Un rayo de luz
El 1 de septiembre, Puerto Rico conoció a Manuel Cidre. Era harto conocido antes en los círculos empresariales, ya que había presidido la Cámara de Comercio y la Asociación de Industriales. Participaba a veces en programas de radio. Los periodistas le conocíamos su faceta de empresario, filántropo y conversador apasionado.
El 1 de septiembre fue el primer debate televisado de la candidatura a la gobernación. Allí estuvo Cidre vendiéndose como candidato independiente. Hablaba alzando la voz. Agitaba con fuerza las manos, sacudiendo así todo su cuerpo. Entornaba los ojos para acentuar unos puntos y los abría de asombro para otros.
Sonaba molesto. Se le veía cansado con la situación del país. Asombrado de que rutas obvias para resolver no se hubieran tomado, solo porque no caben en los cánones de los partidos tradicionales. Aunque es un acaudalado empresario, hablaba el lenguaje sencillo del pueblo. Parecía tan genuina su molestia con la situación como la que sentimos todos los que vemos el país desde fuera de la caja de las colectividades.
No era raro oír a diversas personas al día siguiente haciendo una simple afirmación: “Cidre es mi candidato”.
También estaba en ese debate Alexandra Lúgaro, una joven abogada que hace un tiempo, cuando era una total desconocida, anunció que también aspira a la gobernación de manera independiente. Pero a esta la conocíamos de antes del debate. Lleva tiempo causando furor en las redes sociales, ese vasto mundo mayormente incomprendido por las personas mayores de 40 años. Lúgaro plantó bandera ahí bien temprano.
Tiene lo que se conoce como “star power”. Esto es carisma, magnetismo, ese algo que tiene alguna gente que hace casi imposible que se le ignore, incluso por quien lo aborrece. En el debate se le vio medio apagada, pero por razones del todo comprensibles: el día antes había muerto su padre. En otros debates posteriores volvió la polemista dinámica, articulada, muy inteligente, que conocíamos de antes.
Su figura al parecer está prendiendo entre un sector de la población joven, sin cultura política, que no siente ninguna empatía por los políticos anticuados, almidonados, esquemáticos, maniqueístas y robóticos, de personalidad o de ideas, que se presentan bajo la insignia de los partidos.
Cidre y Lúgaro representan una transformación histórica en el panorama político. La última encuesta de El Nuevo Día reveló que ella tiene el apoyo del 13% del electorado, mientras él tiene el 9%. Esos son números que hace décadas no sacan aspirantes de fuera de los partidos Popular Democrático (PPD) y Nuevo Progresista (PNP). Entre los dos tienen casi el mismo apoyo que el candidato del PPD, David Bernier, de 28%.
Incluso si mañana se esfumaran, si no sacaran ni un voto en las elecciones, el que a un mes de los comicios tengan ese respaldo, envía un importante mensaje. Por el momento es solo un diminuto rayo de luz en medio de una larga noche. Pero el sorpresivo auge en esas candidaturas demuestra que al fin se está aflojando la garra que los partidos PPD y PNP han tenido por décadas sobre Puerto Rico.
Era cuestión de tiempo. Puerto Rico cayó en una crisis histórica estando bajo el cuidado del PPD y el PNP. La debacle desembocó en la pérdida de la poca democracia que teníamos. El PPD y el PNP actúan como dueños del país, al que han desvalijado salvajemente. Secuestraron el debate público, limitándolo a sus vetustas ideas. Son, y seguirán siendo, partidos mayoritarios. Pero se abrió una grieta. No es posible minimizar la importancia de nuevas ideas y visiones entrando en la conciencia colectiva.
Al ser ellos mismos su propio partido, Lúgaro y Cidre se deslizan entre ideas y conceptos que van haciendo y deshaciendo a medida en que avanza la campaña. Al no estar atados a los dogmas, códigos y rituales por los que tienen que regirse los partidos, hablan con una libertad que los otros solo pueden envidiar. Por no estar atados a estructuras, ni adheridos a ninguna tradición, pueden hablar de lo que todos ven, pero otros no hablan.
Eso le está gustando a la gente.
En esta coyuntura, Bernier está sufriendo intensamente las consecuencias de esta reconfiguración. Está haciendo esfuerzos sobrehumanos por distanciarse de esta administración y de la historia del PPD. Cualquiera diría que a menudo parece también un candidato independiente. Pero hasta este momento no ha tenido éxito.
Los que están gravitando hacia los independientes no pueden, al parecer, desvincularlo del PPD, de lo que pasó durante los pasados cuatro años y de la plantilla legislativa que es la misma que tuvo al país a cargo en este cuatrienio. Esto ha provocado un cambio en la narrativa. Los portavoces populares ya no dicen “voten por el PPD”; ahora dicen “voten contra el PNP”.
Está coqueteado también con los independientes, abriéndose a sus ideas, dejando a un lado el integrismo que siempre ha caracterizado la práctica de la política aquí.
El PNP no ha salido incólume tampoco, pero sí mucho menos rasguñado que el PPD. El apoyo de 40% de Ricardo Rosselló, aunque distante de lo que siempre se ha necesitado aquí para ganar elecciones, es suficiente en este momento, considerando que el resto del país está dividido entre otras cinco opciones.
El PNP tiene lo que no tiene el PPD, una idea que lo une, la estadidad. Esa es la diferencia en este momento. Ese 40% de Rosselló es el corazón más apasionado del PNP, el que vive y respira afán por la estadidad. Por eso es que Rosselló ha vuelto recientemente a enfatizar en la estadidad, algo que no hacía desde la primaria. Ninguno de los independientes ofrece estadidad y Rosselló no quiere arriesgarse a que algún estadista se deje tentar también por los encantos de Cidre o Lúgaro.
El próximo 8 de noviembre, el país volverá a elegir al PNP o al PPD. La Legislatura será otra vez dominada por los mismos personajes que nos llevaron a esto. La salida sigue estando lejos. Pero, pase lo que pase con los independientes, algo ya cambió para siempre en el panorama político.
Y eso es algo que nadie debería minimizar.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)