Trump, Clinton, Sanders & los “superdelegados”
Desde que tenía ocho años, he vivido fascinado por los procesos eleccionarios. Aunque no creo en partidos políticos ni en sus líderes, encuentro fascinante el fenómeno de la política.
En gran parte, eso explica mi interés en las elecciones del 2016, que ciertamente son como ninguna otra en la historia de los Estados Unidos. Permítame señalar algunos de los elementos que, a mi juicio, distinguen este proceso eleccionario de los demás.
Donald Trump, el aparente candidato a la presidencia por el Partido Republicano (conocido también como el GOP, que quiere decir “Grand Old Party”) en realidad tiene poco que ver con dicho partido. Trump se identificó por muchos años como demócrata y después se dio a conocer como independiente. Si ha podido asegurar la nominación republicana es porque atrae a las urnas a muchas personas que no acostumbraban a votar en las primarias de ese partido, principalmente porque se consideran libertarias o independientes. Trump se ha valido del poder de su celebridad para darse a conocer entre los votantes, ahorrando cientos de miles de dólares gracias a la publicidad gratuita que le ha dado la prensa.
El ala tradicional del Partido Republicano sabe muy bien que Trump, en realidad, no comparte los valores centrales de dicha colectividad. Por esta razón, varios de sus líderes se resisten a apoyar públicamente su candidatura.
En el Partido Demócrata, tenemos a Hillary Clinton—ex Primera Dama, pasada Senadora por el estado de New York y ex Secretaria de Estado—a menos de 100 delegados de asegurar la nominación a la presidencia. De triunfar en su empeño, Hillary sería la primera mujer nominada a la presidencia por uno de los dos partidos tradicionales.
Sin embargo, el senador Bernie Sanders no ceja en su empeño de arrebatarle la nominación a Clinton. Sanders comparte una característica muy interesante con Trump: En realidad él también es un político independiente, que tradicionalmente se aliaba con el grupo demócrata en el Senado a la hora de votar.
Esto explica por qué tanto Trump como Sanders han obtenido más votos en los estados donde las primarias demócratas son “abiertas”, es decir, en aquellos donde pueden votar personas independientes y hasta republicanas. Del mismo modo, ambos candidatos han perdido la mayor parte de las primarias “cerradas” donde sólo pueden votar personas previamente identificadas con sus respectivos partidos.
Sanders y Trump se han quejado abiertamente de las reglas de estos procesos primaristas, afirmando que la maquinaria de sus partidos controla y hasta decide los resultados de la votación. También se han quejado de los “delegados” que no son electos, sino que tienen derecho al voto en las asambleas de sus partidos en virtud de los puestos que ocupan tanto en el gobierno como en sus respectivos partidos.
Otro punto que une a Sanders y a Trump es la ambigüedad de sus propuestas. Aunque los discursos de Sanders tienen mucho más contenido que los de Trump, ambos candidatos presentan más críticas que posibles soluciones. Trump se limita a prometer prosperidad, garantizada por su vasta experiencia en el mundo de las finanzas, y a burlarse de los demás. Y Sanders denuncia a “Wall Street” y a los “grandes bancos” como si fueran estructuras monolíticas fáciles de identificar.
Debe quedar claro, pues, que los tres candidatos son relativamente débiles comparados con los de años anteriores. A pesar del carisma que tienen, tanto Trump como Clinton tienen números “negativos” muy altos. Esto quiere decir que el número de personas que expresan opiniones negativas en las encuestas sobre ambos es muy alto. Por su parte, Sanders atrae pocos votos entre los grupos minoritarios. Además, es “el hombre sin un plan” (“The Man Without a Plan”) para solucionar los problemas que tanto critica. En resumen, estos candidatos son tan débiles que es prácticamente imposible predecir quién ganará las elecciones del 2016.
Finalmente, quiero señalar lo que considero el punto más débil de Sanders. El Senador de Vermont ha atacado sin piedad a los “superdelegados” demócratas. Estas 719 personas tienen derecho a votar en la Asamblea Demócrata 2016, aunque no son electas en las primarias. ¿Quiénes son estos superdelegados?
- 438 son miembros del Comité Nacional Demócrata.
- 20 son distinguidos líderes demócratas, incluyendo pasados Presidentes de los Estados Unidos.
- 193 son congresistas de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, incluyendo a los Comisionados Residentes de las Islas Vírgenes y Puerto Rico.
- 47 son senadores.
- 21 son gobernadores.
¿Por qué el Partido Demócrata tiene tantos “superdelegados”? La respuesta es sencilla: Para evitar que alguien como Donald Trump gane la nominación demócrata. Estos oficiales del partido tienen derecho a votar por quien deseen, velando por el bienestar del partido, aunque eso implique estar en contra del voto popular.
El GOP tiene un número mínimo de delegados que votan en virtud de sus puestos en la maquinaria del partido. El grupo es tan pequeño que no tiene el poder político necesario para detener la nominación de Trump. Si finalmente “El Donald” obtiene la nominación, pero pierde las elecciones estrepitosamente, es posible que el liderazgo republicano enmiende el reglamento de su partido durante el próximo ciclo eleccionario para crear algún mecanismo que evite que surja otra nominación como la de Trump.
Por todas estas razones, creo que las quejas de Sanders contra los “superdelegados” es injusta. Sanders sabe que los superdelegados demócratas tienen una responsabilidad muy importante en el Partido: Detener una candidatura que, aunque popular, represente un grave peligro para el País y un seguro fracaso para el Partido.
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com