Lo que vi en 180 miradas
Llevo varios días sin escribir. No sé si a todos los que escriben, pero por lo menos en mí hay una alta conexión entre la escritura y el corazón. Entre lo que plasmo y lo que siento cuando escribo. Ayer experimenté una de esas vivencias que renuevan el espíritu e inspiran a escribir en medio de las sombras de estos tiempos donde corremos el peligro de caer en la derrota ante lo que se vive en el país.
Fui invitada a dar un mensaje a los graduandos de la escuela República de Costa Rica de Caguas, mejor conocida como la Escuela Vocacional. Llegué allí con inquietudes, todavía rebuscando las palabras certeras para pararme frente a 180 jóvenes a hablarles del futuro, de metas y sueños cuando el panorama es tan incierto en nuestra isla.
Cuál fue mi sorpresa al sentir como mi ser se energizaba cuando comenzaron a desfilar los graduandos con sus maestros. Con la nueva moda de los birretes decorados con flores, adornos y mensajes positivos. Me fui haciendo una con la energía del grupo, con sus gritos de júbilo. De momento comencé a ver el Puerto Rico que irá naciendo de sus manos y su esfuerzo. En las miradas de estos jóvenes vi luz, la luz que necesitamos para salir de las sombras que nos visitan en estos últimos años. Vi los talentos y las fuerzas que nos ayudará para renacer como sociedad.
Pero sobre todo vi la alegría contagiosa y desbordante que los caracteriza y que hace que vean el mundo con ojos de esperanza. La alegría, esa emoción que nos toca alimentar y que donde haya jóvenes está garantizada. No sé si todos atendieron mi mensaje. A algunos los vi atentos a mis palabras, a otros los disfruté mientras se sacaban fotos con los celulares, conversaban y reían entre ellos. Así son los jóvenes, espontáneos, creativos y también transparentes.
Resultó alentador escuchar las palabras que compartieron algunos de ellos, escuchar las melodías que cantaron y los muchos trofeos que se repartieron que reflejaba la cantidad de talentos de estos jóvenes.
De modo especial celebré el que se graduará Hazael Aponte Solá a quien vi nacer y hoy ya está listo para una nueva etapa de vida, la que estoy segura sabrá emprender con valentía en busca de su estrella más alta -lema de la clase graduanda- al igual que sus compañeros.
Luego de mis palabras recibí un aplauso de la clase con gritos -lo que me dejó ver su aprobación al mensaje- también me entregaron un arreglo de rosas en agradecimiento. Rosas que representan la vida que florece en cada graduando de ésta y todas las graduaciones que se vienen celebrando en Puerto Rico en estos días y que estoy segura en algunos años dará frutos para un mejor país.
Salí de allí preguntándome si no debí ser yo quien les regalará flores a estos jóvenes y a sus maestros, por la bendición de poder estar en este espacio donde se renovaron mis esperanzas.