El gobernador científico
Si el destino o el azar hubieran llevado por otros rumbos al gobernador Ricardo Rosselló, no habría sido extraño verlo por el Fideicomiso de Ciencias, Tecnología e Investigación, en bata blanca, dedicado a las cuestiones de células madre, curas para el cáncer y empresas con socios chinos a las que se dedicaba antes de meterse a la política, en aquellos tiempos, no muy distantes, en que vestía de mahón y camiseta, llevaba el pelo encaracolado al estilo playero y exhibía una incipiente chiva.
Su propia determinación y la pasión que le prodigan miles de novoprogresistas, en cambio, lo hicieron gobernador y ahora anda día y noche lidiando con las muchas crisis de Puerto Rico mientras trata de traer la estadidad. Casi nunca se le ve si no es en saco y corbata, con el pelo liso y engomado y ya sin rastro de vello en su rostro ahora límpido.
El destino y el azar lo cruzaron, comoquiera, con el Fideicomiso.
La Legislatura aprobó una medida que cambia la estructura del Fideicomiso, una entidad sin fines de lucro, dirigida por una junta de once fiduciarios de los cuales seis son personas de la empresa privada y de la academia con inmensas reputaciones y los otros son los titulares de cinco agencias del gobierno.
La medida dispone que el Fideicomiso pase a ser dirigido por una junta compuesta por personas nombradas por el gobernador y confirmadas por el Senado. En otras palabras, se convertiría en otra agencia de gobierno más. Sería dirigida por una junta de la confianza del que sea gobernador, igual a la que ha dirigido, por ejemplo, la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que esta semana, tras años de deterioro producto de la influencia de la política partidista en sus operaciones, se declaró en quiebra.
En quiebra, de paso, también están la Autoridad de Carreteras y el Banco Gubernamental de Fomento (BGF), también dirigidos por juntas cuyos miembros fueron nombrados y confirmados por políticos. Por un barranco así se despeñará eventualmente, tememos muchos, el Fideicomiso, si el gobernador, que siempre que hay ocasión nos recuerda que es científico, le estampa su firma a la medida, desoyendo a todos los que le están pidiendo que no lo haga.
La nueva estructura implicaría también el despido de la directora ejecutiva, Lucy Crespo, una veterana ejecutiva de industrias tecnológicas, de reputación intachable, que salió de su merecido retiro para aportar a Puerto Rico con su liderato, sabiduría y experiencia en este campo.
¿Qué es lo que hace el Fideicomiso y por qué es que todo el que lo conoce se opone tenazmente a que se le convierta en otro feudo político más?
El Fideicomiso, que depende solo en 20% de fondos públicos, viabiliza y fomenta la transición de Puerto Rico hacia la economía del conocimiento. Conecta a jóvenes emprendedores con las personas que pueden guiarlos y con los inversionistas que pueden echar a volar sus ideas. Prepara propuestas y obtiene fondos en la comunidad internacional para investigaciones científicas. Viabiliza la comercialización e internacionalización del resultado de esas investigaciones.
Los políticos llevan años hablando de que Puerto Rico “se tiene que mover hacia la economía del conocimiento”. En el Fideicomiso, eso está ocurriendo ya. En Parallel 18, una incubadora de empresas que funciona al amparo del Fideicomiso, han participado 100 compañías de 15 países en los que ya se sabe que en Puerto Rico se fomenta el emprendimiento y la creatividad. El Consorcio de Investigación Clínica, también del Fideicomiso, tiene lazos con 22 centros de investigación internacionales y ha contratado nueve investigaciones en las que participan 60 científicos.
El Fideicomiso ha invertido cerca de $50 millones en la Ciudad de las Ciencias, un conglomerado de instituciones académicas, médicas y científicas que puede convertir a Puerto Rico en el centro médico y de investigaciones más importante del Caribe y uno de los principales de América Latina. El Fideicomiso tiene el potencial de ser ese enlace entre Estados Unidos y América Latina con el que sueñan los estadistas.
El Fideicomiso ha conseguido millones en asignaciones para investigaciones científicas. Muchos otros están en camino. Todos se consiguieron bajo el entendimiento de que es una entidad sin fines de lucro. Todos estarían en riesgo si lo convierten en otra agencia del muy desprestigiado gobierno de Puerto Rico.
El Fideicomiso es, en pocas palabras, nuestra puerta hacia el futuro. No construye carreteras, parques, estatuas y coliseos que se vean, llenen ojos y sirvan para anuncios de campaña política. Pero allí, sin prisa pero sin pausa, está floreciendo la fama de nuestra isla como destino de inversiones en el campo de la ciencia y la tecnología y como enlace entre emprendedores de todo el hemisferio.
¿Por qué se quiere cambiar esto?
La verdad es que nadie sabe.
El proyecto que lo mataría fue aprobado en la Legislatura sin vistas públicas, sin discusión, sin explicaciones. El secretario de Desarrollo Económico, Manuel Laboy, quien es uno de los fiduciarios, sabía que esto se tramaba y no lo habló con nadie, ni siquiera con los otros fiduciarios, que son científicos, empresarios y emprendedores de fama mundial que se han afanado con este proyecto y se enteraron del plan por la prensa.
Irónicamente, en los mismos días en que la Legislatura aprobaba esto, salía también un informe del Senado que dice que el Fideicomiso “está cumpliendo con el desarrollo e implantación de la política pública coherente y proactiva en el campo de la investigación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la isla”.
Hiede esto muy fuerte. Ya que no se sabe a qué responde esta imprudente acción, hay que especular. Parecería que, estando el resto del país en quiebra, hay alguien salivando con las valiosas propiedades del Fideicomiso o con los millones que corren en asignaciones en sus diferentes componentes, sin ver, bendito, esos codiciosos, que ese dinero está ahí precisamente por el prestigio que tienen la organización y quienes la dirigen. A otra AEE o BGF, al gobierno de Puerto Rico que no puede ni pagar sus deudas y hasta tuvieron que aprobarle un presupuesto de afuera, no le van a dar ese dinero.
Eso debería saberlo mejor que nadie el gobernador científico, que lleva seis meses recibiendo portazos cada vez que va a Washington a pedir fondos para esto o para aquello.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)