¿En mi patio? ¡No!
El pintoresco ex-alcalde de New York, Edward Koch (1924-2013), era famoso por sus comentarios agudos y sus frases jocosas. Y la que siempre se ha quedado en mi mente fue cuando habló del “Síndrome NIMBY”.
NIMBY es un acrónimo que corresponde a la frase “Not in my back yard!”, es decir “¿En mi patio? ¡No!”. Con esta expresión, Koch llamó la atención a un hecho innegable: Las comunidades desean disfrutar de los beneficios de la industria a la misma vez que desean evitar sus consecuencias negativas. Por eso, defienden el uso de tal o cual tecnología a la misma vez que rechazan los problemas que su uso acarrea.
La controversia sobre la disposición de las cenizas que produce la compañía AES nos confronta precisamente con este dilema. Dicha compañía produce el 15% de la energía eléctrica que se consume en la Isla mediante la quema de carbón. El problema es que la planta produce un residuo en forma de cenizas. Es innegable que las cenizas contienen un porcentaje de material tóxico. Pero tanto la compañía productora de electricidad como las agencias del gobierno estatal y federal y hasta los tribunales afirman que las concentraciones no alcanzan niveles peligrosos si se manejan adecuadamente.
Éstos argumentos no convencen a las personas que viven en las comunidades cercanas al vertedero que recibe estos desperdicios, administrado por EC Waste ubicado en la comunidad Tallaboa Encarnación en Peñuelas. Es fácil de entender porqué no quieren que se depositen estas cenizas en su patio, particularmente en un ambiente donde la gente ha perdido la confianza en las autoridades.
La lucha contra las cenizas se ha convertido una “causa célebre” en Puerto Rico. Sería fácil para mí escribir una columna diciendo que no se deben depositar la cenizas en ninguna parte de nuestra amada Isla. Empero, entiendo que la responsabilidad me obliga plantear una serie de preguntas: Si se prohíbe el depositar estas cenizas en un vertedero local, ¿qué vamos a hacer con la planta productora de electricidad? ¿Puede el gobierno de Puerto Rico cerrarla indefinidamente hasta que la misma sea renovada para producir electricidad de otra manera? Si se da un espacio de 3 a 5 años para transformar la planta, ¿qué hacer con las cenizas que produzca durante ese tiempo? Y ese nuevo método de producción, ¿sería menos contaminante que el actual? ¿Sería más caro o más barato? ¿Es posible mantener la Isla funcionando con un 15% menos de energía eléctrica en el sistema?
El Senado de Puerto Rico tiene en sus manos un proyecto de ley que prohibiría de manera definitiva el depósito de este tipo de cenizas en Puerto Rico. En este momento gran parte de la población está a favor de dicho proyecto y varias denominaciones cristianas también se han expresado en contra de la disposición de las cenizas en Peñuelas. Yo sé que nadie desea tener una planta de este tipo en el patio de su casa. La pregunta que me hago es si estamos dispuestos a pagar el precio que conlleva el cierre o la transformación de esta planta.
Si planteo toda esta serie de preguntas es porque me preocupa la ausencia de consenso social en nuestro país. Tal parece que no podemos ponernos de acuerdo sobre tema alguno.
Deseamos energía renovable, pero no queremos molinos de viento ni terrenos cubiertos de placas solares.
Deseamos los beneficios de la planta de carbón, pero queremos enviar los desperdicios fuera de Puerto Rico.
Deseamos combustibles “limpios”, pero tenemos miedo de usar gas natural porque “explota”.
Claro está, alguien seguramente me dirá “usted escribe eso porque la planta no está en su patio”. Y tienen razón que yo no vivo en Peñuelas, pero vivo en la comunidad de Espinosa, Dorado, que ha estado asediada por décadas por el polvo que produce una fábrica de cemento. Somos muchas las personas asmáticas que sufrimos por el particulado de cemento que se encuentra en el aire. Nuestros autos amanecen llenos de polvo y ese mismo polvo se mete en nuestras casas.
Fueron muchas las luchas contra esa fábrica que en el pasado libró la comunidad, logrando algunas victorias. Empero, el hecho es que la fábrica permanece y el polvo que produce sigue torturándonos. Ahora bien, si esa fábrica se fuera de nuestro patio, seguramente se ubicaría en el patio de otra comunidad puertorriqueña. ¿Por qué? Sencillamente, porque el país necesita cemento para la industria de la construcción. En lugar de solucionar el problema, solo estaríamos moviéndolo de un lugar a otro.
En conclusión, mi punto es que todo tiene un costo. Si el consenso en el país es prohibir el depósito de las cenizas que produce AES como parte del proceso de producir energía eléctrica en su planta de carbón, pues procedamos a cerrarla. Empero, preparémonos para enfrentar el costo financiero, económico y social que acarrea estos cambios. Sería irresponsable limitarnos a gritar: “¿En mi patio? ¡No!”
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com