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A Trump lo usan de chivo expiatorio

La presidenta de la Cámara Baja federal, Nancy Pelosi, dijo en una conferencia de prensa que no conviene iniciar un proceso de residenciamiento (destitución) del presidente de EEUU, Donald Trump, si no hay evidencia contundente. Dio a entender que no espera que el informe de la investigación del fiscal especial, Robert Swan Mueller III, revele algo sustancial. Los socialistas “democráticos” que militan en el Partido Demócrata quieren destituir a Trump sí o sí, pero Pelosi sabe que es contraproducente y que minaría la credibilidad del Congreso y de su liderazgo.

Trump publica con frecuencia tuits en los que denuncia la fabricación de una investigación en su contra sobre un alegado vínculo entre su campaña presidencial y el gobierno de Rusia. A pesar de que no hay evidencia directa y de que no hay caso para presentar cargos criminales contra el Presidente, la Cámara Baja federal, dominada por demócratas, tiene varios congresistas que insisten en presentar subpoenas u órdenes de citación para comparecer a testificar ante una comisión del Congreso. Hay una agenda para perseguir a toda persona que se asocie con Trump.

Nunca hubo justificación para iniciar una investigación especial contra la campaña de Trump. La motivación fue la derrota inesperada de Hillary Clinton y la necesidad de desviar la atención de los señalamientos en su contra. En un debate presidencial, Trump indicó que si ganaba la elección, Hillary terminaría en la cárcel. Esa promesa es la que realmente inspira a los exdirectores del FIB y exfiscales generales de EEUU a enfocarse en Trump, en vez de Hillary. Mientras investigan a Trump, encubren a toda persona vinculada a la obstrucción a la justicia en el caso de la destrucción de equipo celular, de laptops y de mensajes de correo electrónico marcados como información clasificada. Como arte de magia, se dejó de hablar de los posibles cargos contra Hillary, para bombardear mediáticamente con una alegada interferencia rusa que nunca ocurrió.

Ni siquiera hay un señalamiento de que Rusia intentó manipular las máquinas que cuentan las votaciones electrónicas. Realmente no hay una investigación por fraude electoral, sino un circo mediático de distracción masiva.

Los demócratas no aceptan la derrota de Hillary. Llegan al punto de proponer un cambio en el sistema de votación para elegir al presidente de la Nación. Quieren eliminar el Colegio Electoral y sustituirlo con el voto popular para que estados más densos poblacionalmente y predominantemente demócratas determinen la elección presidencial. Incluso, favorecen crear ciudades santuarios que incentiven la inmigración ilegal. También, quieren que voten inmigrantes sin la ciudadanía americana.

Prácticamente, acomodan las fichas para facilitar que los demócratas ganen elecciones. No hay una genuina preocupación por mejorar el sistema electoral para evitar fraudes. Si así fuera, no se opondrían a que se solicite una identificación para votar y a que se depuren las listas electorales.

Al Partido Demócrata no le va bien internamente. Su obsesión anti Trump revela un problema entre sus filas. Pelosi está en una encrucijada, porque su partido no tiene un norte claro. Los socialistas “democráticos” van por un lado, los islamistas por otro, los centristas son otro cantar, y los que van y vienen podrían desafiliarse del Partido. Hay varios movimientos para salirse del Partido Demócrata: #WalkAway, #Blexit, #Lexit y #Jexodus. Estos movimientos involucran a homosexuales, negros, hispanos y judíos. Son poblaciones a las que los líderes demócratas suelen dirigirse con las políticas de identidad.

Por lisonjear a las minorías, los líderes demócratas reciben más presión para adoptar ciertas políticas con las que no necesariamente están de acuerdo. El líder de la minoría demócrata en el Senado federal, Chuck Schumer, y Pelosi tienen que maniobrar para que el Partido no se les vaya de las manos. Ayudaron a construir un monstruo y, como Frankenstein, tratan de controlarlo, pero es más fuerte de lo que pensaban.

Irónicamente, los líderes demócratas tendrán que aceptar, tácitamente, que Trump ganó la elección presidencial, limpiamente, para dedicar tiempo a mantener la cordura en su partido y evitar que las Alexandria Ocasio-Cortez y las Ilhan Omar se multipliquen.

 

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