No fui a la playa
Ayer 4 de julio y no fui a la playa, ni a la piscina, ni de chinchorreo. Tenía tareas que hacer para seguir abriendo caminos. Antes de empezar los trabajos del día dediqué un tiempo a observar fotos de los perfiles de mis amigos -y los que no- en las redes sociales. Rostros sonrientes, avivados, miradas esperanzadoras y algunas con una picardía que provocaba risa. El fin de semana no fue muy alentador, como no lo están siendo los últimos días de esta patria y en muchos otros países. Sentí el deseo de alimentar mi espíritu con los rostros de tantas buenas personas que van en caravana. En la otra caravana -no la de los políticos con sus cuentos- si no la de aquellos que se niegan a que se muera el país.
Me resultó una terapia muy alentadora y pude haber pasado todo el día de una red a otra mirando rostros que reflejan el color de esta patria y de otras patrias que son parte de mi caravana. Sé que alguno podrá decir que en las redes solo ponemos la imagen, la máscara que deseamos transmitir para impresionar. Pero en mi recorrido por los perfiles, pude ver más allá de eso. Pude ver las vidas de gente luchadora que son la fuerza para salir del atolladero en que hemos caído. Los rostros de los boricuas que no se rinden, que se seguirán levantando cada día a construir la nueva civilización.
Es una realidad que en Puerto Rico empieza a escasear el pan, no porque no haya, sino porque ya hay familias cuyos recursos no le alcanzan para costearlos, ni con las ayudas sociales. La semana pasada visité la ruta que han comenzado a llamar “ruta del hambre”. Esa que comprende sectores desde Santa Isabel, Arroyo, Guayama, Patillas. Fue desolador escuchar las historias de empobrecimiento de personas que han sido productivas y ahora están en la “prángana”.
A cualquiera se le baja el ánimo al escuchar esas historias y muchas otras, cada día más cercanas. Ciertamente todos hemos sido trastocados por la situación del país. Pero hay que mantener sobre nosotros y Puerto Rico una mirada, una oración y una esperanza renovadora. Hay que seguir el viaje con la frente en alto, livianos de equipaje y abiertos a crear nuevas realidades en unión a otros que nos den la mano cuando nos falten las fuerzas.
Hay una consciencia nueva despertando. Cada vez hay más deseo y coraje en los boricuas de acabar con el comején que se ha devorado nuestro país. No será fácil, pues el comején una vez se apodera echa raíces, pero sé que no vamos a dejar que acaben con nosotros. La gente va despertando junto con muchas cosas buenas pasando, ideas de negocio, propuestas de solidaridad, espacios de encuentro y concertación. Hay muchos que vamos “pa’lante” con compromiso del verdadero.
No, no fui a la playa el 4 de julio, elegí trabajar y observar los rostros de los boricuas, esos rostros de los que estoy segura renacerá la nueva civilización.
lortiz@csifpr.org