien, las columnas sobre temas políticos e históricos requieren una investigación más profunda. En mi caso, tiendo a leer revistas tales como Time, a escuchar entrevistas principalmente de National Public Radio (NPR) o conferencias especializadas, tales como las llamadas “TED Talks”. Sin embargo, rara vez hago referencias a estas fuentes en mis escritos, a menos que desee recomendar alguna a mis lectores y a mis lectoras. ¿Por qué? Sencillamente, porque las columnas de opinión no requieren notas al calce.
Hasta ahora, nunca me había preocupado por convertirme en blanco de acusaciones de plagio. Sin embargo, la reciente controversia en torno a la columna del Dr. Ricardo Roselló me preocupa. Yo leí su columna el día que salió y no me llamó la atención, dado que los escritos donde alguna persona propone un neologismo nunca me han gustado. Me parece innecesario acuñar una nueva palabra para hablar de la necesidad de responder, cuando “responsabilidad” ya implica “habilidad para responder”. Si hay una palabra perfectamente saludable en nuestro idioma, ¿para qué declararla muerte y acuñar otra?
Debo confesar que la controversia en torno al posible “plagio” me sorprendió, dado que Roselló no reclama originalidad sobre el tema. Al contrario, afirma que el término está tomando auge en varios círculos. De todos modos, la controversia ha tomado un matiz político, como todo toma matices políticos en Puerto Rico. Así que hay personas convencidas de la maldad del novel político, como hay otras convencidas de su total inocencia. ¿Mi opinión? Que quienes escribimos columnas de opinión sabemos que alguien va a copiar, por lo menos, parte de nuestros mejores escritos sin darnos crédito alguno. Desgraciadamente, eso viene con el territorio.
Recuerdo que cuando empecé a escribir esta columna sintonicé un programa de noticias televisadas que comenzó citando literalmente tres párrafos de una de mis columnas, sin identificarme como el autor. ¿Mi respuesta? Reírme, sabiendo que le había hecho la vida fácil a alguna persona ese día, quien encontró la introducción para su nota periodística con un mero “click” de su teclado.
Otra cosa que viene con el territorio con las acusaciones, muchas de las cuales con infundadas. En mi caso, el momento más desagradable ocurrió cuando un lector respondió violentamente a una de mis columnas, alegando que mi escrito estaba justificando el asesinato de un muchacho a manos de la policía. En realidad, mi columna no tenía absolutamente nada que ver con ese caso, dado que cuando la escribí el incidente al que hacía referencia el lector no había ocurrido. No obstante, el lector persistió en sus acusaciones, convencido de que tenía toda la razón.
La controversia en torno a la reciente columna del Dr. Roselló me ha dado una gran lección. A pesar de que las columnas de opinión no tienen notas al calce, debo ser más intencional a la hora de identificar las fuentes que uso para redactar estos escritos. Mensaje recibido.
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com y http://www.prediquemos.net.