Un cuerpo torturado
Pasa todos los días en este airado país nuestro y también lo vemos a menudo en películas: llevan a la víctima a rastras, vendada y amordazada, hasta un paraje solitario, lo ponen de rodillas de frente al horizonte y le ponen el frío metal del revólver en la nuca sudorosa, mientras le hacen implorar por su vida. Antes de ese momento, la habían golpeado, ultrajado, torturado y a veces hasta arrancado las uñas, tratando, sin éxito, de hacerla desprenderse de su esencia.
Ese es el predicamento en el que está hoy la Universidad de Puerto Rico (UPR), que es, junto con el Departamento de Educación, la institución pública más importante de nuestro país, porque en ellas se forma el ejército de mentes puertorriqueñas que es lo único que puede sacarnos de esta crisis que nos ha sacudido hasta lo más hondo de nuestra esencia.
La UPR fue por décadas golpeada, ultrajada y torturada por los voraces poderes políticos que no dejaron piedra sobre piedra en Puerto Rico, pero sin lograr desprenderla de su esencia de centro por excelencia de educación superior, gracias a los esfuerzos, casi nunca apreciados, de sus organismos estudiantiles, sus profesores y sus administradores de nivel intermedio.
Cada cuatrienio, los partidos rojo y azul cambiaban la ley universitaria para sustituir juntas de gobierno por juntas de síndicos, o viceversa, de manera que se pudieran colocar a sus fieles en puestos claves y bien remunerados. No pocas veces, tales puestos cayeron así en auténticas perlas que desgraciaron y desprestigiaron el nombre de la UPR, como vimos en los casos de las Becas Presidenciales o en el escándalo de Crece 21.
El torturado cuerpo de la UPR está ahora en el paraje solitario, con las rodillas en los ásperos peñascos, con el revólver en la nuca, jadeante y temblorosa. El revólver lo sostiene la Junta de Supervisión Fiscal, que le recetó a la UPR un brutal recorte de $450 millones, que es más de la mitad de los $833 millones anuales que recibe del Estado y que representa, según todo el que ha mirado esto con cabeza fría, una sentencia de muerte por tiro rotundo en la cabeza.
Ya se sabe que el monto del recorte no responde a ningún análisis racional de la situación de la UPR o de su rol en la sociedad. Sencillamente, se le puso un número y ya, tratando de cuadrar la caja a machetazos. Se hizo bajo la lógica que muy bien describió el presidente de la Junta, José Carrión III, en una de sus comparecencias públicas: ellos establecen el tamaño del cuarto y acá decidimos cómo colocar los muebles. El problema es que a la UPR le dejaron un cuarto en que no cabe ni un florero.
La decisión de los organismos estudiantiles del icónico Recinto de Río Piedras de paralizar las labores académicas y administrativas ha sido duramente criticada, por razones algunas muy válidas e, incluso, por personas afines a la causa estudiantil y de la UPR. Pero fue como resultado de esa protesta que dos miembros de la Junta convocaron a los líderes estudiantiles de la UPR a discutir la situación.
La reunión no se dio el día en que fue convocada, pero se están haciendo arreglos para que se haga en los próximos días.
No se puede tener demasiadas esperanzas con ese diálogo. La semana pasada, el gobernador Ricardo Rosselló también citó a los estudiantes y el propósito no era escuchar, sino volver a argumentar sobre la necesidad del recorte de $450 millones. Carrión III y Ana Matosantos, los que se reunirán con los estudiantes, pueden ir a conversar, a escuchar o a tratar de convencer a los universitarios de que se queden quietecitos viendo cómo se le da el tiro de gracia a una institución que es indispensable para el futuro de Puerto Rico.
Pero es difícil que esa reunión haga la situación peor de lo que ya está. Y quién sabe lo que pueda pasar cuando Carrión III y Matosantos escuchen de la boca de los estudiantes, y vean en sus rostros curtidos por el sol de las protestas y en sus ojos inteligentes, todo lo que la UPR significa, ha significado y quiere seguir significando para Puerto Rico.
Para ir superando escollos, conviene que ambos, la Junta y los estudiantes, vayan a su encuentro entendiendo que parten de marcos filosóficos diferentes en cuanto a lo que significa la educación pública para un país. Conviene que vayan con el ánimo de tratar de encontrarse en el camino.
Carrión III y Matosantos, al parecer, creen que la educación universitaria es un gasto gubernamental como cualquier otro; los estudiantes y otros creemos que es una inversión en la sociedad y, por lo tanto, no se le puede aplicar la misma lógica de recortes rotundos que a otros servicios gubernamentales.
Carrión III y Matosantos seguramente creen que la UPR puede ser como las universidades estatales de Estados Unidos, cuyos costos las hacen inaccesibles para vastos sectores de la población de ese país. Los estudiantes y otros creemos que Puerto Rico, como país pobre y diferente de Estados Unidos, merece y necesita una universidad pública a la que pueda acceder todo el que tenga deseo de superarse, aunque su familia no tenga el dinero para pagarlo, porque así se sale de la pobreza y la marginación y se crean mejores sociedades.
Carrión III y Matosantos creen que todos tienen que sacrificarse para que Puerto Rico salga del hoyo en que le metieron décadas de actuaciones irresponsables de los políticos; los estudiantes y otros creemos que dejar inoperante a la universidad no es un mero sacrificio, es la muerte de la esperanza en un mejor país y, si la discusión se caldeara, puede que hasta salga a relucir que es difícil hablar de sacrificios cuando la directora ejecutiva de la Junta, Natalie Jaresko, recibirá un ofensivo salario de $625,000 anuales por sus labores.
Carrión III y Matosantos posiblemente creen que la educación universitaria pública es un privilegio; los estudiantes y otros creemos que es un derecho que tiene que ser protegido y fortalecido.
Carrión III y Matosantos creen que en el estado en que están las finanzas del Estado Libre Asociado (ELA), todo debe estar sobre la mesa. Los estudiantes y otros creemos que las posibilidades de educarse de todos los jóvenes que quieren ser parte de la solución y no del problema no puede estar sobre la mesa.
Carrión III y Matosantos puede que crean que la UPR depende demasiado del gobierno; otros creemos que el futuro de Puerto Rico depende de la UPR.
Carrión III y Matosantos son solo dos votos en la Junta. Ojalá y el encuentro se dé y salgan de la reunión con un entendimiento más profundo de todo lo que significa para un país vulnerable y agobiado como Puerto Rico una universidad pública funcional y accesible.
Ojalá y convenzan a los demás miembros de la Junta de quitarle la venda y la mordaza a la UPR, darle una palmada afectuosa en la espalda y decirle: “yo tampoco te condeno, vete y no peques más”.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)