La sombra de Alejandro
Carlos Romero Barceló tenía a Hernán Padilla. Rafael Hernández Colón a Victoria Muñoz Mendoza. Pedro Rosselló a Charlie Rodríguez. Aníbal Acevedo Vilá a William Miranda Marín. Luis Fortuño a Thomas Rivera Schatz.
No es inusual, como puede verse, que un gobernador, especialmente si la está pasando mal o si se entiende que puede estar en el ocaso de su carrera, tenga a alguien dentro de su mismo partido haciéndole sombra, velando en la penumbra en espera de que caiga, tirándole ocasionalmente una cascarita a ver si se le da.
En una asamblea, Romero Barceló, sin mencionar nombre, dijo que el que quisiera retarlo ese era el momento. Padilla pestañeó y eventualmente tuvo que irse a fundar su propio partido para poder aspirar a la gobernación. Hernández Colón, sabiéndose al final de su viabilidad política, le cedió el paso a Victoria Muñoz Mendoza.
Rosselló aplastó sin contemplaciones a Rodríguez cuando este apenas se insinuaba como el sucesor. Acevedo Vilá hizo las paces con Miranda Marín y logró correr sin ser retado en las elecciones de 2008. Fortuño fue perdonado por Rivera Schatz, quien sabía que las posibilidades de triunfo del partido en el 2012 eran escasas y decidió guardarse para empresas futuras que aún acaricia.
Llegamos al 2015. Alejandro García Padilla tiene a Eduardo Bhatia. El desenlace está por verse. Y la disputa se desarrolla en el peor momento posible, amenazando con llevarse enredado al pueblo de Puerto Rico, que está al borde de la insolvencia, entre muchas otras cosas por la incapacidad demostrada por el gobernador y el presidente del Senado para ponerse de acuerdo en cuanto a alguna estrategia que resuelva el grave problema de liquidez del Gobierno.
García Padilla, agobiado por las crecientes dificultades, frustrado por no estar ni cerca de que se apruebe lo que él ha identificado como la salvación, el Impuesto al Valor Agregado (IVA), se jugó la carta del que no le quedan más cartas: atribuyó la inamovible oposición no al temor que tiene casi todo el país al IVA, sino a un presunto complot para descarrilarlo como candidato a la reelección.
No mencionó nombres. Pero gente cercana a él precisó que hablaba de Eduardo Bhatia y de la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz.
La alcaldesa es una figura política ambiciosa, y su distanciamiento con el gobernador está llegando a un punto irreversible. Los separan abismos ideológicos y viejas heridas que nunca han sanado del todo. Pero muy pocos creen que, en este momento, la alcaldesa en realidad quiera postularse a la gobernación o sea una candidata viable.
Lo de Eduardo Bhatia es diferente.
Gente cercana a él ha dicho en privado que sí, que considera retar a García Padilla. Su exasperación con el gobernador García Padilla lleva tiempo. Lo saben todos los que lo conocen. A menudo no puede ni disimularlo.
Recuérdese, por si hiciera falta más, aquel mensaje de cuando ni siquiera habían tomado el poder, que se suponía fuera privado, pero terminó en boca de todos, relacionado a la reforma legislativa: “el gobernador está irracional”. Ha enfrentado a Fortaleza en el tema de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), en la crudita, en la educación pública y ahora en el IVA.
Esta semana, en el momento en que pudo haber dicho, en términos inequívocamente claros, “no me interesa correr a la gobernación, apoyo a García Padilla”, optó por no hacerlo. En fin, a buen entendedor, con pocas palabras bastan. La pelea está casada, lo cual a fin de cuentas no tiene nada de reprochable.
Lo que lo hace muy peligroso es el momento tan extraordinariamente delicado en que se da y el escalofrío que produce el imaginar hasta donde estos dos pueden ser capaces de llegar para alzarse con la corona popular.
García Padilla, evidentemente, vive un momento de profunda vulnerabilidad política. Las monumentales dificultades fiscales del Estado, que se intensifican cada día que pasa, las degradaciones, la imposibilidad de acceder al mercado para mantener el gobierno a flote, el peligro real de que este verano vivamos o el cierre de las agencias públicas o el impago de la deuda pública, le tienen hasta el cuello en arena movediza. Muy pocos, incluso dentro del propio PPD, creen que sea un candidato viable.
En nada se nota más la debilidad política del gobernador que en la incapacidad que ha demostrado hasta ahora para convencer a sus propios correligionarios de la necesidad de aprobar el IVA. Se ve de lejos y resulta hasta triste: sencillamente perdió la capacidad de persuasión que alguna vez pudiera haber tenido sobre la Legislatura de su propio partido.
Bhatia, como todo el mundo, sabe eso y, como un caballo que se para en las patas de atrás, no quiere seguir jugándole el juego a García Padilla. Ambos necesitan templar sus ánimos y pensar por un momento en el país.
Independientemente de si el IVA es o no la solución, algo tiene que hacerse ya, no mañana, para evitar el colapso, lo que va a ocurrir a más tardar en julio, la insolvencia total del Gobierno, con todas las consecuencias catastróficas que eso va a tener, si el Ejecutivo y la Legislatura no identifican una manera de allegarle dinero rápido al Fondo General.
García Padilla tiene derecho a aspirar a la reelección y Bhatia a retarlo. De eso se trata la democracia. A lo que ninguno de los dos tiene derecho es a permitir que sus ambiciones políticas los nublen y les impidan encontrar juntos una solución que le evite al país el trauma impensable que va a sufrir el día que tenga que ir a Wall Street a decir que no tiene con qué pagar o haya que ponerle candado a las oficinas gubernamentales.
Pueden irse solos a Jájome y llevar comida y bebida suficiente para no tener que salir de allí hasta que no encuentren juntos una solución. Llegar a la luna es más difícil y se pudo. Si lo intentan y fallan, se les puede perdonar. Si dejan que las ambiciones los obnubilen y, en su afán cada uno de ser el macho alfa del PPD terminan de llevar el país a la ruina, eso sí que no habrá manera de perdonárselos.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)