El cuchillo en la boca
Recuerden bien la escena del jueves: cientos de camisasverdes, manos arriba, rostros sudorosos cantando consignas, bloqueando el túnelde Minillas, una de las principales vías de la ciudad, llevándole su queja alpaís.
Recuérdela, porque dentro de poco eso le parecerá unjuego. Dentro de poco le parecerá hermosa. Es que viene más. Mucho más.
Puerto Rico atraviesa una crisis y las crisis sacana flote lo mejor, y lo peor, de las personas y las organizaciones. No hemosllegado a la parte más espesa, pero estamos sintiendo ya el calor.
Vivimos una época traumática.
Habiendo creído por décadas que éramos un país rico,descubrimos de pronto que no lo somos y cada cual está agarrándose como puedede las pocas certezas que le quedan en menos de este intenso tornado. Anda cadacual con el cuchillo en la boca, resguardándose en lo suyo, mirando al de allado con recelo. Aquí no escasean alimentos. No es probable que eso pase, quelleguemos a eso.
Pero el efecto sicológico es más o menos igual: estánescaseando el dinero y los empleos, y cada cual ha claveteado ventanas yacumulado víveres porque no se sabe lo que viene.
El Estado, desesperado por no perecer víctima de supropia incompetencia, anda hace rato sacudiendo su cola de dragón tumbandocabezas y todo el mundo lo sabe.
Toca ahora a los empleados de las corporacionespúblicas. Toca a las cooperativas, ese bastión de progreso económico ymovilidad social, que sorteó la crisis incólume porque tiene un modelo denegocios casi invencible y de cuyo dinero se quiere apropiar el Estado paracumplir con sus promesas insensatas.
Antes fueron miles de despidos gobierno central, losplanes de retiro, las escuelas cerradas, las agencias fusionadas, el hoyo en lacarretera que no se puede tapar.
Ni se diga de la gente de la empresa privada con losaumento de tributos, el desmesurado costo de la luz y del agua, los que sequedan sin trabajo porque las empresas no pueden con las nuevas reglas dejuego, etcétera.
Pero no se equivoquen, compatriotas, puesqueda todavía gente en pie.
Los empleados de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE),ya se sabe, que no los tocan ni con vara larga. Algunos otros privilegiados quesaben disimular muy bien su status, que andan calladitos para que nadiese entere de que no los han tocado.
Quedan en pie los amigos de todas las casas,ejemplificados en esta dinastía en particular por un tal Anaudi J. Hernández,de Aguadilla, quien tras el triunfo en el 2012 de sus grandes carnalesAlejandro García Padilla y Jaime Perelló se convirtió de súbito en experto entodo, fundó junto a socios un entramado de corporaciones con nombresrimbombantes y de la noche a la mañana nada en contratos pagos por nosotros losagobiados.
Quedan en pie los que viven al margen. Los de la economíasubterránea y criminal, los que evaden el IVU, los que navegan en yates,viajan todos los rincones del planeta y manejan carros europeos mientras lereportan al Departamento de Hacienda salarios de empleados de “fast food”.
Hay decenas, miles de millones de dólares ahí. Mucho másde lo que se le puede sacar al menesteroso. Llevan décadas hablándolo. Pero nose mueven. Es que es difícil. Toma tiempo, energía, imaginación, voluntad, todoeso que parece que no existe en el vocabulario de nuestra clase política, queaño tras año siguen planteando las mismas ideas, con nombres diferentes yde un tiempo a esta parte siempre acompañado de un hashtag.
Es el turno, pues, de los empleados de las corporacionespúblicas. No será fácil. Tienen sindicatos fuertes. Son combativos. Hay muchosobre la mesa, mucho que defender.
Han sido, por años, la envidia de los demás empleadospúblicos por sus altos salarios, inimaginables beneficios marginales, planes demédicos de lujo. Tienen, en fin, lo que en justicia debía tener todo empleadopúblico, si hubiera los recursos para costeárselo.
Lo tienen porque tenían representación sindical, porquelos políticos de antes, y los de ahora, le tienen un miedo que tiemblan, porquelos querían tener contentitos.
Así, dándoles beneficios que no eran sostenibles, lo cuales solo una de las maneras en que las corporaciones públicas fueron maladministradas, las llevaron a la quiebra. Prácticamente todas operan condéficit.
No va a ser fácil entonces.
El que da y quita con el diablo se desquita, o algo así,dice un refrán. Los sindicatos lo van a pelear hasta lo último. No es como quele quieran quitar tanto tampoco, pues de lo que se habla es de congelarincrementos salariales ya previstos, reducirles los bonos de Navidad, días porenfermedad y cosas así. Todo está en convenios firmados y eso es unacomplicación. Pero también es una complicación, y eso nadie en su sano juiciolo puede negar, que las corporaciones públicas están prácticamente en quiebra,necesitan hacer recortes drásticos y la nómina es, en la mayoría de los casos,su gasto principal. Esa es la matemática de la crisis.
La desconfianza lo complica todo más. Si todos de verdadestuvieran pagando, si se hubiera visto un esfuerzo genuino de laadministración para que de verdad todos cogieran el fuetazo necesario parasuperar la crisis, sería menos complicado de lo que va a ser. Por ejemplo, acada rato nos golpean noticias de ejecutivos de esas corporaciones que cogieronbonos y liquidaciones descomunales.
Por eso es que esto va a estar mejor que unapelícula. Lo que vio el jueves en el túnel de Minillas, apúntelo, es solola primera escena. Y en las películas, como se sabe, las cosas aumentan deintensidad a medida en que se acerca el clímax.
Afine el oído y verá: ya se oye la musiquita de suspenso.
(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)
(Nota del columnista: La columna no se publicará losdomingos 15 y 22 de junio, debido a las vacaciones de su autor. La columnaregresa en su espacio regular el domingo 29 de junio)