Imagino que no seré la única
Imaginoque no debo ser la única que en estos tiempos se encuentre experimentando algoasí como un apretón de pecho, unaespecie de ansiedad que no se sabe de dónde brota, o tal vez sí se sabe. Imagino que no debo ser la única a la que ronda unmiedo inexplicable, una sensación de que algo va a pasar y poco o nada se puedehacer.
Paralos que experimentamos esas sensaciones,cada nuevo acontecimiento que se suma a la ya larga lista de calamidades quenos ronda, nos va consumiendo las energías, las ilusiones y esperanzas que cadavez es más difícil fabricar. Pareciese que por cada lado al que uno se asomehay un velo que se corre mostrando desgracias y más desgracias en todos losámbitos, sociales, políticos, eclesiales, personales. Es como una bola demaldad que busca atraparnos y que lentamente va acabando con la vida a su paso.
Elotro día leí la noticia de los grandes barcos personales, de los ricos árabesque cuestan millones, o la noticia de que en Colombia el 97% de las tierrasestá en manos de 5% de las personas cuando hay una masa decampesinos e indígenas que dependen de las mismas para su sustento básico. Noticias absurdas como que los Israelitas y Palestinossigan matándose por asuntos de tierra. Opeor aún, la noticia de que en el mundial de football se obtienen cerca de 4millones de ganancias que se reparten entre jugadores y equipos.
Laverdad es que al más bravo, al más creyente, al más optimista, se le tiene que apretar el pecho ante estos ymuchos otros absurdos. Ante el descaro imperante en el que cada día vivimosdonde cada cual busca su solo beneficio aunque conlleve aplastar a otros, amuchos otros.
Enmedio de mi queja, de mi dolor de pecho por tantos errores, los míos y los dela humanidad, recibí la visita inesperada de un amigo de la juventud a quien noveía físicamente hace más de 15 años. Llegó de momento desde Italia donde se dedica al sacerdocio misionero.Llegó a visitarnos para saber cómo estábamos en la casa y en el país. Luego deun desahogo mutuo de las penas personales y mundiales que nos aquejan, mepercaté de su rostro sereno. Sereno ante mis historias llenas de quejidos, ysereno ante las suyas. Ante sus cuestionamientos y dolores. Un rostro que anunciabaun optimismo sereno de quien sabe por vivencia que la providencia no desampara.De quien ha aprendido a vivir la fe al lado de los que no la pierden a pesardel hambre y la pobreza.
Compartimosuna cena de tres donde estuvo la humanidad completa, en especial los máspobres. Compartimos desahogos y también los pasos que seguimos dando para nodejarnos vencer por la desesperanza. Brindamos por la vida y los que luchan porella contracorriente.
De momento me percaté de que mi apretón de pecho había desaparecido y si algo quedaba se desvaneció al despedir la velada con un fuerte abrazo y la promesade volver a vernos para seguir fabricando encuentros de vida.
Confirmouna vez más que lo importante es no detenernos, que hay que seguir la marcha ypor el camino llegarán momentos de oasis en medio del desierto. Momentossencillos de donde brotarán las fuerzas para seguir creyendo que la justiciaserá y junto a otros podremos seguir llevando el peso de las cargas. Descubrir que la luz sigue iluminando elsendero por mas tinieblas que nos acompañen.