A Luis ‘Wicho’ Figueroa se le ha hecho difícil retirarse.
El bateador ambidiestro que conectó 700 hits en su carrera de 18 años en la liga invernal actualmente tiene 45 años, una edad que considera ‘aceptable’, y que, por lo menos, no le ha impedido volver a lucir este año en su tercera temporada como torpedero de los Polluelos de Aibonito en la Doble A, con los que promedia .367 -el más alto del equipo- con un jonrón, 11 remolcadas y tres bases robadas en 60 turnos.
El año pasado, de paso, bateó .385.
“Mientras haya salud, voy a seguir jugando”, dijo.

Lo más importante es que su producción no ha sido un mero logro personal, sino que ha ayudado a que Aibonito ya haya clasificado para la postemporada con marca de 11-7 después de derrotar el viernes 10-8 a los Bravos de Cidra, aunque todavía se encuentra disputando el primer lugar de la Sección Central con los campeones nacionales, Toritos de Cayey (también 11-7).
“Los dos años anteriores nos eliminamos en la primera ronda de los ‘playoffs’”, dijo, “pero estamos locos por salir de la sección y avanzar (al Carnaval de Campeones)”.
“Este es un equipo que puede llegar lejos”.

En su caso, es un equipo que, por varias razones, debe recordarle a los Indios de Mayagüez, donde jugó gran parte de su carrera como profesional y consiguió seis campeonatos.
Porque en Aibonito se encuentran otros dos jugadores que estuvieron con él en Mayagüez: el toletero Randy Ruiz, quien lidera a los Polluelos con cuatro cuadrangulares y 18 remolcadas, y el lanzador Tomás Santiago.
“Y voy a seguir trayendo gente de Mayagüez”, dijo, riendo. “Estoy esperando que (Jonathan) Albadalejo se retire también para traérmelo p’acá”.

Pero, dirigidos por José ‘Yunque’ Díaz, los Polluelos cuentan también con jugadores jóvenes de gran talento, comenzando por el abridor derecho Javier Torres, quien tiene marca de 6-1 con 3.13 de efectividad.
“Es un muchachito”, dijo Wicho. “Tiene solo 22 añitos y está estudiando en la Universidad de Arecibo, donde acaba de ganar el campeonato de la LAI, pero tiene mucho en la bola”.
Wicho está acostumbrado a trabajar con los jóvenes: aunque por un tiempo estuvo proyectando abrir una escuela de béisbol ‘after school’ en Vega Alta, donde reside, por el momento sigue trabajando por su cuenta como instructor de béisbol con un grupo de jovencitos.

“Tengo como 15”, dijo. “Desde niños pequeños hasta más grandes, a los que les enseño a jugar béisbol”.
“Cuando me retiré en Estados Unidos”, recordó Wicho, quien firmó en 1997 con los Piratas de Pittsburgh y estuvo 12 años en el béisbol organizado, incluyendo tres cortas estadías en las Mayores, “estuve dos años trabajando de ‘coach’ en las Menores con los Yankees”.
“Pero cuando no me renovaron el contrato me dije que ahora tenia que buscar algo que hacer”, agregó, “y fue entonces cuando commence a practicar con Vega Alta”.
Al año siguiente fue canjeado a Aibonito.

En la liga invernal, jugؚó la que se suponía que fuera su última temporada invernal en la campaña de 2014-15, uniéndose a los Indios como parte del elenco de ‘coaches’ en la temporada siguiente.
Pero a fines de esa temporada de 2015-16 le entró la piquiña de volver a jugar, en particular por el deseo de conectar los siete hits que le faltaban para alcanzar la marca de los 700.
No ha vuelto al béisbol invernal desde entonces, pero no oculta que le gustaría hacerlo… como ‘coach’.
“Lo que a mí me gusta es trabajar con la juventud, ver cómo se va desenvolviendo”, dijo.

Es posible que a algún equipo le guste contar en ese sentido con un jugador que estuvo en 13 Series del Caribe, ganó un campeonato de bateo en la liga profesional y perteneció al equipo de Puerto Rico en un Clásico Mundial de Béisbol en 2013.

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008, es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016 y actualmente escribe una novela de boxeo llamada Kid Volátil.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, en Facebook, Jorge L. Prez