Los invisibles
Noelia Rosado no tiene tiempo de ver televisión. Sus días, largos y arduos, y con ellos los años y la vida, vuelan ante sus ojos en una hojarasca ensordecedora mientras atiende a Kenneth, su hijo de diez años que padece de autismo, déficit de atención e hiperactividad.
En la vorágine que son sus días, la discusión aquí, y en Washington, sobre la situación fiscal de Puerto Rico es un eco distante al que no puede prestarle toda la atención que debía merecerle. No pudo seguir, por lo tanto, la audiencia que se llevó a cabo esta semana el Comité de Recursos Naturales del Congreso de Estados Unidos para examinar la situación fiscal de Puerto Rico.
Si la hubiera visto, habría sido testigo de una enérgica defensa de las firmas y personajes que compraron bonos del Gobierno de Puerto Rico y que, a causa del desplome de las finanzas del Estado Libre Asociado (ELA), están en riesgo de no poder cobrar hasta el último centavo mayormente tan mal prestado.
Se manifestaron preocupaciones y angustias por “alterar el estado de derecho”, por las reglas que se les cambiarían a los bonistas si hubiera una reestructuración de la deuda, asuntos así. Se habló de mercados, de acciones, de jurisprudencia, de gobierno propio, de muchas cosas.
Salvo una expresión general de Antonio Weiss, representante del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en la audiencia, de lo que nadie habló fue de casos como el de Kenneth, el hijo de Noelia, que hace una semana no recibe las terapias esenciales para su desarrollo porque el centro donde es atendido, Step Forward (un paso adelante, entiéndase la ironía), cerró porque el Gobierno no le paga.
No se habló de Kenneth, ni de los miles de niños, mujeres, ancianos, todo ser indefenso en este país que no están recibiendo los servicios que necesitan a causa de la crisis fiscal, que puede agravarse si en las próximas dos semanas, antes del 1 de mayo, no se alcanza algún tipo de acuerdo que evite el impago de los bonos del Banco Gubernamental de Fomento (BGF) y desate una estampida de demandas contra el Gobierno del ELA.
No se habló de Kenneth, ni de los pacientes del Plan de Salud del Gobierno que tienen que aguardar meses por citas o por medicinas, en esperas a veces mortales; de los empleados de hospitales que han quedado desempleados por las deudas que el Gobierno que tiene con las empresas para las que trabajan; no se habló de los enfermos de zika, que pica al sur y al norte, al este y al oeste, porque no hay dinero para atajarlo; no se habló de los niños del Hospital Pediátrico Universitario, a los que valerosos empleados y voluntarios se entregan en alma y corazón en una institución decrépita que está cayéndose en cantos.
Sumemos a las legiones de despedidos por empresas o que no reciben pagos del Gobierno o que no pueden con la carga de impuestos; a los trabajadores de clase media ahogados por toda clase de cargas contributivas; a los que se tuvieron que ir, dejando atrás familias y corazones rotos. Sumemos, por supuesto, a los estudiantes, preparándose afanosamente, mientras más allá de los portones de la universidad lo que hay son borrascas, truenos e incertidumbre.
Es que la verdad es que los tratan como si fueran invisibles.
No se habló de eso en la audiencia, ni en ninguna de las 121 densas páginas del proyecto mediante el cual se pretende imponer a Puerto Rico una junta de control fiscal que maneje las finanzas y al Gobierno de manera que se ahorre el dinero suficiente para pagar la deuda y que establece unas condiciones para reestructurar los compromisos que parecería más fácil volver a la luna que quitarle al país una ínfima parte de esa enorme piedra pesada que le impide levantar cabeza y atender a los más vulnerables como mandan la decencia y la moral.
Ninguno de los conservadores republicanos que en este momento están bloqueando cualquier salida para Puerto Rico ha demostrado que le importe para nada del destino de los puertorriqueños de carne y hueso que viven a diario el calvario de la crisis. Lo que ocupa su espíritu son los bonistas, los fondos de riesgo, los grandes conglomerados de tenedores de deuda. Claro, los fondos de riesgo, los llamados “buitres”, tienen millones para pagar cabilderos que los defiendan en las lúgubres cavernas subterráneas del Congreso y hasta en los medios de comunicación.
Kenneth, y tantos otros, no.
Muy pocos saben que sin las terapias que le son tan esenciales, Kenneth seguirá dilapidando el avance logrado a fuerza de sudor y sacrificios. Para su madre, pagar de su propio bolsillo las dos terapias diarias que necesita Kenneth, que tienen un costo de entre $60 y $75 cada una, está fuera de toda posibilidad. Noelia, madre soltera de dos, renunció a un empleo de 13 años como oficinista en un hospital a causa del tiempo que le exige atender las condiciones de su hijo.
Ellos solo se tienen a sí mismos para defenderse. Están en la parte de abajo de la rueda. Son lo que los puertorriqueños conocemos como la parte más fina de la soga. Para ellos, la crisis fiscal no es un fenómeno abstracto ni una amenaza que se asoma en el horizonte. Para ellos ya está aquí. Lo ha estado durante algún tiempo. Seguirá estando. Lo viven de hora a hora, de día a día, de semana a semana.
A ellos el sablazo los alcanzó antes que a todos los demás. Ellos van a ser los últimos en recibir el fruto de cualquier arreglo que se le encuentre a esto, si es que algún arreglo se le encuentra.
“Siempre he pensado que los gobernadores, los senadores, hasta que ellos no tengan un hijo o un familiar con una condición como esta, nunca van a estar en nuestros zapatos, ni van a saber lo que uno tiene que vivir. Hasta que un familiar esté pasando por esto ellos no van a saber”, decía Noelia en una conversación reciente con este periodista.
De estas cosas, ya ven, nadie sabe tanto como el que las vive.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay. Facebook.com/TorresGotay)