Crónica de lo absurdo
Todos conocemos al doctor José Vargas Vidot, alias “Chaco” para sus más cercanos. Llevamos años viéndolo con su acostumbrado uniforme de médico y su bandana en la cabeza, metido en los rincones más inhóspitos del país, encargándose de aquellos a los que casi todos los demás no quieren ni mirar.
Iniciativa Comunitaria, la organización que fundó en el 1990, ha dado servicios a por lo menos 200,000 necesitados, en Puerto Rico y afuera, y recibido decenas de reconocimientos, aquí y en el extranjero.
En las noches, cuando nosotros dormimos, Vargas Vidot está en la calle, abrazando y hablándoles a los adictos, a los deambulantes, a las prostitutas, en fin, a los desterrados de los que pocos quieren saber. Con sus propias manos, les cura llagas y los alimenta, los cubre con mantas y, en el camino, les muestra la ruta hacia una mejor vida.
Su proceder en la vida, sin exagerar, hace recordar la versión amorosa, compasiva, solidaria y revolucionaria de Jesús de Nazaret, pues, al igual que el hijo de José y María, ha dedicado su vida a hacerse acompañar de parias y desamparados, a humanizarlos ante nuestros ojos y tratar de enseñarnos que todos, independientemente de nuestras carencias, tenemos el mismo valor.
El año pasado, Vargas Vidot decidió que podía aportar todavía un poco más y anunció su aspiración al Senado como candidato independiente, en las elecciones generales de noviembre.
El aplauso fue sonoro en todos los puntos cardinales de Puerto Rico. Voló la esperanza del puertorriqueño imaginando todo lo que podía aportar desde un curul senatorial una persona que entiende tan bien algunos de nuestros más graves problemas, no solo porque los haya estudiado, sino también porque los ve con sus propios ojos noche tras noche, cuando anda por la calle rescatando vidas.
Por supuesto que para un candidato independiente es muy difícil ser electo en un país cegado por una venda partidista que parece insondable. Mas si alguien podía de una vez y por todas infligirle una herida, diminuta si se quiere, a esa bestia de tres cabezas que es el partidismo político en Puerto Rico, ese era José Vargas Vidot.
Solo tenía que llegar a la papeleta y que el país tuviera la oportunidad de demostrarle si aprecia todo lo que ha hecho durante las pasadas décadas. Y en este momento, en un giro que ilustra brutalmente todo lo absurdo de nuestro sistema político, parece muy poco probable que lo logre.
Vargas Vidot, que no tiene estructura política alguna porque a lo que se ha dedicado siempre es a salvar vidas, tiene que recoger 53,578 endosos notarizados, más de 1,000 por día, lo cual requeriría un esfuerzo, según él mismo lo describió, “sobrehumano”. Los candidatos que se presentan bajo insignias de partido, mientras tanto, tienen que entregar solo unos 3,000.
Miren si es absurdo ese sistema, que no se sabe si Vargas Vidot podrá estar en la papeleta, pero ya está Fundador Rosario, quien en el 2002 resultó convicto de tentativa de asesinato en primer grado; o Edwin Pagán Bonilla, quien en el 2001 siguió a un menor hasta un baño en una tienda por departamentos y, sin encomendarse a nadie, empezó a masturbarse delante del muchacho, según lo estableció el Tribunal de Apelaciones.
Miren si esto es de verdad como una mala comedia, y dan ganas francamente de tirar la toalla, que ya está también en la papeleta José Luis Rivera Guerra, quien se declaró culpable de delitos éticos relacionados con chanchullos con sus casas. Y June Rivera, quien chocó guiando borracho en el 2011 y, en circunstancias con un fuerte hedor a triquiñuela, nunca pagó por ello.
Y, por si faltara más, está Jaime Perelló, quien le falló a la confianza del país al permitir que se perpetrara desde la presidencia de la Cámara de Representantes el fraude de pagar por un cuadro telefónico que nunca sirvió y por el que cobró miles de dólares su amigo íntimo y recaudador político Anaudi Hernández, quien espera juicio en el Tribunal Federal por esa y muchas otras trampas. Por estar, hasta el otro día estaba incluso un tipo capaz de enviarle vídeos pornográficos a una dama de 50 años a la que acababa de conocer.
Y legisladores que se dedicaron todo el cuatrienio a limarse las uñas, alcaldes que llevaron a sus municipios a la quiebra, elementos que nunca han podido ganarse un centavo fuera de la sombra de los partidos y todo tipo de indeseables. Es que, en definitiva, la experiencia demuestra que, independientemente de su trasfondo y reputación, cualquiera que se pegue de un partido es casi seguro que logre colarse en la papeleta y obtener así la posibilidad de aspirar a un cargo electivo.
Cualquiera, menos alguien de la estatura, la decencia y la trayectoria de José Vargas Vidot.
Vargas Vidot demandó esta semana a la Comisión Estatal de Elecciones (CEE), argumentando que es inconstitucional y discriminatorio el requisito de tantos endosos a candidatos independientes, mientras a los que están cobijados por partidos se les exigen tan pocos.
De hecho, la cantidad de endosos que se les exige a los candidatos independientes es mayor de la que se les pide a los candidatos de los partidos a gobernador y comisionado residente, que tienen complejas estructuras políticas, normalmente sufragadas por intereses económicos, que les permiten desplegar ejércitos de funcionarios para cumplir esas tareas en menos de lo que cualquiera puede parpadear.
Vargas Vidot vio clara la escritura en la pared al toparse con estos monumentales obstáculos. “Eso es una forma viciada de desnudar la democracia, de evitar que un ciudadano común y corriente tenga acceso a ser un candidato, evitando que la democracia se manifieste para todas aquellas personas que no creen en los partidos políticos”, dijo al anunciar su demanda.
Lo que le está pasando a Vargas Vidot, y a otros candidatos independientes, es una manifestación inusualmente burda del que quizás sea uno de los mayores problemas que enfrenta la endeble democracia puertorriqueña: el control hegemónico sobre todos los asuntos de la vida pública que ejercen los partidos políticos.
No es solo que controlan quién aparece en la papeleta. Es que también es muy difícil acceder a un puesto en la administración pública si antes no se ha quemado suela por un candidato o se tiene la insignia del partido en cuestión impresa en la frente. Todos los demás, no importa cuántos sus talentos, su decencia o su deseo de servir al país, para efectos de ser electo o aportar desde el servicio público, no valen nada.
Los partidos rojo y azul, con la complicidad entusiasta del verde en lo que se refiere al sistema electoral, secuestraron al país, lo destruyeron y en el momento en que empieza a vérsele el refajo y ciudadanos honorables como Vargas Vidot se apuntan para tratar de cambiar el rumbo, se defienden con medidas draconianas como la absurda cantidad de endosos exigidos.
El mensaje que nos quieren dar es claro: el país es de ellos y para nosotros, si acaso, las sobras.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)