La máquina de hacer dinero
CuandoVíctor Fajardo fue designado secretario de Educación en 1994, le brillaronintensamente los ojos, porque reconoció al instante el inmenso potencial quetiene la agencia más grande del Gobierno de Puerto Rico. Mas el potencial queél le vio desde el primer instante no era para levantar una generación quereconstruya esta vajilla hecha añicos en que no se nos ha convertido el país,sino otros usos menos, digamos, confesables.
En el2002, cuando ya había caído en las redes del Gobierno de Estados Unidos por lamultimillonaria estafa que le costó doce años tras las rejas, se sinceró.Buscaba todavía piedad de las autoridades puertorriqueñas, con las cuales teníamuchas deudas pendientes y se lo contó todo a un investigador de la Cámara deRepresentantes, con la esperanza de que a nivel estatal le trataban con menossaña que la que le prodigó el gobierno federal.
ElDepartamento de Educación, le dijo Fajardo al investigador Federico QuiñonesArtau, podía satisfacer sin contratiempos las glotonas ansias de fondos parahacer campaña del Partido Nuevo Progresista (PNP), gracias a que un inmensoejército de suplidores estaba más que dispuesto a soltar billetes y billetes enpasillos oscuros para seguir contando con la buena voluntad de los quecontrolaban el descomunal presupuesto.
“ElDepartamento de Educación era un banco de dinero”, dijo Fajardo.
Nadielo ha dicho con esa claridad, porque nadie ha tenido los problemas de VíctorFajardo. Pero esa es la trágica historia del Departamento de Educación antes,durante y después del tiempo de víboras de Víctor Fajardo: los partidos políticoslo ven como un inmenso banco de dinero y, por lo tanto, colocan en puestosclaves a quienes estén dispuestos a entrar en esos trambos y no a educadores yadministradores competentes.
Poreso es que año tras año vemos los mismos problemas, porque al Departamento deEducación lo llenaron de capas y capas burocráticas para acomodar apolitiqueros del norte y del sur, del este y del oeste, y los verdaderostalentos, los que tienen sembrado en el corazón el bienestar de los niños y seprepararon para hacer su aportación, esos no tienen espacio en la dirección deesa agencia. Ni en ninguna otra, dicho sea de paso.
Por eso esque a los salones de clase ni a los niños llega casi nada de losaproximadamente $3,500 millones que tiene de presupuesto el Departamento deEducación, que es por mucho el más grande del Gobierno.
Enlas últimas dos semanas lo volvimos a ver. Hace meses se sabe que cientos demaestros se iban a retirar. En junio se aprobó el presupuesto, pero de muchoantes se sabía que venía un recorte grande.
Pero lapartida de incompetentes y politiqueros que está en todos los puestosdirectivos del Departamento de Educación no pudo prepararse para evitarle a losniños, a sus padres y a la gente decente del país el trauma de las últimassemanas.
Esuna herida sangrante en el corazón de nuestro país el infierno que han tenidoque pasar los niños de educación especial y los de corriente regular que al díade hoy no han podido tomar ni un día de clases. Es una ofensa a la dignidad detodos nosotros que se haya perdido el precioso tiempo en que esas criaturas nopudieron educarse, porque eso no hay cómo recuperarlo después.
Son unatragedia que la inmensa mayoría de los niños que le entregamos al Departamentode Educación fracase en las materias básicas, el hacinamiento en los salones,la crónica falta de recursos a nivel del aula.
Y es unatragedia que seguirá siéndolo mientras al Departamento de Educación locontrolen políticos, porque la prioridad de estos es su supervivencia y en eso,como bien dijo Víctor Fajardo, el Departamento de Educación no falla.
Todos losintentos que se han hecho por romperle el espinazo a esa bestia han fracasadoporque los políticos, y los seres dóciles que desde la sociedad civil lecompran todos sus discursos y les siguen como las ratas siguieron al flautistade Hamelín, han torpedeado todo lo que se ha intentado hacer.
Enlos tiempos de César Rey, secretario de Educación durante el gobierno de SilaMaría Calderón, una firma estadounidense hizo un estudio sobre la estructura dela agencia que concluyó que sus telas de araña burocráticas son más densas quelas de la antigua Unión Soviética, que había prácticamente que demolerla yvolverla a hacer y dibujó la ruta para qu se lograra.
A Calderón,que a mitad de cuatrienio ya había decido que no volvía a aspirar, le faltóvoluntad política para emprender la monumental tarea.
Porlos pasados dos o tres años, 40 organizaciones comunitarias han estadointentando convencer al país y a la clase política de que establezca unmecanismo que permitan desarrollar un plan de diez años para reformar laeducación pública, pero los políticos y su coro de inconscientes prácticamentelo han matado.
A laeducación pública solo se le puede empezar a sacar de la crisis con dos movidasasí: demoler el Departamento de Educación, duélale a quien le duela, y unplan estratégico a largo plazo.
Paraninguna de las dos cosas se puede contar con la clase política porqueimplicaría demoler lo que a sus estrechos intereses le ha servido bien y porquetendrían que ponerse de acuerdo y ceder control, cosas que para ellos sonimpensables.
Prefieren,entonces, seguir lo que nos metió en este infierno: inventar cada cuatroaños nuevos “planes” que no son más que excusas baratas para hacer losmovimientos de personal que les permitan acomodar a los de su color en lospuestos claves y seguir succionándole la vida al Departamento de Educación y,con ello, al país.
Mientrastanto, la educación pública sigue barranco abajo y con ella el país, pues unpaís sin un sistema educativo que sirva está irremediablemente abocado alfracaso, como vivimos y sufrimos aquí todos los días de nuestras vidas.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)