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Los demócratas ponen trabas a la reapertura económica

Los congresistas, gobernadores y otros funcionarios públicos demócratas tienen derecho a diferir de las políticas de funcionarios republicanos, como el presidente de EEUU, Donald Trump, o la mayoría del Senado federal. Pueden plantear sus puntos, a modo de contraargumento, y establecer el curso a seguir ejerciendo la autonomía de los estados. Sin embargo, se espera que lo hagan poniendo el interés de la Nación primero y que sus decisiones sean racionales.

Si fuera el caso que tienen la intención de adelantar ideas que consideran correctas, lógicas y beneficiosas para sus constituyentes, valdría preguntar por qué se oponen a medidas del presidente Trump que son de sentido común. Por ejemplo, se opusieron a que prohibiera los vuelos desde China a los EEUU cuando era necesario evitar contagios y la propagación del Covid-19 (SARS-CoV-2). Luego criticaron al Presidente porque, supuestamente, no hizo nada a tiempo para contrarrestar la propagación del virus. Es palo si boga y palo si no boga.

Tampoco favorecen la iniciativa de senadores federales republicanos, como Lindsey Graham, de la cual el presidente Trump se hace eco, sobre investigar la posible negligencia del régimen de China y de la Organización Mundial de Salud (OMS), por la omisión de información relacionada al Covid-19. Si China fue negligente y ocultó información sobre la propagación del virus, se le debe pasar factura. EEUU tiene gastos billonarios de emergencia que se pueden compensar con la reducción del pago de la deuda externa.

La postura de los principales portavoces demócratas y de los medios de prensa aliados al Partido Demócrata es atacar a Trump no importa qué proponga, aunque en el proceso perjudiquen a la Nación. Tildan al presidente de EEUU de xenófobo y recurren a la carta cliché que suelen usar contra cualquier republicano. Cuando no tienen contraargumento, tildan al opositor de racista. Es un ad hominem, una falacia argumentativa, y una forma irracional de hacer política.

Otro ejemplo de la política ilógica, es el negarse a una reapertura económica por fases, que tome en cuenta la realidad de cada estado de los EEUU. Trump respeta la autonomía de los estados, por eso se reúne con sus gobernadores, demócratas y republicanos, y colabora para atender la emergencia de salud y a la vez preparar a la Nación para una reapertura económica.

No se trata de decidir entre salud versus economía, sino de salud y salud, pues sin una economía boyante no sería posible sostener los servicios hospitalarios, los equipos médicos, las reservas de tecnología médica y de medicamentos, entre otros recursos necesarios para atender una emergencia, como la pandemia del Covid-19. EEUU tiene suficientes recursos, por eso puede asistir a otros países del mundo. Pero, si la economía no se recupera, la deuda pública incrementará excesivamente, las pequeñas empresas quebrarán, el desempleo se mantendrá elevado y surgirán nuevos problemas de salud, como patologías psicológicas e, incluso, fisiológicas. El empobrecimiento de los ciudadanos desemboca en problemas de salud.

Se entiende que los partidos políticos compiten y que los demócratas quieren derrotar a Trump. Desean ganar las elecciones de noviembre y controlar al Congreso y la presidencia de EEUU. Ese es el objetivo natural de cualquier partido. Sin embargo, deben armonizar sus intereses políticos con el bienestar de la Nación. En la jerarquía de valores, derrotar a Trump no debe ser un todo se vale ni cometer suicidio político en el proceso.

No es viable esperar por una vacuna o cura del Covid-19 para entonces reabrir la economía. Eso es insensato. Se trata de tener principio de realidad, de reconocer los límites de las medidas de distanciamiento estrictas, como el toque de queda, y pensar en cómo reabrir la economía de cada estado de una forma responsable y práctica.

De países como Suecia se puede aprender que es posible lograr la inmunidad de rebaño sin comprometer a las poblaciones más vulnerables; también, de estados de EEUU, como Dakota del Sur y Dakota del Norte. Esto no implica que no habrá contagios ni fallecimientos. Eso es inevitable. Tampoco quiere decir que el Covid-19 desaparecerá. Es el mismo esccenario si se mantienen los toques de queda y los cierres de las economías. Hay que aprender a convivir con la existencia del Covid-19, como se hizo con otros patógenos.

Le toca a los demócratas sensatos establecer prioridades. Derrotar a Trump, por más que sea un objetivo partidista y electoralista natural, no debe imponerse al bienestar de la Nación y de los constituyentes.

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