Superar el miedo
No queda de otra; o lo superamos o nos roba la paz y el futuro que espera ser construido. El miedo, esa emoción que viene en nuestro paquete psicológico con el propósito de ayudarnos a precaver situaciones de riesgo. Pero cuando permitimos se apodere de nuestras vidas, puede ser un gran enemigo que nos secuestre el optimismo y el espíritu de lucha.
El miedo anda suelto en estos tiempos de crisis. Se disfraza de coraje, de discursos políticos, se expresa en rencillas violentas en las calles, trabajos y familias. En el fondo es una sensación de frío en el interior, de angustia ante el presente y el futuro. De terror a quedar desprotegidos o de perder las seguridades en las que hemos vivido.
¿Cómo pararnos frente al miedo para que no nos siga robando los sueños y la serenidad? No hay recetas mágicas, pero sí es posible encararlo y pedirle que no invada más nuestro espacio. En primera, toca develar el origen del primer miedo en la historia de vida, pues de ahí se alimentan los otros. Ese suele venir de la historia familiar donde se formó nuestra personalidad en los primeros años. Lamentablemente en muchas familias en vez de haber historias de amor hubo historias de dolor, abandono, soledad, maltrato, indiferencia y es ahí donde el niño comenzó a sentir miedo de no ser querido, de ser abandonado. De no ser aceptado como vino al mundo. Ese miedo original puede ser sanado para recibir el valor y la fuerza que vive en nuestro interior.
De ahí toca seguir atreviéndose a encarar uno por uno los temores, practicando y practicando hasta que se pueda mantener la mirada en alto y el paso decidido frente a cada persona, cada evento de la vida que nos atemorice por doloroso o caótico que pueda ser.
Hay que encarar el miedo que las estructuras políticas y económicas han alimentado, llevándonos a creer que somos incapaces de valernos por nosotros mismos, de resolver nuestra realidad como país. Ese nos ha paralizado por demasiado tiempo pero es posible abordarlo atreviéndonos a participar en causas sociales y actos de expresión solidaria en favor del proyecto de país.
El miedo es un fantasma que roba sueños. Toca anteponerse a él y en diálogo directo y franco -con el miedo- pedirle que nos deje dar los pasos que deseamos. Esos pasos que aspiramos como personas y como país.
Toca afrontar el miedo, si es que queremos romper los embrujos y voces falsas que solo hablan de lo negativo que nos depara el futuro. Estoy segura que, aunque el panorama no cambie a corto plazo, si se manejan los miedos, al menos tendremos valentía y paz para atravesar la tormenta.
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