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Orlandorricans

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Un pedacito de madera

Nayda y Willie, amigos a quienes conocí en la época en que la música marcaba la totalidad del ritmo de mi vida, me enviaron un mensaje por “Messenger” con una pregunta sencilla: “¿Cuándo nos encontramos?”.

Era evidente que mis buenos amigos, vecinos de Caguas, estaban en Orlando y querían verme a mí y a mi familia. Nos citamos en Disney Springs pero una tormenta pospuso el encuentro en ese lugar por lo cual lo reprogramamos minutos más tarde en una franquicia famosa por sus panes, y en donde pudimos refugiarnos de los barruntos meteorológicos instantáneos que se forman aquí casi todas las tardes en esta época.

Les conté que justo ese día tuve mi primer choque con mi nueva realidad. Habían pasado tres semanas desde que llegué a esta ciudad y los múltiples trámites para instalarnos -los cuales no han terminado aún- me habían mantenido con la mente muy ocupada. Esa pausa me obligó a detener el paso, a mirar mi entorno y darme cuenta de que no estaba en casa, que no tenía a los viejos cerca ni tampoco a los colegas de la bulliciosa redacción de El Nuevo Día. Quién haya vivido esto y no se le hayan escapado par de lágrimas, miente.

Y le conté todo esto a mis amigos Nayda y Willie. Claro, les dije también que estaba contento, que hay mucho material para grandes historias e interesantes reportajes; que hay mucho orden y los servicios públicos se pueden tramitar con facilidad y rapidez, como conté en el blog de la semana pasada.

Me escuchaban con atención y me indicaron que al tener a sus hijas y sus nietos y nietas en esta ciudad, agradecían los despachos noticiosos que El Nuevo Día producía desde acá. “No sabes lo importante que es para nosotros saber lo que ocurre en Orlando pues nuestras hijas están aquí. Y así deben pensar muchos puertorriqueños en la Isla”, me dijo Willie.

La conversación tomó nuevos giros, curvas y peajes. Hasta que Nayda colocó la cereza sobre el helado. Ella, una distinguida profesora de Ciencias en la Universidad de Puerto Rico (UPR) decidió junto a su esposo Willie, darse una oportunidad en el arte. Agarran paletas de madera, de esas porosas, llenas de astillas que muchos usan para hacer fogotas, y las pulen, las pintan, las redimen…  las convierten en obras de arte con frases positivos y mensajes cristianos.

Nayda me entregó el artefacto envuelto en papel blanco.

Era un pedazo de madera alargado, pintado de azul que tenía escrito lo siguiente: “Orlandorricans”, …el nombre de este blog.

“El color representa el azul del mar de Puerto Rico para que no lo olvides”, me dijo Nayda.

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