Sigo sin creer que en dos semanas he visto partir a dos mujeres queridas por cáncer.

Es difícil apalabrar las sensaciones que experimento. Conozco el cáncer, sé que es implacable y nos muestra lo más vulnerable de la vida. Tengo la sensibilidad de quien ha sido golpeada por su presencia. Lloro a quienes enferman o mueren por cáncer desde mi propia vivencia de la enfermedad. Siento una mezcla de coraje y esperanza cada vez que me enteró de que el cáncer se metió como ladrón en otra vida.

También he resucitado desde el cáncer. He redescubierto mi espiritualidad y el valor de la vida. He comenzado a comprender que mientras  viva en este este plano, es posible trascender las tantas “estupideces” y cegueras, que a veces nos limitan de ser felices y plenos por el solo hecho de estar vivos.

El cáncer me ha regalado hermosos encuentros con lo más puro del amor humano que es Divino, y me ha permitido adentrarme en la presencia del Dios bueno en el que creo. Ciertamente el dolor es maestro para acercarnos a dimensiones más profundas de la Vida que es aquí y más allá.

Hoy estas dos amigas que trascienden me hacen detenerme entre lágrimas a sentir y recordar estas verdades misteriosas.

La tristeza, que desde mi humanidad hoy me arropa, me hace detener el paso, entrar al silencio interior donde nace la voz que me habla de esa otra realidad. La realidad de que la vida sigue, que la vida, la de mis amigas y la que vivimos todos, con la muerte acaba a una forma pero nace a una nueva forma de existir.

Me lo confirmaba anoche alguien que perdió a su padre y hace unos días a través de una mariposa su corazón sintió la presencia clara de su amado padre.

En estos días las muertes de Sandra Díaz y Milagros Aguirre me han hecho detenerme a Cuestionar, Contemplar, y Abrazar el misterio de la muerte-vida.

Cuestionar, permitiéndome acoger mi coraje y mis preguntas ante lo que no comprendo todavía sobre el sufrimiento que a veces puedo sentir como injusto. Estar con mi enojo, pero no permitirle anidar en mí, pues no es lo que desean mis amigas.

Contemplar entre lágrimas, permitiéndome escuchar lo que me dice la Vida misma. Sobre la PRESENCIA intangible que no se acaba y si somos capaces de contemplar mirando con ojos de fe y esperanza, la podemos percibir hasta en una brisa suave.

Y por último Abrazar la grandeza de descubrir nuevas dimensiones de la vida de estas amigas que hoy están aquí, allí y en todos lados, ahora desde otra realidad, que es posible descubrir y que los muertos desean mostrarnos.

La muerte, ese misterio poco comprensible con la sola razón. Pero que desde mi cercanía a ella por el cáncer y mi ahogada en el mar de Guatemala donde me fui y volví, hoy puedo sentarme junto a ella, llorar junto a ella y descubrir la vida que no se acaba. Si no que se transforma y nos transforma.

Hoy hago pausa por mis amigas y por quienes han muerto y hoy viven desde ese otro espacio poco comprensible por la razón, pero plenamente vivible desde el corazón.