El Gran salto
¿Estarás lista? ¿Podrás asumir los riesgos del salto? Me preguntaban y me preguntaba. Lista para el salto que tiene que ver con lanzarse desde lo alto para abrir nuevos senderos. Con algunas respuestas apasionadas a estas y otras preguntas llegó el día del gran salto. Ese que me abrió las puertas a una nueva década de vida: la llegada de los cincuenta.
Decidí recibirlos dando un salto en paracaídas, sueño que había alimentado por años pero al que no le daba la oportunidad de realizarse. Y salté una tarde de agosto en medio de un día espectacularmente bello. Me lancé de 15 mil pies de altura, más arriba de las nubes, desde un lugar donde sentí un aire que anunciaba el paraíso, donde casi toqué la mano del Creador. Decidí hacerlo como un acto de liberación de cara a los cincuenta. Una proclama de como quiero vivir lo que me resta de vida. Con valentía para afrontar mis miedos, con riesgo para seguir alcanzando conquistas, con confianza de que el Creador y su Creación seguirán cuidando mi vuelo, con el deseo profundo de que el amor hacia mí y hacia los que me rodean siga creciendo y me ayude a florecer allí donde he sido plantada.
Han sido varias las personas que han cuestionado mi salto, que me han clavado sus ojos llenos de terror. Ojos que reflejan el mundo de miedos y temores que les siguen robando los sueños, las ilusiones, las fuerzas para saltar a muchas personas. Miedo a cumplir más edad, miedo a fracasar, miedo a hacer cambios, miedo a la soledad, miedo a amar. El miedo, ese fantasma silente que se va apoderando del alma y nos confina a una vida limitada, calculada, casi paralizada.
No puedo negar que el miedo me ha rondado ante la llegada de los 50 en un mundo que rinde culto a la eterna juventud y a la belleza física. Un mundo que casi condena la vejez. Pero más que mis miedos hoy ganan mis certezas, puede más mi conciencia de saberme una mujer que ha vivido intensamente sus logros, sus caídas y fracasos. Que ha sabido crecer en medio de cada etapa vivida entre el dolor y las alegrías de la existencia. Hoy gana mi certeza de que llego a esta edad habiendo vivido apasionadamente cada ciclo de la vida, habiendo reconciliado mi pasado con mi presente.
Recibo los 50 con mis brazos abiertos en vuelo y te invito a ti a que abras tus brazos y saltes. Que abraces la brisa, la gente que amas, lo que eres y haces. Te invito a que te atrevas a dejar atrás aquello que ya no toca cargar; conductas, relaciones, heridas emocionales y sentimientos tóxicos. Que nos atrevamos a soltar los miedos y temores y nos lancemos a volar desde la grandeza cosechada por el paso de los años. Dancemos desde las maravillas que encierra el saberse pleno, celebrando y agradeciendo por lo que nos regalan las alturas y profundidades de la vida.