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Las cosas por su nombre

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El país con las manos atadas

Supongamos, primero, que a usted lo metieron en el comité ese que designó el viernes el gobernador Alejandro García Padilla para que lo ayude a identificar soluciones para los que él considera que son nuestro cuatro problemas más apremiantes: la emigración masiva de los jóvenes, el envejecimiento de la población, la baja participación en la tasa laboral y la economía informal.

Supongamos, segundo, que usted supera la suspicacia que le causa a todo el mundo estos comités o estudios, porque sabe, y si no lo sabía se lo recordaron ya, del montón de esfuerzos iguales que ha habido aquí durante las pasadas décadas para lo mismo y que se esfumaron en el aire.

Supongamos, tercero, que usted también sabe que esos cuatro problemas han sido estudiados a la saciedad y por eso acepta, porque sabe lo que hay que hacer y quiere estar en el comité para decirlo y probar si de una vez y por todas se hace.

Y supongamos, por último, que usted se hace el ciego ante el hecho de que el resultado del trabajo de ese comité está casi seguramente abocado al fracaso, porque todo el mundo sabe que cualquier plan serio toma más de los tres años que faltan para las próximas elecciones y a la oposición no se le invitó a esto, aunque fuera por cortesía porque es conocido que la oposición aquí es irracional y tiene uno que ser la mar de cándido para suponer que hubieran aceptado.

Supongamos, pues, que usted superó todas esas reticencias, porque quiere mucho al país o porque entiende que ningún esfuerzo está demás, se enrolla las mangas, se frota las manos y emprende la ardua tarea de tratar de que este país se entienda a sí mismo.

Duele tener que señalar que , al comenzar la tarea, se va a encontrar de inmediato con varias sorpresas muy desagradables, la principal de las cuales es que esos cuatro problemas no son el problema en sí, sino síntomas de desafíos harto más complicados que hasta ahora nadie en posición de hacer algo ha querido afrontar.

Esos cuatro problemas, dicho claro, son consecuencia de varias úlceras supurantes que tiene la piel de nuestro país y de las que no se habló ni en voz baja cuando se anunció el comité de García Padilla.

El comité intentará resolverlos con las manos atadas por el problema de la deuda que traga y traga nuestros limitados recursos, por la bancarrota fiscal del gobierno, por un sistema de educación que no responde a los monumentales retos que enfrentamos, por el control hegemónico que ejercen la política partidista sobre el servicio público y por un status que es como una camisa de fuerza.

La deuda de $72,000 millones, por ejemplo, nos obliga a dedicar al pago de préstamos miles de millones anuales que podrían ser usados, por ejemplo, para dotar con tecnología las escuelas, para modernizar nuestra infraestructura, hacer al país más atractivo para la inversión extranjera o fomentar el empresarismo local.

El vetusto sistema de educación, mientras tanto, hace años que no responde a los monumentales desafíos que enfrentamos, porque es rehén de la política partidista y sus inmensos problemas administrativos y filosóficos se profundizan año tras año por la incapacidad de sus administradores para deshacer ese nudo que lo ahoga.

Es en el sistema educativo donde es más grave. Pero la hegemonía partidista sobre el estado contamina el servicio público de pies a cabeza, pues en agencia tras agencias los que están a cargo no son los más capacitados, sino los que mejores conexiones políticas tienen. Eso condena a la mediocridad y a la incompetencia al estado, porque a legiones de talentos no se les considera para colaborar en nada ya que nunca se asomaron por comités de partido alguno.

El status colonial, así mismo, nos impide desarrollar un plan económico sensato por nuestros propios medios pues las más importantes iniciativas dependen de que en otro sitio nos las aprueben o colaboren, y en ese otro sitio, Estados Unidos, solo hacen lo que a ellos les conviene y, si por suerte es bueno para nosotros también, pues puede que por carambola cojamos también algo del beneficio.

En resumen, no es un secreto lo que hay que hacer para salir del hoyo. Lo que no ha habido hace décadas es valentía para atreverse a ver lo que está mal y voluntad para resolverlo, porque el interés de los partidos es que nada cambie para poder seguir turnándose el poder con la seductora narrativa de la crisis.

Pero usted no se quite del comité. Vaya allí y cántele estas verdades, a ver si ahora, por fin ven cuál es la bacteria que contamina el sistema nervioso central del estado puertorriqueño. Suerte. Sinceramente. Todos las necesitamos.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)

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