Hay prisa, se acaba el tiempo
Es urgente, se acaba el tiempo, hay tanto por hacer. En medio de estas y otras frases he vivido más de la mitad de mi vida. Prisa por terminar estudios, profesiones, metas. Prisa por cumplir con las tareas de cada día. Urgencia de construir un mundo mejor, salvar el planeta, acabar con los males que atentan contra la dignidad del ser humano.
Ahora más que nunca con la amenaza de la Pandemia, el cambio climático unido a la ola rampante de pillos y corruptos guiando el destino de los países, pareciera que la urgencia por actuar es la única ruta para la sobrevivencia.
En esas he vivido y también he sido feliz, al sentir que he puesto mi granito de arena en la vida de muchas personas en más de 30 años de trabajar con lo humano. He ido aprendiendo a hacer pausas para atender mi interior y desde ahí realizar el trabajo de acompañar. Siempre con la sensación de que la prisa por hacer le robaba espacios al tiempo de pausa.
Lo que vamos viviendo a nivel mundial en los últimos tiempos nos deja saber que hay una prisa mayor que la de hacer tareas o salvar el mundo. Una prisa por atender la fuente de desde donde actuamos; el Ser. Sólo desde la presencia de personas integras e integradas se avanzará en el cambio que el mundo necesita.
En estos días la vida me ha detenido sin consultarme. Más allá de la Pandemia, me han visitado enfermedades y situaciones de esas que alteran el existir. Varias cirugías, visitas a hospitales, terapias, estar completamente inmovilizada hizo que el tren de mi vida se detuviera.
De momento la prisa se volvió pausa. Todo mi quehacer se detuvo. Estar postrada, adolorida, me ha permitido un reencuentro con la esencia de la vida. He tenido espacios de estar en silencio conmigo que me han permitido revalorizar el sentido de la existencia y aumentar mi actitud de agradecimiento. Descubrir que es posible el despego de cosas que creía necesarias, de actitudes que rinden culto al ego.
Estar encamada en medio de la Pandemia me abrió un nuevo horizonte, que me ha llevado a confirmar que hay una realidad de la que depende la calidad de cada acción que hacemos al exterior. Si no crecemos interiormente y sostenemos la vida desde la conexión con el propio ser, si no sanamos las heridas y vivimos desde el manantial interior, nuestras acciones se contaminan de miedos, corajes, compulsiones y basura emocional desde donde actuamos.
Esta pausa en la que me encuentro ha sido fuente de descubrimientos. No saber si recuperaré el movimiento, o cómo será mi futuro, me ha permitido abrirme a crecer en confianza y mirar los muchos milagros que ocurren aun en medio de las peores situaciones. He podido re conectar con mi espiritualidad de una manera liberadora y alcanzar un estado de paz interior, que ahora sé, puede vivirse en medio de cualquier adversidad.
Ciertamente hay mucho por hacer, y cuando me toque retomar la marcha deseo hacerlo desde esa conciencia del ser donde habitan las mayores fortalezas y sabiduría.
Hay diversas rutas para desplegar nuestra mayor fecundidad, la que nos permite estar y actuar sin ser atrapados por la vorágine de miedos y ansiedades que nos aturden. Casi todas tienen que ver con el silencio; experiencias de oración, meditación, contemplación, mindfulness, focusing, retiros espirituales u otras prácticas que ayuden a conectar y escuchar el interior.
Te invito a hacer espacios de pausa, detener la marcha, volcarte al interior y descubrir lo que tu ser tiene para ayudarte a vivir en mayor plenitud.
La autora es Trabajadora Social, Entrenadora de Focusing y Directora del Instituto a Para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré Inc. empresa social dedicada al ofrecimiento de talleres y vivenciales para propiciar el crecimiento y la sanación interior en personas que deseen asumir un liderato afirmativo de sus vidas y vivir plenamente.
lortiz@csifpr.org