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Las cinco etapas del duelo

Los que perdieron de manera inesperada a un ser querido pueden ayudarnos aentender lo que nos pasa. Ellos conocen el vacío inconmensurable que deja elque ya no está, el ahogo, la confusión. Si la agonía fue larga, como en el casoque nos ocupa ahora, uno puede dejarse adormecer momentáneamente por la ilusiónde que está listo para el golpe certero en el centro del pecho.

Pero no es cierto. Nada prepara a nadie para el momento en que la noticia noshiende el alma como un sable bien afilado. Cuando la ausencia imaginada se hacereal, es como si la mitad o más de todo lo que conforma una vida se hubieseadormecido o desaparecido. Nadie está listo para lidiar con la muerte de lo quese creyó inmortal.

Eso justo lo que vive el país en estos días aciagos. Murió, a consecuencia dela degradación, la idea que teníamos de Puerto Rico como país próspero, como laperla del Caribe, la envidia de nuestros vecinos. La mataron décadas deirresponsabilidad fiscal, de incompetencia, de mediocridad y de tribalismosuicida.

La agonía fue larga y dolorosa. Mas siempre mantuvimos la ilusión deque todo era una pesadilla y en cualquier mañana luminosa íbamos a recuperar elsueño que nos estuvieron vendiendo por más de siete décadas.

Manuales de sicología indican que el duelo tiene cinco etapas: lanegación, la ira, el pacto o negociación, la depresión y finalmente laaceptación. Estamos en la primera etapa: la negación. Nos rehusamos a reconocerque nuestra amada isla no es lo que nos dijeron que era. Por eso es que los quenos gobiernan ahora, y los que aspiran a hacerlo, no han presentado ningunaidea radical para resolver este pesado problema. Por eso muchos estamospidiendo un pequeño recorte aquí y uno que otro impuesto allá.

Creemos que moldeando un poco los bordes de esta situación vamos a poder seguirviviendo como hasta ahora: gastando más de lo que tenemos. 

No acabamos de comprender, por ejemplo, que no podemos continuar conla locura de querer sostener un sistema de salud fundado en una premisademente: que un gobierno pobre puede comprar seguros médicos privados a losindigentes, es decir a más de una tercera parte de la población.

No acabamos de comprender que en el gobierno no puede haber empleopara todo el mundo; que es imposible seguir repartiendo contratosmultimillonarios a amigos del partido; pagando a jefes de agencia y sus alicatessalarios de aristócrata; que no tienen sentido 78 burocracias ineficientes ycorruptas para que igual cantidad de individuos se sientan los príncipes de suscomarcas; que hay que reinventar corporaciones públicas que fueron llevadas ala bancarrota por administradores irresponsables que dilapidaron nuestrospreciosos recursos; que no se puede dar exenciones contributivas a todo elmundo y su primo.

Seguimos creyendo que con cambios menores, o con variaciones de lo queya fracasó, nos quitaremos de encima esta pesada loza. Nos negamos a ver queesto se fue a pique, que tenemos que reinventarnos, repensar el estado desdecero y ajustarlo a los recursos que tenemos y no a los que podemos pedirprestados o suplicar que nos envíen desde afuera.

Esta es la enseñanza profunda que, cuando pasemos de la etapa de lanegación y de la ira, podemos extraer de la ignominia de ser señalados por elmundo como un país que no puede cumplir con sus compromisos económicos. Esto esasí de brutal: todo este tiempo estuvimos viviendo bajo premisas falsas,creyéndonos lo que no somos, y la verdad nos alcanzó.

 La realidad nada la detiene. Podemos encerrarnos en un cuartooscuro, taparnos los ojos y los oídos. Pero nada nos va a salvar de enfrentarlas borrascas que ya se forman en el horizonte: los dolorosos recortes, losservicios que ya no se podrán dar, las dádivas que no estarán más disponibles.

Aprenda la lección: no le crea a nadie que venga a decirle que con unamaquilladita aquí, o un brillito allá, volveremos a lo de antes. Créale solo alque le traiga un plan realista para salir de la deuda y vivir de acuerdo anuestros recursos. No le tema al dolor, pues de ese nadie lo va a salvar, ahorao después.

Salga de la negación. Pase a la ira y maldiga a los que nos trajeron aesto. Pero tampoco se quede mucho ahí. Hay que pasar rápido al pacto y a laaceptación. Entendamos que no hay magia. Pida cuentas por todo. No deje que letomen el pelo otra vez.

Podemos volver a brillar y a volar. Solo que, esta vez, bajo premisas reales.

(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)

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