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Aberraciones coloniales

Cuando en 1948 Luis Muñoz Marín sentenció que la independencia haría de Puerto Rico una sociedad arruinada económicamente, sembró la peor de las semillas: el miedo. Pero su prédica no quedó ahí.

Muñoz Marín ya tenía planes para una fórmula de gobierno propio que incluyera dos elementos fundamentales: una constitución a imagen de la que redactaron los padres fundadores Thomas Jefferson, James Madison y Benjamin Franklin para formalizar la unión federal a llamarse Estados Unidos de América. Y una ciudadanía “americana” que se vendería como un vínculo de unión permanente con la nación que desde 1898 ocupaba militarmente la Isla y -de facto- gobernaba la colonia bajo el estatuto de la Ley Jones vigente desde el 2 de marzo de 1917.

Los poderes que invocaba el Congreso de los Estados Unidos estaban contenidos en la Cláusula Territorial de la Constitución estadounidense. Todo revestía puro colonialismo pero muy legal. Los triunfos electorales del Partido Popular hicieron de su líder una figura dominante, que en la década del 1950 decidió crear un Estado Libre Asociado con el propósito de presentarlo como una alternativa que descolonizaba al pueblo de Puerto Rico. Tanto ellos como la Organización de las Naciones Unidas validaron lo que era en verdad una mentira que siempre fue denunciada por Pedro Albizu Campos y los independentistas, pero no fue hasta el 2016 que el fraude quedó al descubierto en una decisión del Tribunal Supremo del imperio.

Por más de medio siglo, el materialismo acribilló la conciencia nacional de los puertorriqueños al extremo que surgió un movimiento para integrar a Puerto Rico a la unión federal como el estado 51. Los rasgos culturales boricuas, que incluían el idioma español resistieron la asimilación a la nación en la que algunos pretendían integrarnos mientras el ideal de independencia, el más fuerte de los movimientos de descolonización, quedaba siempre relegado a un apoyo ínfimo en las elecciones generales.

Todo eso es historia relevante a la situación colonial que hoy, un Puerto Rico quebrado sufre por una deuda impagable. Como se sufre también cuando se celebran los comicios del 2016 en una Isla bajo el control fiscal de una Junta nombrada por el presidente de los Estados Unidos. Y como sufrimos los boricuas que votamos por la libertad de nuestra patria para no solamente ser repudiados en las urnas por nuestros compatriotas sino también ser objeto de burlas por quienes se someten cobardemente a la voluntad de quienes han comprado sus conciencias para mantenernos en la inferioridad del coloniaje.

Burlarse de conceptos como libertad e independencia es una aberracíón. Merecedores de ese calificativo lo serían la esclavitud y el colonialismo. A un Pueblo que nunca ha conocido la libertad y la soberanía política es un crimen negarle la posibilidad de algún día ser libre y soberano. Los eternos ganadores en las elecciones generales de Puerto Rico se burlan de nuestros valores y de una civilización que, aunque pobre, jamás elegiría a un payaso como Donald Trump como su gobernador. ¿Quienes son los ignorantes e inferiores? Los que carecen de dignidad al extremo que el discrimen maltratante no los indigna

Un partido independentista fuerte con presencia importante en nuestra Legislatura es algo que necesita Puerto Rico, y nuestro gran propósito en estas elecciones era precisamente crecer para hacernos sentir como un gobierno que lucha por nuestra identidad y valores. No contar con el concurso de quienes creemos en la libertad y la soberanía es un deficit de nuestra llamada democracia que necesita una soberana dosis de autoestima. Piensen en eso antes de burlarse de nosotros.

Cuando Donald Trump se hizo presidente de “America the Great”, vino a mi mente el plan Tennessee y a Ricky Rosselló yendo al ‘oval office’ a proponerle a Trump lo que en béisbol sería robarle el ‘home plate’ al equipo local. Para robarle  a Mr. Trump, habría que graduarse de la Universidad de Alcatraz.

Con la presidencia de Trump, los estadoístas enfrentan un imprevisto histórico. Para cuando

hagan su petición al Congreso federal, es posible que no haya 50 estados en la Unión Federal. ¿Cooooomo? Así como leen. Si Muñoz Marín sembró el miedo a ser libres en nuestra Isla, Donald Trump ha sembrado la semilla de un nacionalismo que podría hacer trizas el “most perfect union”. Un nacionalismo basado en la teoría supremacista del hombre blanco. ¡Cómo sufrirán las minorías negras, latinas e islámicas!

Estados como Hawai y Alaska ya tienen un fuerte tufo a colonias y están ‘pegaos’ con saliva a la Unión Federal. California coquetea con la separación al igual que Texas, Arizona y Nuevo México; éstos últimos fueron una vez parte de la nación mexicana atacada por el agresivo imperio yanqui en su expansión hacia el oeste.

Desde hace muchos años el regionalismo se ha acentuado en Estados Unidos por intereses económicos, y así el norte venció al sur en la Guerra Civil del siglo 19. También los separaron rasgos culturales como lo fuera la esclavitud y fundamentalismos religiosos cuyos prejuicios todavía marcan diferencias entre un “new englander” y un “americano” de Georgia,Missouri, Missisippi, Kansas y Nebraska. Y así podríamos ir por la inmensidad continental que son los Estados Unidos.

Sería muy improbable que de aquí, digamos al 2030, Washington estaría dispuesto a aceptar a un estado latino, de idioma y costumbres, contribuyendo aún más al resquebrajamiento de la “unión perfecta”. Y que se cuide Ricky Rosselló porque si insiste en su Plan Tennesee, Mr. Trump es capaz de meterlo preso a él y a todos sus monaguillos.

Y termino señalando el más aberrante de los colonialismos que no es otro que el desmantelamiento del gobierno mini democrático puertorriqueño al ser sustituido por la autoridad conferida a una Junta de Control Fiscal nombrada por Barack Obama a espaldas de la voluntad electoral de nuestro Pueblo.

Al paso que vamos, seremos colonia por muchos años, quebrados económica y moralmente.

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