Se asoman las tristezas navideñas
Ciertamente para muchas personas la Navidad no es el derroche de alegría y fiesta que se asocia a las festividades de la temporada. De hecho, para esta fecha aumenta la llamada depresión gestacional navideña donde hay personas que experimentan sentimientos y reacciones asociados a la depresión.
Resulta una época que esperamos con ansias, donde el clima, los colores de las luces y los ritos navideños nos invitan a celebrar, los creyentes desde nuestra fe y los no creyentes desde el sentido de alegría que nos regalan las festividades.
Y así nos vamos adentrando en el Christmas spirit, sacamos las luces, encendemos la casa y comenzamos a planificar esos días esperados donde vestimos pijamas de adornos, nos damos regalos, tomamos coquito, comemos lechón. Por el camino vamos recibiendo los estímulos comerciales donde se nos quiere vender hasta los venados del trineo de Santa. Comenzamos la carrera por los comercios y la nueva moda de las compras en línea, con tal de llenar las expectativas que sobre cómo celebrar la Navidad.
Pareciera que olvidamos que como planeta estamos apenas sobreviviendo a una pandemia que nos trastocó la existencia y se llevó muchas vidas. Pareciera que al poder retomar los viajes, las compras, la actividad social, pudiésemos cerrar el capítulo pandémico y seguir “normal” con la vida que teníamos antes.
Los que trabajamos con personas en apoyo emocional, sabemos que el impacto y trauma colectivo no se supera solo con luces de colores. Ya empezamos a recibir las voces de quienes se comienzan a entristecer ante la cercanía de las fiestas. Nada más pensemos en los casi 4,000 que fallecieron cuando el huracán, más los 3,200 que hasta ahora van ante la pandemia, para darnos cuenta que hay dolor en el corazón de nuestro pueblo.
A eso súmele las soledades, las enfermedades, los divorcios y otras situaciones sociales y económicas. Hay dolor en el pueblo, uno que no se sana con solo poner fotos bonitas en las redes o andar de “party en party”.
Para ganarle a las tristezas de la época hay que poner los pies en el suelo, reconocer y atender nuestros pensamientos y sentimientos verdaderos con relación a la Navidad. Puede sonar complicado, pues quisiéramos pasar la página -las páginas- y mágicamente vivir en el mundo navideño de la felicidad de las películas de Netflix.
Ganarle a las penas que nos rondan requiere la valentía de hacer una pausa, para sentir y apalabrar esas verdades que llevamos por dentro. Las mismas que cuando se sienten reconocidas se suavizan y desde el interior brotan respuestas. Si sientes que hay pesimismo, melancolía, angustia y necesitas hablar con alguien no dudes en llamar un psicólogo, consejero, acompañante y buscar apoyo.
Pregúntate cómo deseas vivir este tiempo, para que puedas definir tus actividades y no caigas en una vorágine de entusiasmo y carreras que te desconecte de ti y un buen día no quieras salir de la cama, ni hablar con nadie.
Activa tu conciencia sobre aquello por lo que agradeces, lo que has podido superar en este segundo año pandémico y desde ahí pregúntate cómo quieres celebrar la Navidad, yo ya lo hice y fue liberador. Quizás descubras que hay cosas que puedes perdonar, visitas que puedes hacer, abrazos que con mascarilla puedes dar. Hacer de tu decoración un rito de agradecimiento como al que fui en casa de un familiar hace unos días. En vez de correr a gastar como demente en todas las cosas que nos quieren vender, coteja que puedes rehusar y darle sentido a tu decoración. Prepara una lista de personas que valoras y visítalas, toma un café con ellas o envíales un saludo.
Creo, mejor dicho, estoy convencida, porque lo he escuchado una y otra vez desde hace tres años, que muchas personas descubrieron su espiritualidad en medio de las crisis que hemos atravesado. Si fuiste una de ellas, qué tal alimentar tu espíritu en este tiempo, y conectar con esa presencia trascendente que está en Todos y Todo, desde la cual se puede preparar el corazón para celebrar una feliz Navidad, aunque haya tristeza.