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Las cosas por su nombre

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Las dos caras del señor alcalde

Esto pasó no hace mucho en un pueblo del interior de laisla: un hombre estaciona su vehículo en la marquesina de su casa y elvehículo, por razones que el hombre tendrá que dilucidar en su momento con elfabricante, coge candela.

Al hombreno le quedó más remedio que agarrar a su familia, salir a la calle y ver a sucasa, es decir, a su posesión material más preciada, ser consumida por las llamascon matemática eficiencia. Al rato llegaron los bomberos e hicieron su trabajo.Pero para el momento en que terminaron, lo que quedaba de la casa eran paredeschamuscadas y un humo de tonalidad ceniza que seguía saliendo de lasventanas.  

No esdifícil imaginar el desasosiego que abate a una persona en un trance así. No esdifícil imaginar, tampoco, lo bien que viene un abrazo  y una palabra dealiento en un momento como ese. Y una de las primeras personas que se acercó ala casa a dar el abrazo, la palabra de aliento y a ofrecer su ayuda fue elalcalde de ese pueblo.

El hombreal que se le quemó la casa es un conocido militante del Partido PopularDemocrático (PPD). El alcalde pertenece al Partido Nuevo Progresista (PNP).Pero eso no impidió que se acercara al menesteroso y le pusiera a sudisposición los recursos del municipio para limpiar la casa, para reubicarlo enotra vivienda mientras durara la reconstrucción y, en fin, para lo quenecesitara.

Sobra decirque, más allá de partidos, la lealtad de ese popular del corazón del rollo estácomprometida para siempre con ese alcalde perteneciente a su archirrival PNP.

Esa es laparte buena de los alcaldes: ayudan al necesitado sin mirar partido, van avelorios, bodas y quinceañeros, proveen actividades de recreación para susconstituyentes, se la pasan en la calle y en el cafetín mezclándose con lagente. 

La partemala, tristemente, se nota demasiado también; la corrupción, los gastosalegres, los desmadres adminitrativos, los salarios desmesurados, loscontratazos a amigos, el nepotismo y el abuso de poder.

 Laparte buena hay que buscar cómo mantenerla. La parte mala necesita atenciónurgente porque, junto a los otras grietas que tiene el Estado, amenaza conterminar de destruir lo poco que todavía nos queda de pie.

Cerca de lamitad de los municipios opera con déficit. Algunos de ellos viven de dádivas deun Estado que está en su propio hoyo y ya no puede sostenerlos, como es el casode los muy detestados y desprestigiados subsidios por el uso de energíaeléctrica en los ayuntamientos. Varios están al borde la bancarrota.

Encima deeso, al país le hierve la sangre de vez en cuando con las noticias de alcaldessubiéndose a los salarios a niveles impensables para las poblaciones a las quesirven. Algunos, como Chemo Soto el de Canóvanas o Gilberto Valentín, deMaricao, tienen salarios más o menos diez veces mayores que los per cápita desus municipios. También ha habido casos de alcaldes que dicen no haber tomadoni un día de vacaciones ni haberse enfermado en años y, basándose en esainsólita alegación, le han escamoteado a sus ayuntamientos pagos estratosféricos.

  En fin, que los alcaldes andan por la libre, no parecen estar sujetos a ningunode los controles que aplican a los demás mortales y en  la Legislatura,salvo raras excepciones, se producen profundos escalofríos e incontrolablestemblequeras de rodillas cada vez que se habla de alguna medida para intentarponerles bridas y obligarlos a comportarse acorde a estos tiempos.

Esostemores son  comprensibles.

Veamos:

Losalcaldes tienen el control absoluto del aparato político de los partidos. Sonlos que movilizan gente a los mitines, los que reclutan funcionarios decolegio, pasquinadores y comisarios de barrio. Sin esos elementos, ningúnpolítico, de la Legislatura ni del Ejecutivo, tiene posibilidades de sobrevivirpolíticamente.

Aquí sehabla de donantes y de fuerzas económicas ocultas como las que controlan elproceso político. Sin duda, esos elementos tienen una influencia mucho mayor dela que deberían. Pero el verdadero poder de quitar y poner candidatos, deelevar o ahogar  aspiraciones, es de los alcaldes. Son los alcaldes losque de verdad quitan y ponen gobernadores y legisladores en este país. No sonpocas las elecciones o consultas que se han perdido porque los alcaldes no semovilizaron.  

  Poreso es que hacen y deshacen y no les pasa nada y por eso es que en el Ejecutivoy la Legislativo hablan y hablan de ponerles control y al final no hacen nada.Les paraliza el miedo. 

Hay unproyecto, del senador Martín Vargas, que fue alcalde, de paso, para controlarla manera desordenada y abusiva en que se suben los salarios. El representanteLuis Vega Ramos también presentó una medida similar. Pero ambos proyectos andandivagando sin rumbo por las lúgubres cavernas del Capitolio sin que nadie se atrevaa meterles mano.

 Haylegisladores que, al pasear alegremente por el Capitolio, ven esos proyectos y,con un rictus de espanto, cambian corriendo de dirección.

De lo otro,lo más complicado, pero que es también lo más lógico, menos se habla: eliminar municipios.No hay razón, a estas alturas, para que el país tenga que sostener 78burocracias ineficientes y muchas veces corruptas. Pueden agruparlas todas en10, 12 o 15, un poco más si quieren, y nadie pierde. Juana Díaz no dejará deser Juana Díaz, ni Adjuntas Adjuntas. No tendrán alcaldes con salario deejecutivo de la Microsoft, pero sí un encargado que pueda ir a quien se lequeme la casa, echarle el brazo y darle esa ayuda y ese aliento tan necesarios.

Si alguiense atreviera…

(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)

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