La postura del triunfo
De Mónica falta mucho por decir. De este momento de nuestra historia como país, todavía hay mucho por celebrar, aprender e integrar a nuestra vida personal y colectiva. Ojalá cada puertorriqueño escribiera y comunicara al mundo su propia lección de este evento que a todos nos ha llevado a reencontrarnos con la grandeza que tenemos como pueblo.
Una de mis lecciones sobre este evento tiene que ver con la postura de Mónica durante el juego que le concedió el triunfo. Su postura corporal, una postura que mostraba una determinación serena y segura de que triunfaría.
No sé si Mónica practique “focusing”, pausa “mindfulness”, oración en silencio, meditación o alguna práctica de introspección y conexión con las fuerzas interiores y la espiritualidad. Pero su serenidad, su mirada decidida, sus movimientos sueltos y libres reflejaban algo que brotaba de su ser más profundo. Sus movimientos expresaban una conciencia que le guiaba en las jugadas y le hacía avanzar hacia su meta con determinación. Sabemos que contó con un equipo de profesionales que la prepararon para el evento, junto con el amor y las oraciones de sus seres queridos y su pueblo. Pero ciertamente, fue su propio ser quien la guió hacia la meta. Con serenidad, enfoque y determinación, pudo demostrar su dominio.
Por otro lado, la alemana Angelique Kerber nos mostró la contraparte de una postura, gestos y mirada que denotaba frustración y tensión. Una experta en el tenis que fue sorprendida por Mónica con toda su expresión corporal y emocional que la hicieron ganadora desde antes de comenzar a jugar.
Nuestros cuerpos y nuestro ser están llenos de sabiduría infinita. Una sabiduría capaz de mostrarnos los pasos a seguir para atravesar circunstancias difíciles donde nos ronda el temor. Hoy se sabe, gracias a muchos autores, entre ellos el psicólogo Eugine Gendling, que un paso dado desde la conciencia corporal nos hace avanzar y encontrar soluciones a los retos de la vida. Nuestro cuerpo encierra los miedos, frustraciones, al igual que las alegrías y fuerzas que nos habitan. Encierra las emociones que han ido cobrando forma en la postura con la que nos paramos frente a la vida. Las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y los demás, esas que nos hacen derrotarnos o avanzar en la vida, han ido alojándose no solo en nuestra mente sino también en nuestro cuerpo.
Estoy convencida de que, literalmente, la manera como nos paramos frente a la vida y la postura que viste nuestro cuerpo, refleja lo que llevamos por dentro. La soltura o tensión con la que nos erguimos. La mirada en alto o por lo bajo que solemos mostrar. Todo lo que no dice con palabras, pero expresa con dolores y enfermedades el cuerpo, es la voz del interior pidiéndonos ser escuchada y atendida.
Ojalá que mientras seguimos con la euforia del triunfo, podamos integrar los mensajes que a distintos niveles nos ha dado este evento. De modo especial, nos demos permiso para descubrir qué cosas debemos cambiar, transformar y nutrir para seguir en el camino de la vida siendo guiados por esa sabiduría que nos regala el escuchar lo que nos dice nuestro cuerpo. Descubrir que podemos pararnos frente a los retos -como Mónica- con una postura que nos guíe a alcanzar los logros que aspiramos, por más difíciles que puedan parecer.
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