Los hombros de Liana Fiol Matta
El techo viene goteando hace muchos años. Gota a gota, dando en el suelo, sin que nadie en posición de hacer algo actuara. Ahora, que no es una gotera, sino un diluvio lo que nos cae de arriba, es que nos damos por enterados y fingimos que nos horrorizamos: la Rama Judicial está en crisis y nos rasgamos las vestiduras como si no lo hubiéramos visto venir.
Los problemas vienen de hace mucho tiempo: nombramientos politiqueros que tienen como consecuencia una pléyade de jueces incompetentes, ausencia casi total de rendición de cuentas, difícil acceso a la justicia para los que no tienen recursos, fallos incomprensibles, tardanzas insólitas en los procesos, absoluto desdén por los derechos de los testigos, las víctimas y hasta de los acusados, casi todo, en fin, lo malo de un sistema de justicia.
Como toda la institucionalidad en Puerto Rico, la Rama Judicial vive una profunda crisis apenas disimulada por protocolos rimbombantes y discursos floridos, pero sin sustancia. Las cosas, como son: bajo las fastuosas togas negras y la ceremoniosidad medieval con que se conducen las cortes, todo el mundo sabe que lo que hay es un sistema ineficiente al servicio del que pueda pagar y esté conectado, y en detrimento de los que les faltan recursos, conexiones y educación.
Esta cruz la carga el pueblo puertorriqueño hace décadas.
El FBI, ahora, anda husmeando en las cortes buscando corruptos, que, de seguro, los hay y no pocos. Ojalá y encierre a unos cuantos de los que, desde el privilegio que dan aquí la toga, el título y la posición, abusaron de la gente que merecía justicia, como es el caso de los parientes del guardia de seguridad que el bien conectado políticamente contable Lutgardo Acevedo mató guiando ebrio.
Mas la providencia nos libre de pensar que ese es el único problema que hay en nuestras cortes.
Veamos, por ejemplo, el caso de Susana Serrano Mondesí, una de las juezas suspendidas esta semana tras ser identificada como objeto de pesquisa del FBI. Esa jueza protagonizó en abril de este año uno de los momentos más bochornosos en nuestra historia judicial cuando liberó al acusado de violar a una niña de 12 años porque presuntamente la víctima ya había tenido relaciones sexuales.
Ese caso fue reportado en todo horrendo esplendor por la prensa y la jueza Serrano Mondesí fue revocada y amonestada por el Tribunal de Apelaciones. Pero, hasta el viernes, cuando fue identificada públicamente como objeto de una pesquisa federal, seguía en su estrado como si nada. Eso no fue, contrario a lo que se quiere hacer creer, solo un error de derecho. Fue una falta de humanidad y de temple judicial y el que la Administración de Tribunales carezca de mecanismos para separar de su puesto a una jueza que abusa así de una víctima es una de las causas de esta crisis.
Y no es por eso que la investiga el FBI, pues ser troglodita no es todavía un delito federal.
En sus estrados están también los jueces que liberaron muchas veces al narco Robert Belleza tras haber examinado la misma evidencia con que los federales lo encerraron; los que le dieron licencia para matar al joven paciente de salud mental que asesinó al policía Joaquín Correa Ortega en marzo en Humacao; el que sentenció a apenas seis años de cárcel a Alexis Candelario, el autor de la Masacre de la Tómbola tras haber reconocido siete asesinatos y los que liberaron en 2011 a un agresor compulsivo que terminó tiroteando a su compañera en un centro comercial en Aguadilla, delante de las hijas de la desdichada, entre muchos otros horrores así.
Hace tiempo, los jefes de la Rama Judicial saben de actuaciones muy dudosas de jueces en casi todas las regiones y se hacen los locos, con esa manía muy de todos los gremios de autoprotegerse ante cualquier señalamiento del exterior. Así, se han tapado los oídos ante relatos de amiguismos entre jueces y abogados de defensa y de los vericuetos kafkianos de los procesos; de las tardanzas y constantes suspensiones.
Saben también, sin haber movido un dedo para resolverlo, que, salvo rarísimas excepciones, no puede defenderse igual el que tiene dinero para abogado de alto calibre y para pagar peritos, estudios y sus propias investigaciones, que el infeliz que tiene que presentarse ante un proceso acompañado de un pobre picapleitos. Saben del peligro que corren los testigos porque en los papeles de la corte aparece su dirección y hasta su teléfono.
Saben eso y saben más.
El FBI, de seguro, va a hacer en las próximas semanas o meses más arrestos por corrupción. Lloraremos y nos daremos golpes de pecho. Mas la jueza Liana Fiol Matta, que, hasta ahora, ha actuado sin que le tiemble el pulso ante este cuadro horrendo, le haría gran servicio al país si aprovecha el tumulto para emprender y liderar una reforma profunda del sistema judicial que acabe, o minimice, sus males y le evita al país, una vez más, la vergüenza de hacernos parecer como que no podemos resolver nuestros propios problemas, dando municiones a los que, por sus complejos, creen que siempre tienen que venir de afuera a ponernos orden.
Es grave esa responsabilidad que le cayó sobre sus hombros. Meta mano, entonces, que el país le va a apoyar.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)