Redes Sociales y la Navidad
En estas navidades pude ver las bondades y trampas de las redes sociales. En días donde me tocó estar retirada de la vida pública combatiendo la influenza que ha visitado a muchas familias boricuas. El desamino del alma y del cuerpo me llevó a abandonar mi frecuente uso de las redes sociales para compartir asuntos del proyecto en el que trabajo al igual que asuntos en general de la vida cotidiana.
Hace rato que aprendí que hay una nueva ciudadanía; la digital y que lo quiera o no, las nuevas salas de encuentro, comunicación y trabajo son en los espacios digitales. Ahí nos movemos y existimos con las bondades y trampas de ese medio.
Pero en estos días vi otra cara que me llevó a darme cuenta de cómo la libertad humana y las emociones más profundas se pueden volver mercancía que se vende publicitariamente en búsqueda de seguidores que más que vincularse con nosotros, nos den su reconocimiento con un like.
La influenza me permitió dar una mirada distinta de esos espacios. Pude leer y releer los muchos mensajes y publicaciones que en los días festivos la gente que sigo publicó en las distintas redes. Por un lado ver toda la bondad de los mensajes navideños, fotos, felicitaciones y eventos compartidos como una Misa de Gallo que se celebró en un pueblito de Italia y observé en vivo desde mi hogar. También a través de las plataformas digitales estuve en contacto con seres queridos que están en otros países.
Por otro lado pude ver lo obsesivo que se puede volver el depender de visitar una y otra vez las redes para anunciar al mundo hasta los suspiros. Imagino que será una conducta que seguirá siendo investigada en aras de medir el efecto que puede tener en la salud mental. Ya hemos visto los casos de muertes en intentos de “selfies” para ser publicados. Los casos de riñas familiares al dar más atención a las redes que a la pareja o hijos.
Pude verme identificada en algunos post que vi que me reflejaron esa compulsión en la que también he caído. Me negué a aceptarlo pero con el pasar de los días en cama y con celular en mano tuve que aceptar esta gran verdad: tengo que cuidarme de la adicción a las redes sociales.
Cuidarnos del peligro que se corre de encubrir nuestras soledades y vacíos sosteniendo una imagen que dependa de que otros nos reconozcan. Cuidarnos de pretender convertir en real el mundo virtual. De descuidar las relaciones con los que conviven a nuestro lado.
Decidí hacer un giro en el envío de mis mensajes y publicaciones navideñas. Solo envié algunas postales digitales y limité los mensajes a contestar a quienes a nivel personal me enviaron sus felicitaciones. Pude disfrutarme cada regalo digital que recibí y envié reconociendo el valor de las personas y los actos de cariño recibidos.
Confirmo que nada como el contacto personal, el abrazo fraterno, el sonido de la voz de los seres que valoramos. El trato personal que nos hace sentirnos amados y reconocidos en lo profundo, eso que ni una foto ni un “like” pueden sustituir. Que sigamos viviendo los beneficios de la nueva era digital sin que esta secuestre nuestra libertad.
lortiz@csifpr.org