No perdamos la cordura
Me lo digo y te lo digo en días en los que pareciese que arrecia con mayor fiereza la embestida que nos está sacudiendo hasta las entrañas. No perdamos la cordura ante el coraje, la tristeza y el miedo que invaden lo profundo del ser. Ante la impotencia que hace pensar que no hay salida y que todo se vendrá abajo en medio de esta tormenta de deudas, corrupción, mentiras y sin sentido en la que vamos como país.
Cordura, esa facultad para mantener la sensatez, la prudencia, el buen juicio, en tiempos en los que ronda en el ambiente la incertidumbre hacia todo lo básico de nuestra estabilidad como pueblo. En los que nos levantamos y acostamos con ataques y más ataques de un lado para otro, a nivel local y mundial, el más reciente en Francia.
Aquí en nuestra tierra arrecia la búsqueda desesperada de prevalecer en la repartición de lo poco que le queda al gobierno. Competencia entre hermanos puertorriqueños por sobrevivir en los espacios de una economía moribunda que sigue respondiendo a un sistema económico que fomenta la desigualdad, en la que unos pocos -cada vez más pocos- casi todos extranjeros, acumulan a costa de la gran mayoría.
Sobran las razones para perder la cordura; pero no, no podemos perderla. No nos permitamos vernos como enemigos unos de los otros. No ataquemos al hermano puertorriqueño con el que debemos unirnos para refundar este país desde la base. No caigamos en la trampa de seguir creando distancias y luchas de poder cuando solo la unidad nos dará la fuerza suficiente para reconstruir el país. La unidad que nos permite ver al otro como parte del único universo que nos cobija a todos y que nos une a aunque seamos de diversos lugares o pensemos diferente.
Quizás no sabemos cómo hacerlo pues hemos sido adoctrinados por un sistema que promueve la competencia y el egoísmo feroz. Egoísmo que en cierta medida todos cargamos, a veces más abierto, a veces más sutil, que se cuela en las instituciones y hasta en los colectivos participativos en los que se termina imponiendo y descartando a los que no piensan igual.
No perdamos la cordura, al contrario: desatemos entre nosotros la fuerza de lo humano que nos caracteriza como pueblo. Armémonos de las armas del amor y la fraternidad para seguir luchado contra tanta injusticia, acuñemos la revolución pacífica de la no violencia – que puede transformar lo que toque- si se vive desde lo profundo del ser. Tocará la protesta, también tocará seguir proponiendo lo nuevo que necesita surgir. Descubrir nuevas vías para renacer, pero que solo descubriremos en común-unión, desde la práctica de lo solidario.
Todavía nos queda presenciar y sufrir mucho del desmantelamiento de las seguridades que creíamos serían cuidadas y garantizadas por los políticos a quienes confiamos el país. Seguiremos presenciando el desmantelamiento de un mundo plagado de injusticias y opresión que redundará en más destrucción, mientras la vida seguirá pronunciando su grito de protesta y los pueblos seguirán despertando. Para bien o para mal nos ha tocado a ti y a mí ser parte de este momento de la historia; decidamos cómo habremos de pararnos frente a él y sigamos escribiendo la nueva historia.