Nos persigue la chatarra
Me parece que no es nada nuevo que andemos metidos literalmente entre chatarra. Parece que desde hace un tiempo, el país va dando pasos entre pantanos llenos de chatarra. A más planes, ideas y proyectos se nos presentan, más nos arropa la chatarra. Y lo peor es que la mayoría del pueblo, ni entiende cómo se llegó a este hundimiento económico y social, aunque le ha tocado pagar las consecuencias directas.
Me decía una anciana de 81 años, mientras observaba en las noticias a los políticos pidiendo unión de voluntades y a los comerciantes pidiendo acciones para resolver el problema: “a mí me gustaría ayudar, pero ni idea de qué hacer”. Así mismo, las voces jóvenes se preguntan: ¿cuánto tiempo más faltará para que las personas que directamente tienen la tarea de administrar el país, lo hagan en favor del pueblo?
Son muchos los corajes, interrogantes e incertidumbres que en estos días han arropado a los Puertorriqueños. Hemos escuchado diversas razones, discursos y opiniones para la degradación. Sonó cruel escuchar, de parte de algún economista, la insinuación de que la culpa la tiene el que no se ha aprobado la reforma de los maestros. Soluciones; vaya usted a saber. Escuché hablar de un posible recorte en la jornada laboral de los trabajadores y trabajadoras del gobierno. Una vez más, el pueblo sentado frente a la debacle, penalizado por decisiones de las que para nada se les ha consultado.
Lo bueno de todo esto es que a más chatarra económica y social, más tocamos fondo, más se descompone un sistema de injusticia y lucro que ya no aguantamos. Más se revela la falsedad de una gobernanza vestida de democracia. Donde las mayorías siguen siendo denigradas en su dignidad, abandonadas a su suerte en medio de peores escenarios para la educación, la salud y el trabajo. Y que conste, que cuando digo gobernanza no hablo de un gobernador o gobernadora. Hablo de un andamiaje que pesa más que las intenciones, un andamiaje que ha echado raíces profundas. Un sistema económico metido en todas las estructuras de la sociedad, que puede más que los gobiernos y sus plataformas.
Lo bueno es que la gente empieza a indignarse, a salir de la indiferencia usual y la burla en la que se suelen manejar las vacas flacas, que cada vez son menos y más flacas.
Lo bueno es que la gente empieza a buscar otros modos de vivir más austeros, más solidarios, más alejados del culto a la materia y a los egos, un modo más consciente y cuestionador. Empezamos a descubrir que ya no habrá gobierno que nos lleve a la bonanza, y que toca enrollarse las mangas para ayudar en la reconstrucción. Y eso inevitablemente nos llevará a la construcción de otra sociedad. A nuevos planteamientos, a nuevas propuestas, a nuevos líderes y reclamos desde el corazón mismo del pueblo.
Evoco a mi buen amigo, el P. Feliciano Rodríguez, quien se ha dedicado a generar en sus prédicas, talleres y encuentros de vida, una nueva cadena de información en torno a la Teoría U. Teoría que invita a salir fuera de nuestro mundo normal, hacia los límites del sistema, hacia la periferia del campo de actuación en el que nos sentimos llamados a actuar. Hay que mirar el sistema desde otra perspectiva, abrirnos a otras formas de relacionarnos con los bienes materiales, la naturaleza y las personas. Otros modos de participación en la gestión del país. Generar espacios de escucha y diálogo para ir creando nuevos prototipos de cambios. Todo esto desde la base, desde las comunidades, desde los distintos grupos que ya empiezan a activar su cansancio ante la chatarra que nos arropa. Quizás pronto nuestras plazas públicas se vuelvan a retomar como espacios de expresión e intercambios regeneradores.
Lo bueno es que cuando la consciencia se desata, genera acciones imparables e impenetrables. Y la conciencia de nuestro pueblo, será capaz de trasformar la chatarra en materia reusable para el bienestar de cuantos aquí habitamos.
Termino con pensamiento de Henri Barbusse que siento recoge lo que surgirá de la chatarra “Las cosas pequeñas, si se ponen juntas, son más grandes que las grandes.