La buena semilla
Se trata de dos empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica que llegaron a nuestro hogar ante un reclamo que -desde hace unos meses- llevamos por una factura elevadísima que recibimos y consideramos poco atinada con nuestro consumo de luz.
Luego de frustradas visitas a la Autoridad, llamadas y fallidos intentos de que alguien nos ayudara al menos a entender la desproporcional factura de $600.00 por una residencia pequeña de dos personas, llegaron a nuestra casa Carlos y Roberto. Me tocó recibirlos con mis pobres conocimientos de esa materia. Llegaron con una encomienda específica de hacer una prueba al contador y rendir un informe a su supervisor.
En poco tiempo realizaron su tarea y lo que ocurrió después fue es la mejor muestra del calibre con que estamos hechos los puertorriqueños. Sin razón alguna, ambos se interesaron en nuestro caso -o se conmovieron ante mi cara de súplica- y desde sus conocimientos y más allá de los límites de sus responsabilidades me orientaron sobre la forma de cómo resolver la situación. Algo que no tenían que hacer y que quizás les consumió más tiempo del que debían dedicar a nuestro caso.
En esos dos jóvenes -el rostro de la nueva generación de profesionales del país- pude ver el sentido de responsabilidad. Pude ver profesionalismo y lo que es hacer las cosas bien solo porque es la manera como se deben hacer. Pero sobre todo en Carlos y Roberto vi una integridad que me conmovió profundamente. Un comportamiento ético de actuar desde el bien y con respeto a su rol como empleados de una corporación pública.
Cuando se fueron me quedé pensando en qué habrá pasado con aquellos funcionarios a quienes hemos dado el poder de dirigir nuestras instituciones públicas que nos han llevado a la quiebra. Dónde se perdió el sentido ético llevando a tantos a incurrir en robos, sobornos, privilegiar a otros ilegalmente o cómo le queramos llamar al mar de casos de quienes han violado los principios a los que juraron fidelidad al asumir cargos públicos.
Hoy tuve un privilegio particular al recibir en mi hogar a Roberto y Carlos. Me hacen creer que Puerto Rico es salvable de la ola de corruptos que ha lacerado al País. Lo bueno hay que llamarlo por su nombre y ciertamente Roberto y Carlos son parte de la buena semilla que nos ayudará a renacer como País.
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